lunes, 2 de junio de 2025

CTXT. Carta a la comunidad 404 I Gerardo Tecé: Un protocolo

 10 may 2025


Querida comunidad contextataria,

 

Después del célebre apagón me puse a hurgar un poco en mi ansiedad –cada uno aprovecha su tiempo libre como le apetece– leyendo sobre el evento Carrington. A lo mejor les suena. Se llamó así a la mayor tormenta solar –sí, en el Sol también hay tormentas– de la que existen registros. Era 1 de septiembre de 1859. Un jueves cualquiera en el que la masiva llegada de partículas magnéticas expulsadas por la estrella que nos da la vida descendió sobre nuestro planeta cargándose todos los sistemas de telégrafo, que era la poca tecnología que manejábamos por aquel entonces. No fue un gran drama. La dependencia era mínima y las crónicas se quedaron con la parte bonita: durante los tres días que duró la tormenta pudieron verse auroras boreales en sitios tan poco frecuentes como el Caribe. Un espectáculo, contaban. Si hoy se diese un fenómeno como aquel, las crónicas no podrían quedarse ni con lo bonito ni con lo feo, ya que las crónicas no podrían ser publicadas. Semanas, meses o años después –dependería del daño sufrido por nuestros sistemas tecnológicos– los arqueólogos encontrarían en los cajones de las redacciones borradores de aquella noticia que nunca pudo ser enviada ni publicada. En ellos se hablaría de que estaríamos, posiblemente, ante la mayor crisis enfrentada por la humanidad. Sin satélites, telecomunicaciones, ni redes eléctricas, el planeta entraría de un día para otro, como el que se cae por un agujero, en la Edad Media. Sin billete de vuelta. Como un Mazón cualquiera en El Ventorro, todos quedaríamos absolutamente incomunicados.

 

      Los científicos opinan dos cosas sobre el evento Carrington. La primera es que solo es cuestión de tiempo que este fenómeno natural extremo se repita, y la segunda es que no puede saberse cuándo se repetirá. Más allá de la lógica angustia vital que me genera la posibilidad de vivir algo así, me pregunto qué pasaría con los lectores de CTXT que, habiendo pagado su suscripción ese año, se quedasen con el ordenador, la tableta y el teléfono en negro y con la sensación de haber sido estafados. Cuando metí mi número de tarjeta para apoyar el periodismo libre, no dijeron nada sobre que se venía una crisis civilizatoria, al final son todos iguales, se quejaría más de uno. Es por esto que necesitamos establecer un protocolo. Sin internet, luz, telefonía ni satélites durante un tiempo indefinido, nos tocaría iniciar un lento proceso de reconexión entre nosotros, la gran familia de CTXT. Lectores, suscriptores y periodistas deberíamos comenzar por identificarnos mutuamente mediante algún distintivo sencillo. Nunca he estado en un apocalipsis, colapso global o crisis civilizatoria, pero imagino que, mientras luchas por tu supervivencia, ponerte a hacer manualidades demasiado complejas dará cierta pereza. Camisetas blancas con una gran C de Contexto dibujada en el pecho bastarían. Camiseta para salir a la calle en busca de alimento o agua o camiseta colgada de las ventanas o balcones para que, si pasa por la zona otro miembro de esta familia digital, sepa identificar que en esa casa tiene un amigo.

 

      Al ir encontrándose, estaría bien ir generando un registro con nombres y direcciones. Ir montando una lista de miembros sin miedo a vulnerar la Ley Orgánica de Protección de Datos, porque alguna ventaja tiene que tener vivir en el caos global. Agustín, fontanero y suscriptor desde octubre de 2021, vive en la calle Mayor número 8, 3ºD, al telefonillo no lo llames porque no funciona. Cada semana, los miembros de CTXT de la localidad podrían concretar sitio y hora para verse, organizarse y dar la bienvenida a nuevos lectores y suscriptores localizados. Cuando el número de miembros fuese de varias decenas, lo lógico sería comenzar a darle a eso cierta forma de organización, empezando por elegir a un líder que se encargase de los asuntos relativos a la comunidad local de amigos de CTXT. Asuntos que irían desde organizar las reuniones hasta diseñar métodos de ayuda mutua o interponer demandas colectivas contra esta revista porque hace ya más de seis meses que, habiendo pagado la cuota, no publica nada de nada. Sabiendo que los suscriptores y miembros de este medio son personas que mayoritariamente comulgan con una ideología de izquierdas, mucho nos tememos que en la configuración de los liderazgos al frente de la comunidad contextataria podrían producirse roces que irían derivando en pequeñas batallas internas, hasta acabar en graves crisis con escisiones en la Familia CTXT que darían lugar a subcomunidades con nombres del tipo “Familia Auténtica CTXT-Agustín, cabrón”. Traten de evitarlo, por favor.

 

      Formada una comunidad estable y funcionando los protocolos de resocialización consistentes en detectarnos unos a otros, hacer quedadas y organizarnos, el siguiente reto de esta comunidad sería lograr que puedan recibir las columnas y artículos de viva voz mientras el sistema tecnológico planetario siga apagado. Si el nodo establecido en, por ejemplo, Barcelona es lo suficientemente operativo, no será difícil que alguno de sus miembros acabe por explicar en una de las reuniones que tiene un primo que a su vez tiene un amigo lector de la revista que sabe dónde vive Guillem Martínez. Se trataría de ir a buscarlo al portal para exigirle que baje –tendrían todo el derecho, la suscripción está pagada– y recite una crónica de cómo van las cosas.

 

      Brrrrrr, comenzaría Guillem, antes de pedirles a los asistentes que estén muy atentos al punto 17, que es donde mejor se explica cómo se está intentando, sin éxito por ahora, que salgamos de esta. Si ahí es donde mejor se explica, preguntaría un suscriptor después de una caminata de seis kilómetros hasta casa de Guillem y otros seis que le esperan de vuelta, ¿por qué no empiezas por ahí? ¿O por qué no llamas al punto 17 punto número 1? Una pregunta que provocaría el lógico enfado de Martínez y el amago de irse a casa, porque a un trabajo bien hecho y concienzudamente estructurado no se le toca una coma, ni aunque lo pida el mismísimo Carrington con un saco lleno de pilas. Alguno de los asistentes debería tomar nota escrita y llevarla a la próxima reunión para que, quien quiera, pueda copiarla y distribuirla. El último artículo de Guillem tuvo 45 copias por escrito, es una barbaridad, diría alguno tratando de cubrir de algún modo el trabajo del antiguo Analytics. Me llegan rumores de que Yayo Herrero está recitando análisis completísimos por la zona de Cantabria, diría otro. Guillem anunciaría que su próxima crónica será el domingo siguiente a las siete de la tarde en el portal de su casa, y ese calendario, la existencia de plazos informativos, quieras que no, constituiría el principio de una cierta vuelta al orden y la civilización.

 

      De momento hay luz, los satélites operan, internet fluye y la telefonía funciona. En Sevilla estamos de Feria esta semana. Mi pareja, que está de almuerzo en una caseta, me escribe preguntándome cuánto me queda para acabar esta carta porque el niño pregunta por mí: quiere ir a las atracciones. Me toca meterme en un autobús repleto de gente que se dirige hacia el recinto. Cuando llegue, todas las atracciones estarán funcionando a pleno rendimiento a ritmo de cinco euros el ticket. Para enfrentarse a este apocalipsis tampoco hay establecidos protocolos.

 

Gerardo Tecé

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