sábado, 25 de febrero de 2023

La relación entre la crisis de la atención y el fascismo: "El autoritarismo atrae a las personas incapaces de concentrarse"

 Laura García Higueras   11 de enero de 2023

“Cuando mueras no querrás que se te recuerde por la cantidad de tiempo que pasaste en Instagram, sino por las cosas que pensabas que merecían la pena”. Y para ello, según sostiene Johann Hari: “Debemos luchar para recuperar nuestra atención”. El divulgador arroja luz sobre la situación que define como una “gran crisis” en El valor de la atención. Por qué nos la robaron y cómo recuperarla (Planeta). Un sólido y punzante ensayo que, si bien rezuma cierto halo de optimismo, incomoda por cómo, desde su introducción, pone en evidencia que nadie está exento de esta “epidemia” sin beneficiarios.

Aun así, el autor de Tras el grito y Conexiones perdidas asegura a este periódico que es “optimista” en cuanto al contexto porque, tras recorrer el mundo entrevistando a expertos en concentración humana, ha concluido: “La gente está hambrienta de recuperar su atención. A medida que lo va logrando, quiere aún más porque permite volver a sentirse competente y capaz de cumplir objetivos”. Quizás la percepción más extendida es que este problema ha sido agravado por la llegada de Internet, los teléfonos móviles y las redes sociales. Pero Hari apunta a que ya se estaba produciendo antes y que hay muchos más factores implicados. Entre ellos, el estrés y la alimentación.

“Seguimos dietas que producen constantes picos y desplomes de energía”, comenta, “contienen de manera activa elementos químicos que parecen actuar en nuestros cerebros casi como drogas”. “La comida ha experimentado una profunda degeneración. A mediados del siglo XX se pasó rápidamente de la fresca a la precocinada y procesada”, añade advirtiendo a su vez de los efectos de la “exposición a la contaminación y a los productos químicos industriales”, por cómo estos “perjudican seriamente a la capacidad de concentración”.

Del mismo modo, esta coyuntura no afecta al ser humano de una única manera, sino que está provocando la falta de reflexión, de creatividad, de descanso y, en última instancia, infelicidad. “Todo lo que requiere profundidad se está resintiendo. Se nos está llevando cada vez más a la superficie”, lamenta, “las pruebas sugieren que si pasamos el tiempo alternando mucho, manteniéndonos al día de todo y enviando correos electrónicos constantemente, seremos más lentos y cometeremos más errores. Nuestra creatividad será menor y recordaremos menos lo que hacemos”. Este asunto está igualmente atravesado por la imposibilidad imperante de desconectar: “No tenemos tiempo para pensar, relajarnos ni dormir”. “Nos perdemos en una cascada de distracciones”, declara.

La solución, que argumenta que la hay, pasa por una respuesta colectiva: “Todos vemos que esto está degradándonos”. Porque en, efecto, no solamente está afectando a nivel individual y daña a las sociedades en conjunto. “Como especie nos enfrentamos a una sucesión de trampas y emboscadas como la crisis climática y, a diferencia de lo que ocurría en generaciones anteriores, en general no estamos actuando para resolver nuestros mayores desafíos”, critica.

La falta de atención como arma política

“No creo que sea casual que esta crisis de atención sea coetánea a la peor crisis de la democracia desde la década de 1930. Las personas que no son capaces de concentrarse son más proclives a sentirse atraídas por soluciones autoritarias, simplistas. Y es menos probable que se percaten de que no funcionan”, escribe alertando sobre el gran peligro que supone y lo estrechamente relacionado que está con el auge de la extrema derecha. “No es la única causa, pero sí un factor muy importante”, sostiene (...)

No hay comentarios: