Daniel Ellsberg pasó la primavera de 1969 entregado a dos misiones que le cambiaron la vida: leer los papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam y estudiar a Gandhi. Ese otoño, cuando aún trabajaba como analista para un think-tank del Pentágono, contaba que creía que iba a perder la vista de tanto mirar a la luz verde de la fotocopiadora con la que duplicó miles de documentos de la filtración más famosa de la historia.