El sector asegurador evidencia sus limitaciones económicas para afrontar los daños provocados por la crisis climática. Los bonos catástrofe ofrecen una alta rentabilidad a cambio de compartir ese riesgo.
En los últimos años está creciendo mucho el mercado de los 'bonos catastróficos', sobre todo en EEUU
España sufre la peor ola de incendios en dos décadas, y medio país se abrasa bajo fuegos cada vez más destructivos. "Son un aviso de que el cambio climático está ahí", dijo hace unos días Sara Aagesen, ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico. La advertencia tiene bastante fundamento: la crisis climática afecta a todo el planeta, los fenómenos meteorológicos extremos (incendios, inundaciones, sequías, tormentas, huracanes, ciclones, etcétera) son cada vez más frecuentes y los desastres naturales aumentan año tras año.
El impacto de la crisis climática no es solo medioambiental, sino también económico. En España, los desastres ambientales supusieron una factura fiscal para el Estado de 47.157 millones entre 2005 y 2023, según un informe de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) publicado a principios de este año. Otro reciente informe de la compañía Mapfre, publicado en mayo de este año bajo el título Cambio climático, riesgos extraordinarios y políticas públicas, afirma que en 2024, las catástrofes naturales mundiales provocaron pérdidas económicas que alcanzaron, al menos, los 316.000 millones de euros. En 2023 y 2022 esas pérdidas fueron de 340.000 y 313.000 millones de euros.
Una parte de esa factura la asumen los Estados, pero otra parte no menor es asumida por las compañías de seguros. Según un estudio de la compañía reaseguradora Munich Re, de esos 316.000 millones de euros que se perdieron durante 2024 en todo el mundo por los desastres naturales, unos 120.000 millones tuvo que asumirlos la industria del seguro. La cifra es un 19% mayor que un año antes, pero probablemente será menor que este 2025.
En un negocio donde la prioridad siempre ha sido minimizar riesgos, el sector de los seguros debe adaptarse a una nueva realidad: la crisis climática va a más y va a reducir aún más sus márgenes de beneficio.
En este sentido, de acuerdo con datos proporcionados por el Swiss Re Institute, institución dedicada al análisis de riesgos dependiente de la compañía reaseguradora del mismo nombre, "las pérdidas aseguradas derivadas de fenómenos catastróficos han mostrado una tendencia ascendente sostenida a largo plazo, situándose en un rango de crecimiento anual del 5% al 7% desde 1992".
Ante este escenario adverso, las compañía aseguradoras hace ya tiempo que empezaron a impulsar estrategias para reducir la incertidumbre y a ofrecer productos más específicos para cubrir estos riesgos. Entre estos productos se encuentran los seguros paramétricos, cuyos pagos se realizan en función de la intensidad de un evento catastrófico y el monto de la pérdida calculada por un modelo y con datos previamente previstos, pero destaca especialmente uno que no es muy conocido entre los ciudadanos de a pie, pero sí entre los inversores, sobre todo entre los más avezados: los bonos catástrofe, también conocidos como "bonos catastróficos".
Los bonos catástrofe (cat bonds, en inglés) permiten a algunos hacer negocio y ganar dinero con los desastres naturales. Según explica Mapfre, "son instrumentos financieros utilizados para transferir riesgo desde la industria aseguradora a otros inversores". Es decir, un inversor que apueste por los bonos catástrofe en realidad comparte el riesgo que una empresa aseguradora asume al cubrir los siniestros que pueda provocar un desastre natural. A cambio de transferir parte de ese riesgo al mercado de capitales, los bonos catástrofe ofrecen una rentabilidad anual muy alta, superior al 10%. Según la reaseguradora Swiss Re, el rendimiento total de estos bonos catástrofe ha subido un 14% en el último año y más de un 50% en los últimos cinco.
Además de su alta rentabilidad, de proporcionar liquidez y de no estar expuesto a los vaivenes convencionales del mercado de capitales, otra de las ventajas de este producto es su diversificación, clave para mitigar riesgos. Según explica Mapfre en su informe, los bonos catástrofe "ofrecen flexibilidad y atienden a las diferentes preferencias y tolerancias al riesgo de los inversores".
Pero si el desastre natural ocurre antes del vencimiento del bono, o ese desastre es más intenso de lo previsto en un principio en los modelos de riesgo, la aseguradora puede retener el capital del bono para cubrir las indemnizaciones de sus asegurados y el inversor pierde su dinero. Además, los cupones de estos bonos (lo que se paga de intereses) se ajustan anualmente a la inflación, lo que puede afectar la rentabilidad.
Los bonos catástrofe surgieron en los años 90 del siglo pasado, tras sucesos devastadores como el huracán Andrew en 1992 o el terremoto de Northridge en 1994. Aquellos desastres naturales evidenciaron la limitada capacidad del sector asegurador para afrontar pérdidas masivas derivadas de catástrofes de esa magnitud. Desde entonces, este instrumento financiero ha crecido a la par que los fenómenos meteorológicos extremos, hasta ser "muy comunes en algunos sectores concretos de la industria aseguradora y reaseguradora porque suponen una alternativa de protección de reaseguro adicional y complementaria para las compañías de seguros ", explica el mencionado informe de Mapfre.
