lunes, 16 de mayo de 2022

Feynman, el genio que explicó la cuántica sin entenderla

Materia  15/2/22

«Si usted piensa que entiende la mecánica cuántica es que no la ha entendido», decía Richard Feynman (1918 15 de febrero de 1988) . Fue un genial e irreverente físico que tocaba los bongos y experimentaba con las drogas. Así ganó el Nobel en 1965 por conocer la cuántica sin llegar a entenderla.

“Creo que puedo decir con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica”. Es una de las citas más repetidas de Richard Feynman (11 de mayo de 1918 – 15 de febrero de 1988), y es sin duda una frase insólita en labios de un físico. Pero las palabras cobran sentido cuando se entiende cómo funcionaban los finos engranajes mentales de quien fue, además de una de las más reputadas figuras de la física teórica de todos los tiempos, uno de los científicos más populares del siglo XX.

Los divulgadores científicos suelen emplear metáforas del mundo real para acercar los conocimientos especializados al público. No era el caso de Feynman. Cuando pronunció aquella famosa cita, durante una conferencia en la Universidad de Cornell en 1964, trataba de convencer a sus oyentes de que no intentaran comprender su explicación “en términos de algo familiar”. En su lugar, anunciaba que se limitaría simplemente a describir el funcionamiento de la naturaleza, invitando a los presentes a “relajarse y disfrutarlo”

Este recurso al conocimiento sin comprensión fue una constante en otras intervenciones de Feynman, como cuando en 1983 respondía a un entrevistador de la BBC que le preguntaba por el mecanismo de los imanes: “no puedo explicar esa atracción en términos de nada más que le sea familiar a usted”. Pero tal vez aquella visión se remontaba a su infancia, cuando su padre le llevaba a observar aves. Décadas después el físico subrayaría la diferencia entre saber el nombre de un pájaro y conocer al pájaro; lo primero no decía nada sobre el animal, sino sobre los humanos.

Pero si Feynman se esforzaba una y otra vez en transmitir aquella visión del conocimiento puro, se debía a que para él era natural lo que para la inmensa mayoría de los humanos no lo es. Según su biógrafo James Gleick —autor de Genius: The Life and Science of Richard Feynman (Pantheon, 1992)— no se trataba solo de que se le dieran bien las matemáticas, la materia en la que siempre destacó, sino que “parecía poseer una aterradora facilidad con la sustancia detrás de las ecuaciones”. Quizá por ello le costaba entender por qué el común de los mortales necesita algo tangible y material a lo que agarrarse; a él le bastaba con mirar las ecuaciones para entender la naturaleza. . “Tenía ideas muy profundas sobre lo que significa entender algo”, dice Gleick a OpenMind. “Creía que si no podías explicar algo de forma muy simple, realmente no lo habías entendido”. Aquello formaba parte de lo que en 1979 llevó a la revista Omni a declararle “el hombre más inteligente del mundo” (...)

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