martes, 11 de abril de 2023

CTXT.ES La falacia de las renovables y el cambio climático, de Manuel Casal Lodeiro

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Afirmar que las energías renovables son la solución al cambio climático se ha convertido en un lugar común. Sin embargo, ante la expansión acelerada de su instalación conviene preguntarnos si tras ese lugar común existe una realidad contrastable o estamos, por contra, ante un mito más de eso que se ha venido en llamar la descarbonización de nuestras sociedades.  

(...) Pues bien, entonces la prueba del algodón para saber si las pseudorrenovables sirven realmente para combatir el cambio climático sería preguntarnos, en primer lugar, si reducen las emisiones. ¿Construir, instalar y operar una turbina eólica, por ejemplo, retira carbono de la atmósfera? ¿Lo hace un panel fotovoltaico? La respuesta es que no, no están hechos con ese objetivo, sino para generar electricidad a partir de la captación que realizan de flujos de energía presentes en la Naturaleza. De hecho, para su construcción se necesita quemar cantidades importantes de combustibles fósiles, lo cual contribuye... ¡a empeorar el cambio climático! Precisamente una instalación “masiva y en tiempo récord” como la que reclaman algunos, de este tipo de SiNRER lo que causaría es una aceleración de las emisiones y un empeoramiento a corto plazo de la perturbación climática, como ha señalado, entre otros, un equipo experto en la modelización de los diversos caminos hacia una Transición Energética, el grupo GEEDS (Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas) de la Universidad de Valladolid.

Descartado, pues, que las mal llamadas renovables contribuyan a combatir el caos climático de esta primera manera, quedaría responder a una segunda pregunta: ¿pueden capturar carbono de la atmósfera? La respuesta, de nuevo, es evidente: no pueden hacerlo puesto que no están diseñadas para eso. Retirar carbono es algo que tan sólo pueden hacer ciertas partes de la biosfera (los árboles, un suelo vivo, las turberas, etc.) o, al menos en teoría, ciertos artilugios y sistemas inventados o por inventar por los seres humanos con dicho fin, y que se suelen denominar en la bibliografía técnica y en los documentos del IPCC, sistemas CCS (carbon capture and storage). Pero los eólicos, las placas solares, etc. no son CCSs. Así pues, tampoco ayudan retirando emisiones.

La conclusión entonces es clara: las instalaciones de las llamadas energías renovables (en realidad pseudorrenovables, puesto que requieren materiales y energías no renovables para su construcción y sustitución) no sirven para combatir el cambio antropogénico del clima que nos está conduciendo a la extinción. Pero entonces, ¿cómo se explica que sectores del ecologismo, incluso divulgadores científicos de prestigio, activistas y prácticamente toda la clase política al unísono coincidan en defender esa falacia y, en consecuencia, reclamar políticas de implantación masiva de eólicos, fotovoltaica y sistemas asociados como el hidrógeno o el coche eléctrico?

(...) Será solamente entonces, sobre esta base de una nueva realidad material y social, que podremos formular entre todas y todos, cuántas turbinas eólicas, paneles fotovoltaicos, coches eléctricos o barcos de hidrógeno necesitamos construir. Pero llegados ahí ya no lo haremos con la falsa ilusión de estar “luchando contra el cambio climático”, sino que, con el freno ya puesto a este peligro en una sociedad que ya no necesitará crecer y que consumirá muchísima menos energía, podremos decidir si necesitamos ese tipo de tecnologías para satisfacer necesidades reales y concretas de las comunidades o si estas ya no merecen la pena.

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Manuel Casal Lodeiro es coordinador del Instituto Resiliencia. 

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