Un mercado en auge
Las cifras de su crecimiento son elocuentes. El mercado de los bonos catástrofe va de récord en récord: si en 2024 alcanzó su máximo histórico con 15.190 millones de euros en nuevas emisiones, en lo que va de 2025 ya ha llegado a los 15.500 millones. El saldo acumulado rondaba a finales del año pasado los 50.000 millones de euros, una cifra que supone un 15% más que el año anterior y el doble que hace diez años.
Más del 82% de los bonos catástrofe se emiten en Estados Unidos, seguidos de lejos por Europa, con el 6%, y de Japón, con el 3%, territorios en los que los modelos predictivos están más desarrollados. El resto del mundo emite un 9% de estos bonos.
En España este es un mercado casi por descubrir: la compañía Mapfre ha sido pionera al emitir en diciembre de 2024 un bono catástrofe. Mapfre captó 125 millones de euros, que servirán, según explicó la propia compañía, para reducir su exposición a tormentas tropicales y huracanes en los Estados Unidos.
Los principales inversores en estos bonos tienen perfiles institucionales con horizontes de inversión muy largos y el propósito de mantenerlos hasta el vencimiento, que suele ser de tres o cuatro años. Sin embargo, dado el creciente apetito inversor, Mapfre apunta que "se está desarrollando la amplitud y profundidad de este mercado a través de la comercialización a otros perfiles inversores de productos más accesibles a través de fondos de inversión, incluidos fondos cotizados en Bolsa".
Sin embargo, parece que la Unión Europea, no está muy de acuerdo en abrir la mano a los pequeños inversores. Una reciente información del diario Financial Times señalaba que a principios de este verano, la Autoridad Europea de Valores y Mercados (AEVM) aconsejó a la Comisión Europea que los pequeños inversores no pudieran acceder a este mercado, amparándose en que este tipo de inversiones conllevan un riesgo excesivo.
"Una de las claves del uso de estos bonos radica en la modelización del riesgo, la cual permite analizar la probabilidad de ocurrencia, la magnitud de las pérdidas y las regiones vulnerables", dice Mapfre
La AEVM expresó su preocupación por el hecho de que un gran desastre natural —como la actual ola de incendios o la DANA del pasado mes de octubre— pueda provocar una súbita caída de estos bonos. Los compañías aseguradoras y reaseguradoras responden que son inversiones más seguras que otras y que se negocian a diario. En este sentido, el informe de Mapfre también señala que "una de las claves del uso de estos bonos radica en la modelización del riesgo, la cual permite analizar la probabilidad de ocurrencia, la magnitud de las pérdidas y las regiones vulnerables". Además, estos bonos catástrofe cubren una cantidad de eventos cada vez más extensa, "lo que permite generar beneficios de diversificación para el inversor y reducir los riesgos de concentración y contraparte para el emisor", amplía el informe.
Sus defensores también destacan que otro aspecto importante de los bonos catástrofe es su "impacto social positivo" ya que proporcionan liquidez a las aseguradoras y reaseguradoras para cubrir los daños de desastres naturales.
Lo que sí ha quedado acreditado es que la fuerza y la ira de la Naturaleza va a ser más frecuente, más grande y potencialmente sistémica. Ni el mercado privado ni el sector público van a poder hacer frente por sí solos a la cobertura de los daños ocasionados por los desastres naturales ni tampoco podrán asumir solos los riesgos. Pero en el actual sistema capitalista, siempre hay una oportunidad de hacer negocio, incluso con la fuerza y la ira de la naturaleza.
El modelo asegurador español ante los desastres
En el caso de España, existen dos organismos que se ocupan de la gestión de los seguros contra fenómenos meteorológicos extremos: el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS) para la propiedad privada y comercial, y Agroseguro para los seguros agrícolas.
El CCS cubre los riesgos catastróficos a través de un sistema de aseguramiento público-privado en el que las aseguradoras privadas colaboran en la gestión del sistema recaudando un pequeño porcentaje de cada seguro contratado en el país. El CCS es una entidad pública empresarial adscrita al Ministerio de Economía, Comercio y Empresa, a través de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones
En el sistema de seguros agrarios también se organiza en torno a un pool de coaseguro (Agroseguro). Es un sistema de cobertura para los daños ocasionados a producciones agrícolas, ganaderas, acuícolas y forestales. Las administraciones estatal y autonómica subvencionan parte de la prima y el CCS actúa como asegurador directo y reasegurador obligatorio y no exclusivo.
Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
lunes, 1 de septiembre de 2025
Bonos catástrofe: cuando el capitalismo hace negocio con los desastres naturales, de Jorge Otero
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