George Orwell nunca se tomó un café en Huesca, aunque sí dejó por escrito la promesa de hacerlo si un día regresaba a España, donde a comienzos de la guerra civil pasó seis meses, casi cinco de ellos en tierras oscenses, que le cambiaron una vida que estuvo cerca de perder por un disparo y que resultaron fundamentales para perfilar el antitotalitarismo que marcaría su obra literaria.
¿De dónde viene esa historia del café? Él mismo la dejó escrita en el cierre del cuarto capítulo de Homenaje a Catalunya, la obra más veces reimpresa de las escritas sobre la guerra civil española, donde narra el traslado de su unidad de las milicias del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) desde el frente de Los Monegros, al que habían llegado el 3 de enero, al cerco de Huesca, al que se incorporarían el 16 de febrero tras "un viaje de 90 kilómetros a través de la planicie invernal".

"A cuatro kilómetros de nuestras trincheras, Huesca brillaba pequeña y clara como una ciudad formada por casas de muñecas. Meses antes, cuando cayó Siétamo, el comandante general de las tropas gubernamentales había comentado alegremente: Mañana tomaremos café en Huesca. Resultó estar equivocado. Se produjeron sangrientos ataques, pero la ciudad no cayó, y Mañana tomaremos café en Huesca se convirtió en una broma en todo el ejército. Si alguna vez regreso a España, no dejaré de tomar una taza de café en Huesca", recoge una de las traducciones del original, en un párrafo que en otras concluye con un "si alguna vez vuelvo a España, prometo firmemente tomarme un café en Huesca".

El autor de dos textos fundamentales para la izquierda democrática, como Rebelión en la granja 1984, nunca volvió, algo que sí han hecho en varias ocasiones parientes suyos como su hijo Richard Blair, miembro de una familia con evidentes vínculos sentimentales con Huesca y que suele desplazarse cada dos años a los escenarios de la peripecia bélica de su padre por la ciudad de Barcelona y la provincia altoaragonesa (...)