Esther Cabezas / Marcelo Sastre Eivissa —19 de mayo de 2025
Laura Moreno, la madre de Ilán Barbosa, el niño de 11 años que se suicidó por presunto acoso escolar en Eivissa en 2019, se muestra satisfecha por la reapertura del caso de su hijo, que se cerraba solo tres días después del suceso, y asegura que no va a parar hasta que se sepa “todo lo que pasó”. La mujer asegura que el trágico hecho fue fruto del bullying continuado que sufría por parte de compañeros de colegio y deportes, “hijos de docentes”. La mujer afirma que “la endogamia” de la sociedad ibicenca ha hecho que todo se esconda. “Pero ahora estoy preparada. Voy a llegar hasta el final”, asegura a elDiario.es.
Era la noche del 28 de agosto de 2019 en Eivissa, estaba casi todo preparado para las vacaciones después de un largo año de estudios, trabajo, temporada turística y campamentos de verano. Toda la familia estaba ilusionada con sus planes juntos, y la madre, autónoma con una empresa de servicios, terminaba los últimos flecos de un trabajo. Una llamada poco antes de ese momento le cortó la respiración en seco. “Ilán se ha quitado la vida”, oyó al otro lado. “Pensaba en que no me podía salir de la carretera, una carretera con muchas curvas. Tenía que llegar sana y salva a casa para atender a mi hijo. Cuando llegué, dejé el coche en mitad de la calle al ver a la policía, a mis padres y una gran aglomeración de gente en la puerta de mi casa. Pregunté por mi hijo y todos agacharon la cabeza”, explica Laura, la madre de Ilán, a elDiario.es.
“Desde entonces, solo pienso en lo que no hice, en por qué no denuncié la situación antes, en por qué no había defendido a mi hijo. Pero ahora aquí estoy y nadie me va a callar”, asegura. Desde la muerte del mayor de sus hijos las cosas no han sido fáciles para ella. Dejó la isla por un tiempo para poder gestionar todo y centrarse en sus dos gemelos que necesitaban atención psicológica. “Los niños vieron a su hermano fallecido. Mi foco era que ellos estuvieran bien”. El proceso ha sido duro y lo sigue siendo. Laura se rompe en varias ocasiones durante la conversación.
Solo pienso en lo que no hice, en por qué no denuncié la situación antes, en por qué no había defendido a mi hijo. Pero ahora aquí estoy y nadie me va a callar. Mis otros dos hijos vieron a su hermano fallecido. Mi foco era que ellos estuvieran bien
Ilán recorrió tres colegios. En el primero, en el que estuvo hasta los cinco años, empezaron a notar que tenía altas capacidades. A partir de los seis años, los padres de Ilán deciden matricular a su hijo en otro centro de Sant Antoni de Portmany. “Era un colegio elitista y clasista, con alumnos con padres profesores, políticos y policías. Yo pensaba que el niño se portaba mal, que era lo que me vendían los profesores, pero no era así”. La mujer recuerda que estuvo castigando al niño porque el profesor le decía que estaba llamando la atención, que se estaba comportando incorrectamente.
“El niño venía nervioso e inquieto del colegio, aunque él hasta ese momento era muy tranquilo, pero no le di más importancia. Ya en segundo empezó a verbalizar que le pegaban”. La madre habló con el tutor y mantuvo reuniones en la escuela. “Pero todos me decían que todo estaba bien, que era el niño que no era fácil. Yo en aquel momento confié en ellos. ¿Cómo vas a dudar de un docente? A mí siempre me enseñaron que los maestros cuidan de los niños”, argumenta.
El niño venía nervioso e inquieto del colegio, aunque él hasta ese momento era muy tranquilo, pero no le di más importancia. Ya en segundo empezó a verbalizar que le pegaban. Pero todos me decían que todo estaba bien, que era el niño que no era fácil. Yo en aquel momento confíe en ellos. ¿Cómo vas a dudar de un docente?
Según las investigaciones que ha llevado a cabo la misma progenitora en los últimos años, “cuantas más reuniones teníamos, más palizas recibía, incluso lo amenazaban con que me iban a hacer algo a mí”. En las pesquisas, Laura dice que ha descubierto que no sabía muchas cosas, como que estaba padeciendo ciberbullying. “Se cerró la investigación sin informarme, los dos abogados de oficio que tenía no hicieron su trabajo aprovechándose de mi vulnerabilidad”, lamenta.
Ahora su caso lo lleva un penalista de Madrid: Jorge Albertini, experto en derecho de familia y protección al menor. “El mejor que hay. Hablé con él. Me dijo que me podía ayudar. Llegamos a un acuerdo de plazos económicos para poderle pagar”, específica. Con la labor de Albertini, la pasada Navidad se reabrió el caso. “Voy a llegar hasta el final. En su momento no denuncié porque mi hijo no quería. Se lo propuse muchas veces cuando estaba en ese colegio, pero se negaba”, explica. La nueva defensa de la madre ha presentado nuevas pruebas que han servido para que la justicia reabra la investigación.
“A los ocho meses me repongo un poco y, hojeando la prensa, veo una noticia diciendo que había sido un accidente. Y ahí me sonó la mosca y pensé: 'Aquí hay algo'”, puntualiza. Laura se dedicó a cultivar una huerta como parte de su terapia y empezó a recabar testimonios; no tenía dinero para contratar a nadie. “Hice de policía judicial”, asegura. Además, buscó ayuda en la asociación NACE (No al acoso escolar), con la que trabaja desde entonces. “Hicimos una manifestación en Barcelona para visibilizar el caso de mi hijo y de otros que aún están por resolver”, cuenta. También se realizó el documental ‘Dolor Impune’ y otra manifestación en Eivissa.
