sábado, 10 de agosto de 2024

CTXT. La jauría mediática que estafó a la democracia, de Miguel Mora

Miguel Mora 15/07/2024

 Muy pocos medios se atrevieron a contar, investigar y denunciar la persecución a Podemos cuando estaba pasando. Reconstruir ahora dos años de guerra sucia está muy bien, pero los criminales ya ganaron

Ignacio Escolar junto a Eduardo Inda y Francisco Marhuenda, entre otros, durante un debate sobre la financiación de Podemos. Mayo de 2016. / La Sexta



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CTXT habló por primera vez de la máquina del fango en junio de 2015. Antes, en nuestro primer número, publicado el 15 de enero de 2015, titulamos así una entrevista de 20 páginas con Íñigo Errejón, entonces número dos de Podemos: “La campaña de infamias y acoso va a ir a más”.

Este era el fragmento:

P. ¿Qué esperan de PSOE y PP? ¿Rivalidad, pánico, más ataques?

R. Creemos que la campaña del miedo va a ser todavía más dura. Vamos a vivir un año terrible, la campaña de infamias y de acoso irá a más. ¿A qué nos van a retar ellos? ¿A discutir de política? ¿Tal como está el país y con sus capacidades? No nos van a buscar ahí. ¿Dónde nos van a buscar? En desgastarnos, en que no lleguemos políticamente vivos o intelectualmente sanos a la cita de noviembre. Así que vamos a tener un año infernal y va a ser difícil aguantar. Pero hemos dicho muchas veces que lo importante no es que Podemos gane. Lo importante es que esa grieta que Podemos es capaz de abrir y de capitalizar sea llenada por mucha energía y creatividad popular. Si no es a lomos o a hombros de esa energía y creatividad popular, no se llega; y si llegas, llegas cercado.

Desde las elecciones europeas de 2014, en las que Podemos fue la cuarta fuerza en porcentaje (7,98%), con 1,24 millones de votos y 5 escaños, la persecución mediática a la formación morada y a sus votantes era un secreto a voces. Todos los periodistas medianamente informados sabían lo que había. El 15M había generado pánico en las élites españolas y en la Unión Europea, y ahora aquellas mareas transversales de malestar contra el austericidio europeo y la corrupción estructural del Régimen del 78 habían saltado a la arena política.

Partidos y medios rebuscaban tuits comprometedores para escarbar en el pasado de aquellos descamisados, tratando de aplicar desde el primer minuto la ley del son todos iguales. El PP de Rajoy todavía gobernaba, pero las encuestas eran cada vez peores. Podemos y sus aliados eran una tendencia cada vez más pop que amenazaba con superar al PSOE y con romper el turnismo bipartidista, mientras la monarquía se hundía en el descrédito y las oficinas de empleo seguían llenas de gente: crisis absoluta, económica, política, social e institucional.

Alguien tenía que hacer el trabajo sucio para evitar lo que parecía inevitable. Y se encargó Jorge Fernández Díaz, el ministro del Interior, miembro del Opus Dei, con la ayuda de su número dos, Francisco Martínez, la colaboración estelar del comisario y negociante Pepe Villarejo y la participación de un batallón de mandos y agentes de la Policía Nacional.

Pronto empezaron a salir en las agencias y las portadas los primeros escándalos: la beca de Errejón en Málaga, las facturas de Monedero y enseguida la financiación de Maduro a Iglesias… Los medios privados y públicos colaboraron de una forma u otra en enviar a la opinión pública el mensaje fundamental: los dirigentes morados eran tan humanos, imperfectos y corruptos como todos los demás, y además querían llevarse Las Meninas del Prado, iban a expropiar las segundas residencias y se financiaban ilegalmente en lejanas dictaduras bolivarianas o islamistas. Y la cosa iba calando. Recuerdo a una catedrática de Historia del Arte muy ilustre contar con toda seriedad el bulo de Las Meninas en una cena madrileña.

Muchos medios supuestamente progresistas no escaparon de la histeria. La Sexta de Ferreras, El País dirigido por Antonio Caño, la SER, ElDiario.es, Infolibre… Unos en mayor medida y con mayor saña que otros, lo cierto es que todos jugaron el papel de fieles perros guardianes del poder establecido en aquellos años.

Los periodistas afines al PSOE, habituados al viejo sistema bipartidista de control de medios (presiones, favores, cenas discretas, publicidad a mansalva), se acomodaron y asumieron como propio, veraz y plausible el relato manipulador que el PP creó para combatir a los “antisistema”, revictimizando así a las víctimas; unos con tibieza y disimulo, otros tirando de despliegues gráficos y marcas de agua en los PDFs para demostrar que ellos también tenían el Informe PISA, difundido por Antonio Demasiado Burdo Ferreras con su sutileza natural. El caso es que ninguno entre esos medios teóricamente contrarios al PP fue capaz de levantar la mano a tiempo para intentar detener aquella persecución. Que yo recuerde, Iñaki Gabilondo y muy pocos más.

No nos engañemos. Muchos de los que ahora gritan escándalo y presumen de tener acceso al sumario del juez Pedraz sobre el espionaje sufrido por los diputados de Podemos y sus socios en 2015 y 2016 renunciaron entonces a hacer verdadero periodismo y eligieron representar un simulacro. Por eso siguieron colaborando durante años en el circo de cinco cloacas teledirigido por Ferreras y Mauricio Casals, el príncipe de las Tinieblas, cobrando estupendos salarios del Grupo Planeta.

