16/6/22
Boletín corsario. 15 de junio de 2022. Aristóteles y un salmonete fumando rubio.
Cuenta Manuel Vicent que un día pidió en un restaurante unos salmonetes de roca, que como todo le mundo sabe van fritos y la caricia del aceite hirviendo convierte su piel en un velo crujiente que esconde una carne blanca y firme, de sabor sutil y con el prestigio de la pesca de bajura.
Estaba Manuel tan contento cuando al morder descubrió que el humilde manjar guardaba una sorpresa en la tripa: una colilla de Winston.
“Entonces atribuí a un capricho el que hubiera salmonetes que fumaran rubio, pero hoy los peces no sólo fuman, se tragan el humo y lo expulsan por las agallas, también comen ya toda clase de plásticos”, escribe en Postrimerías, artículo recogido en el último número monográfico de la revista Litoral, dedicado al Mediterráneo.
“El mar podrido es ahora el espejo deformante donde se refleja nuestro inconsciente colectivo”, dice Vicent.
Es de suponer que el mar estaría más limpio y feraz en tiempos de Aristóteles. Hemos estado leyendo La senda de Aristóteles, un ensayo de Edith Hall –de quien ya nos gustó mucho Los griegos antiguos– sobre cómo las enseñanzas del Estagirita nos pueden valer para conducirnos virtuosamente en el mundo actual.
Aris, pásame el curriculum: buf, pon que fundé el Liceo en Atenas ya mayorcito, que fui el instructor de Alejandro Magno y de Ptolomeo, que si me llaman peripatético es porque pienso mientras camino, que me gusta filosofar pero no le hago ascos a las cosas buenas del cuerpo y que escribí de todo un poco: física, poética, retórica, política. Que en el instituto te enseñan el galimatías ese de la lógica de A, B y todo eso y que el cachondo de Umberto Eco saca en El nombre de la rosa un libro perdido mío que iba sobre la risa y que un monje medieval destruye porque, bueno, por lo mismo que destruyeron la biblioteca de Alejandría que puso en marcha aquel discípulo mío llamado Demetrio de Falero. ¿Cómo te quedas?
Ha salido un poco Testimonios chanante. Pero la idea es que tenemos incrustada una capa aristotélica en el cerebro ya sea razonando o contando historias o preguntándonos por el origen de las cosas. El idealismo de su maestro Platón impregnó la cultura cristiana, de vez en cuando reverdecen los dogmas de los estoicos, los cínicos y otras escuelas similares. Pero Aristóteles siempre está ahí, como en segundo plano. Fue práctico: construyó sistemas, pensó la realidad y la condición humana, vio la virtud personal como algo en lo que poner un empeño constante si queremos vivir en común armoniosamente y que la polis no se destruya y el mar no de llene de colillas.
“Uno no puede obtener dinero del tesoro común y, a la vez, honor”, escribe.
Hall nos conduce por su pensamiento y su vida, buena divulgación humanística. Perfecta para un verano provechoso.
Lógicamente, tus libreros te envían un saludo.
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