“Tienen oportunidad de hacer lo que no hicieron en su momento. Posiblemente, moriré intentando conseguir justicia, porque ya sé que es muy difícil destapar todo esto. Los que hicieron la vida imposible a mi hijo son hijos de profesores y políticos, amigos de policías”, insiste. Según las investigaciones de la madre de Ilán, el acoso escolar continuado, tanto en el colegio como en los entrenamientos extraescolares y a través de internet, fueron la causa de su suicidio.
Posiblemente, moriré intentando conseguir justicia, porque ya sé que es muy difícil destapar todo esto. Los que hicieron la vida imposible a mi hijo son hijos de profesores y políticos, amigos de policías
“Todo se ha tapado por la endogamia de la sociedad ibicenca. Unos se tapan a otros, los profesores, los abogados, la policía y también algunos medios de comunicación que no han dado espacio al caso”, denuncia. “Me reafirmé en mis sospechas cuando una madre de uno de los compañeros de colegio de Ilán, en segundo, me confesó que su hijo era uno de los que le pegaba porque los hijos de los profesores le amenazaban con pegarle a él si no lo hacía”, relata.
“Les pedí que me ayudasen, que me iban a matar al niño”
Laura, muy preocupada por lo que le pudiera pasar a su hijo, asegura que lo puso en conocimiento del centro, que “no hizo nada” por proteger al menor. “Al revés, cuanto más me quejaba, más palizas había, más amenazas”, incluso, según ella, de los profesores. Estos no ejercían violencia física sobre el niño, “pero sí le agredían verbalmente”. Según la madre, uno de los docentes tenía un método de enseñanza atípico que suponía una presión grande sobre los menores. El profesor hacía juicios en clase donde se juzgaban las faltas que el alumnado cometía. “Por ejemplo, si dejaban el estuche abierto, si dejaban a más de tres milímetros la silla de la mesa, si no archivaban una hoja en el carpesano… les hacía escribir 60 veces, ‘no dejaré de poner una hoja archivada en el carpesano’. Tengo los escritos de prueba”, señala. Al parecer, según el testimonio de Laura, había niños que no aguantaban “el maltrato psicológico” y se iban del colegio.
“Los niños lloraban cuando salían a la pizarra de frustración y miedo por si se equivocaban. Uno de ellos se meó en la silla. Otro en su casa se llegó a poner un cuchillo en el cuello porque no quería hacer los deberes y no quería ir más al cole”. Ellos e Ilán se escondían en la biblioteca con otra docente para que no les pegasen. Sin embargo, la profesora nunca se quejó. “Porque esta gente tiene mucho poder. Los profesores que no infligían este acoso estaban controlados por ellos. Ellos dictan las normas allí. Algunos maestros se fueron del centro advirtiendo en la calle a las familias que no llevaran a sus hijos a ese colegio, tal y como se va a reflejar con testimonios”, dice.
Laura consiguió hablar con una de las profesoras de Ilán que abandonó el centro y que la llamó desde un número oculto. Según su versión, la maestra le aseguró que su hijo se “portaba muy bien” y que “era cariñoso”. Debido a esta endogamia que la madre asegura que funciona en Eivissa a todos los niveles, nadie se atreve a denunciar esta situación. La mujer puso quejas en el departamento de Escolarización del Govern balear, competente en la materia. “Les dije que por favor me ayudasen, que me iban a matar al niño y les conté todo lo que pasaba. Ellos me dijeron que llevaban diez años sabiéndolo, pero que si nadie denunciaba no se podía hacer nada. ¿Para qué están los inspectores?”, se lamenta.
“Me dieron corriendo el cambio de centro”, narra la madre. Pero esto no supuso el fin del acoso. En una actividad conjunta con otros colegios de Sant Antoni, Ilán se volvía a encontrar con sus agresores. “Al niño le dio un ataque de ansiedad y lo tuvieron que esconder, pero nadie hizo nada. Ese es el momento en el que decidí abrir un informe con dos docentes. Una de ellas ha desaparecido de la isla, se ha ido a Valencia”, afirma.
“Yo también tenía miedo de esa gente que tenía mucho poder. Cómo iba a luchar una madre sola de tres niños con un autónomo contra esa gente superpoderosa, adinerada y con poder administrativo y con amistades de guardias civiles y policías vinculados al club de fútbol del pueblo. Respeté la voluntad de mi hijo. Insistía en que no quería denunciar. Incluso uno de estos profesores le hizo repetir cuarto curso”, denuncia. Ilán me decía: “Mami, déjalo. Vámonos. Vámonos y ya está”.
Cómo iba a luchar una madre sola de tres niños contra esa gente superpoderosa. Respeté la voluntad de mi hijo. Insistía en que no quería denunciar. Incluso uno de estos profesores le hizo repetir cuarto curso
Y así lo hicieron. El primer año en el nuevo centro fue bien, pero en el segundo año se empezaron a torcer las cosas. “La directora había sido profesora en el mismo centro donde habíamos pasado los abusos. Ella me amenazó. Tuvimos unas desavenencias con un trabajo que hice para el colegio y, al día siguiente, me llamó y me dijo: 'Laura, esto no puedes hacerlo porque este curso está yendo muy mal, ¿eh? Por ahí, por ese camino no vamos, ¿eh?' Y me amenazó. Ya no es la directora. Nos fuimos siete familias del centro”, expone.
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