El año 2022 se cerró como el más cálido de la historia, pero también como uno de los más secos desde que hay registros. Las lluvias han sido escasas y los pantanos de España siguen lastrados por la falta de agua en algunos puntos del mapa. En Catalunya, de hecho, la Generalitat ha tenido que decretar esta semana la excepcionalidad por sequía en pleno invierno. En Andalucía, los datos del Ministerio para la Transición Ecológica evidencian problemas graves en las cuencas del Guadalquivir y del Guadalete-Barbate, con los embalses al 25% y 29%, respectivamente. Esta crisis deja ya algunos problemas en materia de empleo agrario, tal y como lamentan los sindicatos del campo.

La última encuesta del SEPE publicada esta semana anuncia una bajada del empleo agrario de casi un punto (0,9%), con 1.138 personas desempleadas más que en enero y con un 25,12% de parados más que en febrero de 2022. Desde CCOO denuncian que los efectos de la sequía y las consecuencias paulatinas de la crisis climática están amenazando al sector y llevando a unas campañas agrícolas cada vez más estrechas que llevan a muchos a huir del campo en busca de trabajo en otros sectores. 

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"Ha sido un año climatológico muy raro y eso ha hecho que en algunas partes como en Andalucía o en Extremadura se haya tenido que trabajar menos jornadas para acceder al subsidio agrario. En 2021 eran 35 jornadas y en 2022 han sido sólo diez", expone Vicente Jiménez Sánchez, responsable del sector agrario en CCOO-Industria. "Las campañas son cada año más cortas y la gente se termina yendo a otros empleos", agrega.

Los cultivos de secano han sido los que más han visto menguar sus rendimientos. El olivar, por ejemplo, es uno de los grandes afectados a nivel de cosecha, pero la disponibilidad del agua también ha repercutido en 2022 en algunas plantaciones de regadío que han tenido que recortar las aportaciones de agua en el Duero, Guadiana y Guadalquivir durante buena parte del año. Los herbáceos, según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) llegaron a caer en producción hasta un 25%. Todo ello con un incremento de costes asociados a la crisis energética que ha lastrado la producción de cítricos en el levante, ya que el gasto en desaladoras para regadío ha llegado a disparar los precios más de un 30%.

La huella de la crisis climática

Las sequías siempre han estado integradas dentro de la climatología española, pero la crisis climática está alterando la forma en la que se reproducen. Cada vez son más recurrentes y virulentas. Los pronósticos no son buenos: la Oficina Española de Cambio Climático habla de una caída de la producción de hasta el 50% de aquí a 2030 para algunos cultivos de regadío como el maíz o la remolacha, y del 7% para los olivares. Pero este no es un problema a futuro, sino de presente. Y lo demuestra la caída de empleo agrario anunciada por el SEPE, pero también los cálculos de las organizaciones del sector que hablan de una caída media anual de la producción del 6%.

Andrés Muñoz, responsable de la campaña de Soberanía Alimentaria de la organización Amigos de la Tierra, muestra su preocupación por los retos que plantea el cambio climático al sector agropecuario español. A su juicio, el modelo que hoy impera, el de grandes propietarios agroindustriales, no es compatible con mantener los puestos de trabajo a medio plazo. "La única manera de poder seguir generando empleo en una calidad acorde a los estándares de derechos laborales y humanos es apostar por una transición agroecológica", dice (...)