jueves, 15 de septiembre de 2022

Chile, la suerte echada, de Roberto Brodsky

 7/09/2022

Victoria del Rechazo    

Sigo pensando que un comienzo es necesario. Pero ahora, como muchos en Chile, en vez de miedo a lo que pueda ocurrir siento alivio por lo que viene

Por Roberto Brodsky







Es triste decirlo, pero supe de la derrota del Apruebo en el plebiscito chileno del 4 de septiembre pasado unos cinco o seis días antes de la votación. Fue una predicción involuntaria –aunque no de la magnitud acontecida– y ocurrió luego de ver Mi país imaginario, la nueva película de Patricio Guzmán que fue liberada por su realizador como apoyo a la campaña por una nueva Constitución la semana anterior al plebiscito. 

Advierto que soy un admirador de La batalla de Chile y otras muchas películas que Guzmán ha realizado desde que se radicó en Francia a fines de los años 70, por lo que no se trata en ningún caso de pedirle cuentas a partir de contingencias electorales desfavorables a sus decisiones artísticas. Lejos de eso, La memoria obstinada (1997) y Nostalgia de la luz (2010) son verdaderos hitos cinematográficos en la búsqueda de cura para un país atrapado en las heridas de un viejo trauma histórico. Son filmes notables justamente por esa mixtura de distanciamiento e inmersión en los fantasmas del pasado, donde la autoría documental no esconde un punto de vista partisano pero no por ello menos exacto y crítico. 

(...) Los seres de luz, los seres de moral, en verdad deberían estar prohibidos en la política. O al menos restringidos a circular en el recinto de una iglesia o de un hospital en tiempo de elecciones. Más todavía si se empeñan en hacer de una teoría académica una ley de la República. El clímax de este abismo con el mundo popular que decían representar se vivió en Valparaíso, a una semana de la votación: una performance de vanguardistas inclusivos se pasó literalmente por el culo la bandera nacional durante un acto oficial del Apruebo. La idea era hacer un símil del aborto, donde la bandera era propiamente la criatura a expulsar. El mal gusto, unido al grotesco orgullo de los actores, fue cubierto de disculpas y excusas de los organizadores, que poco pudieron hacer para borrar la impresión de vivir en mundos distintos, sin relación de continuidad cultural ni valórica entre uno y otro. Ni las apariciones desabridas de Susan Sarandon ni del infumable Mark Ruffalo con mensajes de apoyo lograron enderezar esta fatal incursión por los signos donde el Apruebo avergonzó a sus propios partidarios. 

(...) No quisiera ser cruel con el Apruebo. Muchos de mis amigos están allí, heridos, honestos e irredimibles en su humanidad, así como hijos, sobrinos, familiares y conocidos (no así los meros turistas de la justicia social que luego de esta pasada volverán a sus carreras en la televisión y los programas de moda). Yo mismo voté Apruebo porque sigo pensando que un comienzo es necesario. Pero ahora, como muchos en Chile, en vez de miedo a lo que pueda ocurrir siento alivio por lo que viene. Nada se ha perdido de ese inicio si acaso la izquierda y el progresismo dejan de mentirse, abandonan la revancha del 73, el rencor de los noventa, la cultura del pueblo unido jamás será vencido y otras alegorías de la derrota, la cultura de los apoyos de Hollywood y las fábulas morales de Giorgio Jackson. Aquí son los chilenos con las chilenas, y para los chilenos y las chilenas, quienes deben mantener vivo el proceso constituyente que, entre otras muchas cosas, validó el espacio de los pueblos originarios como parte de su propia esencia. Ese fue el mandado ciudadano del Apruebo en el plebiscito de entrada y ese es hoy el mandato del Rechazo en el plebiscito de salida. 

Alea iacta est, en Chile la suerte ya está echada, y ahora le toca al presidente Boric cruzar el Rubicón. En cuanto a Mi país imaginario, conjeturo que si algo quiso decir entre líneas Patricio Guzmán con su última película, puede que ese algo haya sido una despedida cifrada en el título. Mi país imaginario, de hecho, no parece ser tanto el renacer de un sueño trágico en octubre de 2019 como la despedida de un largo duelo que se arrastra desde 1973. La victoria aplastante del Rechazo, al menos, sí tiene ese significado político para el país. 

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