jueves, 27 de junio de 2019

Esperanza Aguirre y la perversión de la historia

Paquita Caminante ·     eldiario.es     Ruth Toledano - 9/06/2019

Aguirre tiene la oportunidad de volver a ser la lideresa que se despacha a gusto en televisión (…)
Hay una perversidad cíclica en nuestra vida política consistente en que determinados personajes, que tuvieron que abandonarla de manera poco honrosa, cobran de nuevo protagonismo pasado un tiempo y se les presta una atención inmerecida que les sirve de  lavado de imagen. Ahora nos toca Esperanza Aguirre. La que fue presidenta de la Comunidad de Madrid entre 2003 y 2012 y presidenta del PP madrileño entre 2004 y 2016, tuvo que dimitir como concejala del Ayuntamiento de Madrid tras el ingreso en prisión de Ignacio González, que había sido su mano derecha y sucesor, por su implicación en la Operación de Lezo y el desvío de fondos públicos para el saneamiento de las cuentas del PP regional.
Ya en 2017 Izquierda Unida, Equo o Ecologistas en Acción, entre otras entidades políticas y sociales, pidieron la imputación de Esperanza Aguirre por encubrimiento de hechos delictivos y en base al "grado de implicación, complicidad y cercanía con el principal cabecilla de la trama corrupta", Ignacio González. Hace un par de semanas, el PSOE pidió de nuevo la imputación de la lideresa en el caso Lezo, y más concretamente en la pieza sobre las presuntas irregularidades en la adjudicación y construcción del campo de golf del Canal de Isabel II. No obstante todo ello, ha sido invitada de nuevo a la televisión para comentar la situación política tras las elecciones nacionales, regionales y municipales. Como si nada de lo anterior hubiera pasado y su autoridad se mantuviera intacta. Como si no tuviera nada que ver con las tramas de sus protegidos ni tuviera noticia alguna de la financiación del partido que presidió, la política que tuvo que irse por todo ello respondió con el atrevimiento que le caracteriza. Y, en esa perversión que el tiempo siempre devuelve a nuestro devenir político, ella aprovechó para lavar a Franco, justificando el golpe de estado con el que el dictador tumbó el legítimo gobierno de la República. Lo llamó "general loco", tirando de su inconfundible guasa, ofensiva para la inteligencia y para la memoria histórica de este país. Se preguntó, de hecho, sin asomo de rubor, por qué Rajoy no derogó la Ley de Memoria Histórica, por qué "no dejan descansar a los muertos" (...)
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