Alfredo Gonzalez Ruibal Investigador científico, Incipit-CSIC
30/10/2025
Niños asesinando a quemarropa a ancianos que suplican por su vida. Hombres maniatados a los que matan a tiros. Soldados que caminan sobre montañas de cadáveres y gente que agoniza. Estas escenas, grabadas con móviles, circulan hoy por las redes sociales.
Y es posible que no te estés enterando. La razón es que sucede en África subsahariana. Son crímenes de lesa humanidad que perpetran las Fuerzas de Apoyo Rápido de Sudán (RSF) contra la población nativa de Darfur, en el oeste del país.
Quizá aquí dejes de leer. Pero te pido, por favor, que lo reconsideres. Que hagas un esfuerzo y termines esta columna. Será breve.
El conflicto viene de lejos: las primeras limpiezas étnicas a gran escala se retrotraen al año 2003. Entonces, milicias conocidas como Janjawid, con el apoyo de fuerzas gubernamentales, se dedicaron a arrasar poblados y masacrar y violar a gente de la etnia masalit y fur.
El mundo hizo entre poco y nada por detener la masacre. La ONU respondió tarde, en 2007, con una misión de paz para garantizar la llegada de ayuda humanitaria y proteger a los civiles. Para entonces, los Janjawid ya habían asesinado a 200.000 personas.
La Corte Penal Internacional abrió en 2005 un proceso por genocidio y crímenes de lesa humanidad. El entonces presidente de Sudán, Omar al Bashir, tiene orden de arresto internacional desde 2009. Se han opuesto a la orden Rusia, China, la Liga Árabe y la Unión Africana. La multipolaridad es que cada uno defienda a sus genocidas.
Como otros conflictos subsaharianos, el de Darfur es complejo. Tiene que ver con el enfrentamiento entre agricultores sedentarios (los nativos de Darfur) y pastores móviles (abbala, baggara y parte de los zaghawa). Las relaciones entre ambos se han deteriorado mucho en el contexto de crisis climática y desertificación que sufre el Sahel y que alienta la violencia en toda la región.
A todo ello se añaden cuestiones culturales: los baggara se perciben a sí mismos como árabes, frente a las comunidades indígenas. Ambos, sin embargo, son musulmanes. Darfur fue, de hecho, un importante sultanato desde la Edad Media hasta 1916. Y aquí entra otro factor más: el colonialismo británico.
Los británicos cometieron el error de integrar Darfur en la colonia del Sudán Angloegipcio- con otros territorios dispares e incluso enemigos -como los habitados por las comunidades de Sudán del Sur. Tras la independencia de Sudán en 1956, las guerras civiles han asolado el país sin descanso. Es un Estado que nunca debería haber existido. Un monstruo colonial como tantos otros.
El genocidio en Darfur se reactivó con el colapso de Sudán en 2023 y su reparto entre las RSF y las fuerzas gubernamentales. Ambas han cometido crímenes, pero los primeros se llevan la palma. Los Masalit son las principales víctimas del nuevo genocidio. Las RSF han matado incontables miembros de esta etnia y han violado sistemáticamente a las mujeres, incluidas niñas. Las horrorosas escenas que vemos estos días son de la caída de El Fasher, pero ya se han vivido otras similares: por ejemplo, en Geneina en abril de 2023.
El Fasher llevaba sitiada meses. Sabíamos lo que iba a pasar, pero no se hizo nada. En noviembre de 2024 Rusia vetó un acuerdo de la ONU para un alto el fuego y la protección de civiles. Emiratos Árabes Unidos apoya desde hace años a las RSF, como parte de su plan expansionista en el noreste de África. China se lucra vendiendo armas a ambos contendientes. Mientras, las pilas de cadáveres no paran de crecer.
Existe una diferencia entre los genocidios de los años 90 y los actuales. Y es que los de los años 90 todavía abrieron telediarios, nos escandalizaron aunque ocurrieran en sitios lejanos (Ruanda, Sierra Leona, Timor), se movilizaron recursos, se desplegaron cascos azules, se crearon tribunales, se llegó a acuerdos internacionales. Se hizo muy poco, pero se hizo algo.
Ahora no. La geopolítica más sucia y la indiferencia triunfan en el mundo. Contra la geopolítica quizá no podamos hacer mucho. De la indiferencia, en cambio, solo nosotros somos responsables.


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