domingo, 19 de febrero de 2023

Los empresarios generamos riqueza y los jardineros hacen la fotosíntesis

 26/1/23

BLOGS.PUBLICO.ES

JULEN BOLLAIN

Doctor en Estudios sobre Desarrollo, profesor e investigador en Mondragon Unibertsitatea



El presidente de Mercadona, Juan Roig, posa en el acto donde ha informado sobre la situación actual y futura de los 5 componentes de Mercadona, a 15 de marzo, en Paterna, Valencia, Comunidad Valenciana (España). Rober Solsona / Europa Press
Los empresarios generamos riqueza y los jardineros hacen la fotosíntesis

Los empresarios generamos riqueza, las grandes fortunas pagamos impuestos y los rentistas ofrecemos oportunidades justas de alquiler. Nuestra triada. Porque, sepan ustedes, que la crisis también nos ha afectado a quienes lloramos desde nuestra humilde mansión. De o, entre las cinco fortunas más grandes de España perdimos 5.400 millones de euros entre 2019 y 2020. Luego nos tocó esforzarnos. Y vaya si nos esforzamos, a diferencia de otros. Nos esforzamos tanto que las quince personas más ricas que redujimos nuestra riqueza entre 2019 y 2020 y para 2021 habíamos conseguido recuperar todavía más de lo perdido.

Tanto es así que entre 2019 y 2021 nuestro patrimonio aumentó un 7,6%. Desde 2020 a 2021, un 14,7%. Unos 13.100 millones de euros. Sí, es cierto que nuestro patrimonio se ha incrementado considerablemente y no así el de la mayoría de la ciudadanía. Es más, el porcentaje de personas en riesgo de pobreza aumentó un 3% en ese mismo periodo de tiempo. La verdad es que en España, gracias a la clase política —nunca influenciada por nosotros, claro está—, en los últimos 15 años el 1% más rico hemos pasado de poseer el 15,3% de la riqueza al 23,1% actual. Sin duda es una buena noticia para nosotros, pero también para ustedes. Porque somos quienes generamos riqueza, pagamos impuestos y ofrecemos oportunidades justas de alquiler. Quién pudiera cobrar 1.320 euros al mes, el sueldo más frecuente en el Estado español, y no tener que preocuparse por cómo intentamos pagar lo menos posible en el Impuesto sobre Sociedades, por cómo movemos nuestra residencia a la Comunidad de Madrid para que nos bonifiquen el Impuesto sobre el Patrimonio o por cómo hacer para que nuestra inquilina no se enfade porque queramos subirle 250 míseros euros la cuantía del alquiler.

Aunque hoy estoy un poco confundido. Desconcertado, sería quizá la palabra. Yo estaba seguro de que la mejor forma para que funcionara la economía era bajándonos los impuestos a los ricos, para que invirtamos y podamos crear más y mejor empleo. Somos los que generamos riqueza, al fin y al cabo. Sin embargo, ayer mientras navegaba por la red, me encontré con un estudio realizado por investigadores de la London School of Economics y el King’s College de Londres con datos de las últimas cinco décadas provenientes de 18 países de la OCDE, que evidenciaba cómo las reducciones de impuestos a los ricos solo han conseguido aumentar nuestros ingresos, pero no han tenido efectos en mejorar el crecimiento o la empleabilidad. Es decir, que "las grandes reducciones de impuestos para los ricos desde la década de los ochenta han aumentado la desigualdad de ingresos, con todos los problemas que ello conlleva, sin que se hayan compensado los resultados económicos".

Yo ya sé que una concentración extrema de la riqueza significa una concentración extrema de poder, pero sigo sin creer que por mucho poder que tengamos tratemos de inclinar a nuestro favor la distribución de la renta en el mercado, en los gobiernos y en los medios de comunicación. Nosotros no somos así.

