jueves, 19 de enero de 2023

Recuperando a Adam Smith: genealogía de un engaño, de Hugo de Camps Mora

 19/10/2022   CTXT.ES

Una lectura atenta revela que la obra del economista escocés no puede usarse para justificar el discurso neoliberal contemporáneo. Hugo de Camps Mora 



La gran mayoría de izquierdistas observan con recelo la figura de Adam Smith, uno de los grandes intelectuales de la ilustración escocesa. Concretamente, su popular metáfora sobre la “mano invisible” se relaciona casi automáticamente con la hoja de ruta del neoliberalismo. En gran parte, que se vincule a Smith con la derecha económica tiene mucho sentido. Desde mediados del siglo XX, se ha usado su obra para legitimar una multitud de programas de mercantilización de la sociedad. Un ejemplo relativamente reciente es que, en 2010, estudiantes norteamericanos de diferentes Masters in Business Administration (MBA) formaron The Adam Smith Society, un think-tank que enaltece las virtudes de la liberalización económica. El consenso sobre la interpretación de la obra de Smith, de hecho, es tan grande que hasta muchos de los economistas críticos con el neoliberalismo la aceptan. El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, por ejemplo, argumentó que Smith es el máximo representante de la “fantasía neoliberal” contra la que hay que combatir. Teniendo en cuenta el uso tan burdo que se hace de la obra de Smith –a saber: ‘cuanto menos Estado mejor’, al margen del cuándo, el cómo y el dónde–, cabe preguntarse si se le está haciendo justicia. ¿Puede realmente resumirse su obra en tan simple consigna?

De no ser así, interpretar la obra de Smith (o mejor dicho reinterpretarla) permitiría revelar un uso deshonesto y oportunista de la misma. Y aunque comprendería que el lector de estas líneas entendiese este ejercicio como una mera diversión intelectual, sin trasfondo político, no lo es. Analizar la obra de Smith detalladamente contribuye a dejar al adversario sin un mito fundacional que tan comúnmente usa para legitimar sus propuestas. Sin uno de los fundamentos teóricos que reviste los procesos de mercantilización contemporáneos con una pátina de intelectualidad, es más difícil de legitimar el afán de lucro que se esconde tras estos. Criticar la interpretación hegemónica de Smith, pues, es parte de la guerra cultural que deben librar las izquierdas, y es lo que me propongo hacer a continuación.

Smith nace en Kirkcaldy, Escocia, en 1723. Siendo catedrático de filosofía moral en Glasgow, en 1759, publica la Teoría de los Sentimientos Morales, que siempre consideró su obra más importante. A pesar de sus consideraciones personales, hasta la publicación de La riqueza de las naciones, en 1776, no se convierte en un autor clave en la historia intelectual: el padre de la economía moderna. Inicialmente, su legado siguió cauces muy distintos a los que cabría presuponer en base a sus más actuales valedores: las ideas de Smith fueron reivindicadas por pensadores radicales y revolucionarios liberales como Nicolas de Condorcet, Thomas Paine o Mary Wollstonecraft, que contribuyeron a asentar las bases ideológicas de la actual izquierda política.


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La división del trabajo que provocan los mercados, señala, vuelve a las personas estúpidas e ignorantes, y las degrada moral e intelectualmente. Para evitar que esto ocurra, Smith considera que el Estado debería intervenir en la sociedad para garantizar el acceso a la educación de sus ciudadanos.

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Para Smith, independientemente del poder adquisitivo del que dispongan las personas, el Estado debe intervenir para que se les trate como ciudadanos de pleno derecho (que tengan igual acceso a la justicia, a infraestructuras básicas y a instituciones educativas).
 

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