jueves, 5 de enero de 2023

Utopía, de Tomás Moro (1478-1535) . Introd. de Fernando Broncano

 11/9/20

Un libro siempre recomendable, pero más ahora en tiempos de distopía: Utopía, de  Tomás Moro, un texto cuya primera parte satírica habla de Londres y cuya segunda parte, visionaria, habla de Utopía, una península que el rey Utopo convirtió en isla poniendo a trabajar a todo el mundo. No sabemos quienes vivieron antes de la colonización, solo que se llamaba Abraxa. Toda utopía es una ventana a una distopía, y a la inversa, toda distopía expresa un impulso de futuro.


Esta edición de Ariel va acompañada de dos maravillosos ensayos. El primero de China Melville, el izquierdista inglés que es además un enorme novelista de ciencia ficción. El segundo, de Ursula K. Le Guin, la gran y llorada escritora ecoanarquista de ciencia ficción. Dejo aquí, para abrir el deseo de leer, esta cita de China Melville comentando Utopía:
"¿Es la utopía de Moro el esbozo de una utopía, una sátira u otra cosa? Como si fueran excluyentes. Como si todas las utopías no fueran siempre todo lo anterior, en grados que varían tanto según el contexto de su recepción como el de su creación. El impulso peligroso, la distopía en la utopía, por tanto, no se encuentra sólo en el impulso en sí, aunque ciertamente puede darse ahí, sino en la realidad: esa proximidad de la isla a la costa. Trágicos que han hecho las paces con el poder, los progresistas advierten ruidosamente contra el utopismo desde abajo (a menudo cargados de sentimentalismo hacia su propio y difunto radicalismo, y llorosos ante su nuevo realismo); a su lado, los derechistas duros y radicales del poder y la opresión sueñan sus propios sueños de la vida buena, las arcadias supremacistas. Y los que gobiernan, más poderosos y tradicionalmente menos locuaces que sus apólogos, configuran y ponen en práctica con calma sus propias utopías, en las que aquellos a los que gobiernan no tienen más opción que vivir, servir y morir. Éstos son algunos de los límites de la utopía. Pero el hecho de que el impulso utópico siempre esté manchado no significa que pueda o deba rechazarse ni que tengamos que predisponernos contra él. Es tan inevitable como el odio, la rabia y la alegría, e igual de necesario. El utopismo no es esperanza, ni, menos aún, optimismo. Es necesidad, y es deseo. De reconocimiento, como todo deseo, y/pese de/a los detalles concretos de sus fantasías y programas, también; y, sobre todo, deseo de mejora social sin más. De alteridad, que es algo distinto de la agotadora mentira social. De descanso. Y cuando las grietas en la historia se abren lo bastante, ese impulso puede incluso abrirlas un poco más.
Melville, Ch. "Introducción" a Tomás Moro, Utopía, Ariel 2016

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