Estos beatíficos salvadores de la democracia daban una pátina de seriedad a lo que solo era un Sálvame político de baja estofa en el que la verdad era lo de menos. Ellos impostaban un tono profesional y sensato a sus réplicas, y así parecían maestros del rigor y príncipes de la politología frente al trío Ferreras, Inda y Marhuenda. Pero no nos engañemos: ellos, los que hacían frente con tanta prosopopeya a los corruptos, también eran régimen, y también tenían pánico a Podemos, y también se comportaron como corruptos puesto que se sentaban a la mesa con otros corruptos.

Tras las elecciones de diciembre de 2015, cuando el PSOE, Podemos y sus aliados suman 159 diputados, nuestra formidable prensa progresista decidió obviar el estupendo resultado alcanzado por las izquierdas y se puso a trabajar sin descanso por un acuerdo PSOE-Ciudadanos. El golpe a la democracia llevaba un año y medio en curso, pero la ciudadanía no se rendía. Los cinco millones de votantes de Podemos convirtieron la primera etapa de la guerra sucia en un fracaso.

Como contó El Salto, el 12 de enero de 2016, un día antes de que se constituyeran las Cortes y en pleno debate sobre los posibles pactos de gobierno, Ferreras e Inda sacan a la luz las primeras informaciones sobre el llamado informe PISA (Pablo Iglesias Sociedad Anónima). Los medios teóricamente serios no tardan ni unas horas en hacerse eco.

Lo que vino después es bien sabido. En la repetición de las generales del 26 de junio de 2016, Podemos e Izquierda Unida acuden unidos y obtienen 5.049.734 votos. Algo más de un millón menos de lo que alcanzaron por separado en diciembre de 2015. La campaña de la jauría mediática siguió funcionando a pleno rendimiento al menos hasta 2024. La Vanguardia, RTVE, la SER… Nadie se libraba del tsunami intoxicador. Hasta 2019 no habría forma de que Pedro Sánchez aceptara formar con Unidas Podemos el primer gobierno social-comunista desde la II República.

Nuestra comunidad de suscriptores sabe bien que en CTXT jamás nos hicimos eco de aquellos bulos, ni cooperamos en los frecuentes intentos de asesinatos de carácter de los dirigentes; primero, porque eso no es y nunca ha sido periodismo, segundo porque éramos radicalmente libres y no nos jugábamos nada más que nuestro modesto prestigio, y tercero porque uno de nuestros principios insobornables nos impide debatir sobre derechos humanos, y mucho menos con poceros de las alcantarillas ni con quienes participan en foros dedicados a la desinformación. No tratamos con manipuladores, ni con cínicos ni con mentirosos.

Quienes se plegaban noche tras noche y mañana tras mañana a discutir sobre los infundios ni intentaban salvar la democracia ni respetaban el oficio ni nada parecido: solo daban carta de naturaleza a insinuaciones, mentiras y rumores, y contribuían a dar apariencia de veracidad a informaciones que nadie había contrastado, y que o bien eran falsedades o bien eran inventos o las dos cosas. Si el día que Inda presentó el Informe PISA en el programa de Ferreras, algunos periodistas y analistas con fama de ser honestos y decentes se hubieran levantado de la mesa, la próspera industria del bulo habría muerto nada más nacer. Pero no se levantó nadie.

Al revés. Durante estos años, en CTXT hemos señalado, con nombres y apellidos, a los autores de los bulos, a sus jefes en la sombra y a sus cómplices en los medios y las cloacas judiciales, policiales y empresariales. No hay ningún mérito especial en eso; otros, como Público, también lo hicieron; el problema es que muchos teóricos compañeros de profesión decidieron practicar una letal, cobarde e interesada dejación de funciones: y en vez de aislar a los colegas corruptos y mandarlos a la basura, siguieron debatiendo con ellos como si tal cosa.

Esta es la triste realidad del periodismo y del tertulianismo progresista que más éxito ha tenido en la última década: prefirieron acomodarse al interés del poder bipartidista y a los deseos del IBEX, y mirar hacia otro lado en vez de negarse a colaborar con los delincuentes y ponerse a investigar lo que pasaba y contar cómo se fabricaban y difundían las falsedades de la guerra sucia. La mejor prueba de esto es que estos nuevos guardianes del poder, estos nuevos héroes de la libertad de prensa a favor del Régimen del 78, jamás han osado criticar en público o abandonar a los corruptos que les pagaban el sueldo y con quienes compartían, y comparten todavía en algunos casos, los platós y las cenas.

La buena noticia, para algunos de ellos, es que se han hecho ricos, influyentes y famosos. Estos libertadores que hoy gritan escándalo recaudan millones de publicidad del IBEX cada año, tienen docenas de miles de suscriptores y dan trabajo a cientos de periodistas. Bien por ellos. Nosotros, tan listos, tan románticos y tan pacatos, somos mucho menos famosos y mucho menos ricos. Ingresamos 70.000 euros de publicidad al año y vivimos felices y tranquilos con nuestros 7.000 suscriptores y en una redacción de 9 personas. La parte buena es que, en el asunto de la persecución ilegal a Podemos, llegamos diez años antes que ellos a las noticias.


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