Cuando Matilde Padín decidió operarse para elevarse los pechos la recibió una comercial, no un cirujano. “Quedamos, me hizo el dibujo de cómo iba a quedar y me pidió las nóminas para financiar la cirugía. Lo primero es venderte el producto. Las pacientes somos dinero. Lo que vino después, ay, si lo hubiera sabido...”, dice esta murciana de 48 años que lleva meses a la espera del juicio contra la clínica que la intervino en 2017. Ocho años después, uno de sus pechos se sostiene gracias a una malla de titanio que le colocaron en la sanidad pública tras siete operaciones privadas con “resultados desastrosos”, recoge la demanda a la que ha tenido acceso elDiario.es.