Por Marta Nebot Periodista 4/10/2025
La Global Sumud Flotilla en Bizerte (Túnez).
Esta semana en una tertulia me arrojaron a la cara, como si fuera ácido, que en la Flotilla con ayuda humanitaria apresada por Israel de camino a Gaza iban dos etarras. La "información" publicada por el diario El Mundo irrumpió en el debate sobre si vuelve a haber o no una pulsión social como la del No a la Guerra de 2003 que sacó a millones de personas a las calles y que, aunque no consiguió parar la invasión de Irak ni la participación de España en aquel despropósito, sí hizo caer el Gobierno de Aznar, poco después, tras los atentados del 11M de 2004.
Al principio flipé por la burda maniobra para desacreditar una movilización internacional. Esto ocurría el viernes, tras las manifestaciones multitudinarias en medio mundo en apoyo a la flotilla apresada por Netanyahu.arece ser que, para algunos, el poder de ETA, que dejó de actuar hace catorce años, es inmortal y todopoderoso. Se confirma que la desaparecida banda armada también les sirve para atacar a los movimientos sociales que han salido a las calles en defensa de la dignidad humana en todo el globo.
Alcancé a decir que lo que pasa es que el PP está acojonado por si otro No a la Guerra lo vuelve a dejar en la oposición. Entonces la bronca fue reconducida hacia el barro que pretende ensuciar una iniciativa humanitaria heroica que está encarnando la fortaleza del pueblo soberano de Occidente —sin duda, mayor y más valiente que sus gobiernos—.
Lo de la Global Sumud Flotilla es pura participación activa de la sociedad civil en la Historia. Con su acción ha forzado y sigue forzando lo que las encuestas dicen que la inmensa mayoría de los europeos queremos: corredores humanitarios, el fin de la masacre/genocidio (aunque cómo lo nombres dependa del partido que votes), terminar con un exterminio que ya ha durado dos años y ha matado a más de 67.000 civiles, casi 20.000 niños, en los últimos meses de hambre.
Muchos pensamos que si la paz tiene hoy alguna opción es gracias a la movilización ciudadana.
Sin embargo, no hablamos de eso. Dijeron que era un error enorme haber incluido entre los tripulantes a dos personas con esos antecedentes penales: ambos han cumplido penas relacionadas con la banda armada sin delitos de sangre, aunque uno participó en una huida en Francia en la que se hirió a un gendarme, según El Mundo.
Entonces, además de flipar con los contubernios que ven en todas partes —se insinuó que ETA y Hamás se dan la mano desde siempre—, también aluciné con la oposición frontal a la reinserción social de cualquier preso. Es decir, la oposición al Estado de derecho y a la legalidad vigente. Se llegó a decir que hay delitos que no son reinsertables.
Confieso que ahí perdí pie y empecé a pensar en voz alta: "Nada, pues entonces los matamos".
Llegaron a la conclusión de que, en cualquier caso, ha sido un error de comunicación de los organizadores de la Flotilla "haberles permitido subirse".
En ese momento me rendí, porque me di cuenta de que no pueden entender lo que acciones como esta entrañan, de qué están hechas, cómo son posibles.
Solo balbuceé que no sabían nada de movimientos sociales y de voluntarios.
En esos escenarios a nadie se le estudia el pasado. Se trata de juntar hombro con hombro, sin tener en cuenta ni género, ni color, ni origen, ni nivel económico, ni religión, ni antecedentes, solo trabajo. Cada uno dueño de sí mismo, con todos nuestros errores y aciertos, juntos por los derechos humanos, por un presente y por un futuro mejores.
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