sábado, 18 de febrero de 2023

Mary Douglas El mundo de los bienes. Introd. de Fernando Broncano

 28/1/23

 Nadie puede negar sensatamente que la sociedad del futuro debe generar una disminución del consumo. Como otras revoluciones, en la igualdad, por ejemplo, necesitaremos algo más que buena voluntad. Acuerdos globales y medios de imponerlos, pero sobre todo hacer deseables otras formas de vida. Muchas políticas olvidan este elemento anticipativo y terminan generando imágenes distópicas y miedo al cambio. Hay que escuchar las voces de la antropología que hablan de los elementos rituales del consumo (Mary Douglas, por ejemplo, que la cito a continuación). Ciertos activismos son ciegos a los rituales y al significado (quizás porque son ciegos a sus múltiples ritualizaciones):

"Desde aquí hay un pequeño paso para identificar el objetivo general que, por definición, establecen por sí mismo los seres racionales, Su propia racionalidad les presiona para dar sentido a su entorno. El objetivo más general del consumidor solo puede ser el de construir un universo inteligible con los bienes que elige. ¿Cómo procede esta construcción cognitiva? Para empezar, un universo social necesita una dimensión temporal delimitada. El calendario tiene que estar marcado en periodicidades anuales, trimestrales, mensuales, semanales, diarias y periodicidades más cortas. Solo entonces el paso del tiempo se carga de significado. El calendario ofrece así una norma para la rotación de tareas, para establecer las precedencias, para la revisión y la renovación. Un año más, un nuevo comienzo; 25 años, bodas de plata; 100, 200 años, un centenario o celebración del bicentenario; hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir, un tiempo para amar. Los bienes de consumo sirven para marcar estos intervalos. intervalos: su gama de calidades surge de la necesidad de diferenciar a través del año natural y el ciclo vital.
Este argumento no niega que exista tal cosa como el disfrute privado, pero se basa en la afirmación de la necesidad analítica de comprender cómo se estructura el disfrute y cuánto debe a la normalización social. Los que prefieren una vida sencilla, con bienes para una subsistencia modesta, deberían tratar de imaginar una comida estandarizada, por ejemplo, que se sirviera el mismo plato en todas las comidas del día, en todas las comidas de la semana y en todas las comidas del año, incluyendo Navidad y Acción de Gracias. La comida es un medio para discriminar valores, y cuanto más numerosos sean los rangos discriminados, más variedades de alimentos se necesitarán. Lo mismo ocurre con el espacio. Unido a los procesos culturales, sus divisiones están cargadas de significado: la vivienda, el tamaño, el lado de la calle la distancia a otros centros, los límites especiales, todo apuntala categorías conceptuales. Lo mismo ocurre con la ropa, el transporte y el saneamiento. Son conjuntos de marcadores dentro del marco espacial y temporal. La elección de bienes crea continuamente pautas de discriminación, que se superponen a otras o las refuerzan. Los bienes son la parte visible de la cultura. Se disponen en representaciones y jerarquías que generan el juego de discriminaciones de las que la mente humana es capaz. Las representaciones no son fijas, ni están dispuestas al azar en un caleidoscopio. En última instancia, sus estructuras están ancladas en propósitos sociales humanos. (43-44)
Mary Douglas El mundo de los bienes
PD: antes de que alguien responda con la observación de que unos consumen mucho y otros no llegan a cubrir sus necesidades. Sí, de acuerdo, pero no va de esto el argumento. No vale la falacia del cambio de tema.

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