El aparato represor que el franquismo puso en marcha durante la guerra y sostuvo 

durante la postguerra tuvo su origen en un antiguo colegio de los jesuitas reconvertido 

en campo de concentración donde se torturaba y asesinaba a los republicanos que 

caían en manos de los fascistas. Por Camposancos, en el municipio pontevedrés de 

A Guarda, pasaron entre 5.000 y 6.000 prisioneros de guerra entre 1936 y 1941.

La Fundación 10 de Marzo acaba de publicar A porta do inferno, de José Antonio 

Uris Guisantes y Víctor Santidrián Arias, una investigación histórica que reconstruye 

el origen de Camposancos y su relevancia en la configuración de la represión fascista 

en España.

La Guerra Civil apenas duró unos meses en Galicia, donde los sublevados en seguida

se hicieron con el poder sobre todo el territorio. Pero eso no quiere decir que no hubiera represión. Al contrario, hubo un auténtico exterminio de defensores de la República, y Camposancos fue uno de los principales centros de esa operación.

El 27 de julio de 1936, nueve días después del golpe, las tropas de Franco llegaron a 

A Guarda, a dos kilómetros de la frontera portuguesa, depusieron al alcalde -Brasilino 

Álvarez Sobrino, fusilado poco después en la vecina localidad de Tui- y empezaron a 

detener y a pasear a ciudadanos de toda la comarca.