martes, 18 de julio de 2023

CTXT. Argentina. Sindemia global. Hambre y desnutrición en el granero del mundo. Por Inés Hayes

 Inés Hayes 7/06/2023



Mujeres en Argentina se manifiestan ante la emergencia alimentaria y el hambre.

“Mi beba, mi beba”, gritó una mujer joven en la madrugada del 1 de abril cuando notó que su pequeña hija de 3 meses no respiraba. Fue a metros de la Casa de Gobierno, cerca de la histórica plaza de Mayo. La beba sobrevivía en la calle con sus padres como lo hacen más de 7.000 personas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la más rica del país. Tal como lo constató el Censo Popular de Personas en Situación de Calle, llevado adelante por organizaciones sociales, en la capital del país, 7.251 personas viven sin hogar. La subida en los precios de los alimentos, producto de la guerra en Europa, de la pandemia y de la especulación de las multinacionales, sumado a la inflación de abril, que según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) fue del 8,4%, no ha hecho más que empeorar esta situación.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el hambre mundial aumentó en 2020 bajo la sombra de la pandemia: “Al cabo de cinco años sin apenas variaciones, la prevalencia de la subalimentación creció en apenas un año del 8,4% a cerca del 9,9%, lo que dificulta el reto de cumplir la meta del hambre cero para 2030”. Se estima que en 2020 padecieron hambre en todo el mundo de 720 a 811 millones de personas. Si se toma el punto medio del rango estimado (768 millones), en 2020 sufrieron hambre unos 118 millones de personas más que en 2019. “El hambre afecta al 21,0% de la población de África, frente al 9,0% de Asia y el 9,1% de América Latina y el Caribe”, señala el informe del organismo de las Naciones Unidas. En 2020, casi una de cada tres personas de la población mundial (2370 millones) careció de acceso a alimentos adecuados, lo que supone un aumento de casi 320 millones de personas en solo un año. El dato clave es que el aumento más marcado de la inseguridad alimentaria moderada o grave en 2020 se registró en América Latina y el Caribe y en África. Y a escala mundial, la brecha de género en la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave se ha ampliado aún más, de tal manera que en 2020 la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave fue un 10% superior entre las mujeres que entre los hombres.

La organización de la ONU señala además que a raíz del elevado costo de las dietas saludables, sumado a la persistencia de los altos niveles de desigualdad de ingresos, en 2019 las dietas saludables resultaron inalcanzables para cerca de 3000 millones de personas en todas las regiones del mundo. En Argentina, según constata Unicef, existe una amplia brecha entre lo que comen los niños, niñas y adolescentes y las recomendaciones de consumo: sólo acceden al 20% de las cantidades recomendadas de frutas y verduras mientras que el alto consumo de productos ultraprocesados atraviesa a todas las edades y los niveles sociales. Unicef explica que la doble carga de malnutrición caracterizada por la coexistencia de malnutrición por déficit (desnutrición y carencia de nutrientes) junto con malnutrición por exceso (sobrepeso, obesidad o enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta) representa una de las problemáticas más importantes en Argentina. Diversos estudios recientes vinculan esta doble carga de malnutrición con un patrón de consumo inadecuado, caracterizado por un alto consumo de ultraprocesados con contenido excesivo de grasas, sodio y azúcares y carentes de nutrientes esenciales. El capitalismo vuelve a mostrar sus dientes: los y las adolescentes de nivel socioeconómico más bajo tienen 58% más probabilidad de malnutrición por exceso respecto a los adolescentes de nivel socioeconómico más alto.

Si bien en 2021 se aprobó en Argentina la ley de etiquetado frontal que obliga a las alimenticias a poner una etiqueta en el frente de los alimentos indicando si contienen exceso en grasas o sodio, entre otras cuestiones, la realidad es que el aumento en los precios de los alimentos, la inflación en general y la retracción de los salarios hace que alimentarse correctamente sea una verdadera odisea. En un país básicamente agroexportador, que produce alimentos para millones de personas, el hambre es un crimen, como han señalado organizaciones sociales y sindicales como la Central  de Trabajadores y Trabajadoras de Argentina (CTA) desde su nacimiento en los años 90.

En América Latina y el Caribe, según el informe Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de la FAO, el 7,5% de los niños y niñas menores de cinco años tenían sobrepeso en 2020. En Sudamérica y el Caribe, el sobrepeso en niños y niñas menores de cinco años ha aumentado en los últimos 20 años. La calidad de la dieta se asocia a la seguridad alimentaria y la nutrición, ya que una mala calidad de la dieta puede estar relacionada con diferentes formas de malnutrición, como el retraso del crecimiento, la anemia, el sobrepeso y la obesidad. En lo cotidiano, estos datos significan que en Argentina, más del 60% de las infancias no pueden crecer como deberían, y ello implica que no pueden aprender correctamente ni acceder, cuando crecen, a empleos de calidad. El círculo de la pobreza y el hambre ya es estructural en Argentina. “La pobreza como el narcoestado son herramientas de control social. El capitalismo construye desigualdad y precariedad: un país que tiene capacidad para producir alimentos para millones de personas no puede alimentar a sus 45 millones de habitantes ni a sus ocho millones de niños y niñas, que hoy están bajo la línea de la pobreza. Por eso para nosotros las infancias son el terreno más fértil para sembrar el país que queremos”, dijo Omar Giuliani, coordinador de la Federación Nacional Territorial de la CTA Autónoma (...)

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