Porque, aunque nos joda, pagamos impuestos. Voy a mirar qué dicen los datos de Hacienda al respecto, porque seguro que aquí sí se demuestra lo generosos que somos. ¡Ups! Mientras la recaudación por Impuesto sobre Sociedades se ha reducido un 40,59% en quince años, los recursos recaudados por IRPF e IVA han aumentado un 30,27% y un 29,79%. Claro, si observamos la evolución del tipo efectivo sobre los beneficios que han pagado las empresas por Impuesto sobre Sociedades encontramos la respuesta. En el año 2000, el tipo efectivo sobre beneficios era del 21,42%, en 2005 del 19,69%, en 2010 del 8,95%, en 2015 del 9,83% y en 2020 del 8,30%. Es decir, en las últimas dos décadas ha caído un 61,25% lo que pagamos por nuestros beneficios, sí, pero eso es porque antes nos freían a impuestos. ¿No es suficiente con que paguemos un 8,30% sobre todos nuestros beneficios? Y entiendo que quizá no sea de justicia un sistema tributario donde las familias soportan más del 75% de la recaudación tributaria, pero, oye, nosotros también tenemos que comer. ¡Ah! Lógicamente que lo que hayamos dejado de pagar las empresas por los beneficios haya recaído sobre las economías familiares no tiene nada que ver con la concentración de poder y la inclinación a nuestro favor de la distribución de la renta en el mercado que comentaba anteriormente. Tampoco el hecho de que con las bonificaciones en el Impuesto sobre el Patrimonio en la Comunidad de Madrid el 0,17% más rico —entre ellos, yo— dejemos de pagar casi 1.000 millones de euros anuales o en Andalucía el 0,20% más rico deje de pagar alrededor de 110 millones. Nosotros no somos así.

Creo que tantas emociones me están nublando la vista. Recapitulemos. Puede ser que las bajadas de impuestos que hemos padecido los ricos durante los últimos cuarenta años no hayan generado la riqueza que se esperaba —me refiero al crecimiento y la empleabilidad, no a nuestra riqueza personal, que ésa sí se ha visto incrementada— y que cada vez paguemos menos impuestos, tanto sobre los beneficios empresariales como sobre patrimonio. No digo que no. Pero ofrecemos oportunidades para que las personas jóvenes puedan acceder a una vivienda digna, que para eso tenemos muchos pisos. Tanto es así, que los 40 mayores propietarios disponemos de 115.085 casas destinadas al alquiler y una de cada tres viviendas registradas en España desde 2015 pertenece a grandes propietarios. Aquí sí que no se puede decir que no nos esforzamos.

Aunque tampoco os voy a engañar. Como sabéis, el Estado incentiva que se pongan las viviendas en alquiler y estos incentivos fiscales al alquiler, que le cuestan al Estado 1.000 millones de euros al año, nos benefician mayormente a nosotros, las rentas más altas. Claro, lógicamente me da rabia ver a compatriotas que no pueden acceder a una vivienda digna, pero nosotros hacemos lo que está en nuestras manos. También lo hacen los políticos, eh. No podemos olvidar que, mientras tan solo el 2% de la ciudadanía posee más de tres viviendas, este porcentaje se incrementa hasta el 21% cuando hablamos de los y las diputadas del Congreso. No creo que encuentren mucho incentivo en regular los alquileres. Además, y más allá de que la regulación de precios se haya establecido en ciudades y Estados como París, Berlín, Ámsterdam, Viena, Nueva York, Oregón, California, Nueva Jersey o Maryland, o en países como Italia o Canadá, es una práctica izquierdista que no —nos— beneficia en nada. Por ello, creo que es el mercado el que debe regularse solo, encontrando un punto de equilibrio entre la oferta y la demanda. No queremos una extracción de rentas desmesurada a una gran parte de la ciudadanía que se ve obligada a dedicar una gran parte de su sueldo a pagar el alquiler, sino que solamente pedimos que dejemos actuar al mercado. Que quede claro que nuestra intención no es aprovecharnos de los más débiles. Nosotros no somos así.

Pero en este momento empiezo a dudar y a tener sentimientos encontrados. Quizá estemos equivocados y no seamos quienes generemos riqueza —únicamente, al menos. Bien mirado, yo pago tan solo una parte de lo que generan a los reponedores y a las cajeras de mi empresa. Plusvalía creo que le decían. ¿Serán ellos quienes generan riqueza y yo quien la acumulo? No lo sé, al final es como pensar que los jardineros, por plantar las semillas, son quienes hacen la fotosíntesis. ¿Es que nadie piensa en las pobres plantas?

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