El padre de Vicente Ruiz logró subir a bordo del buque mercante Stanbrook el 28 de marzo de 1939. El Ejército republicano se batía en retirada mientras las tropas de Franco asediaban Alicante, donde 15.000 refugiados habían quedado atrapados en el puerto. Casi 3.000 abarrotaron la cubierta de 70 metros de eslora, con el aliento de la armada franquista y la aviación nazi en el cogote. El Stanbrook consiguió poner rumbo a Orán en unas horas dramáticas. Fue el último de la cascada de barcos españoles que evacuaron a miles de refugiados hacia Argelia en la agonía de la República. Cuatro días después, la Guerra Civil terminó.

La mayoría de los exiliados que llegaron a Argelia acabaron en campos de concentración franceses. El progenitor de Vicente Ruiz también. "Mi padre estuvo en una carcelita que montaron en el puerto de Orán. Luego lo transfirieron a varios campos de concentración y acabó en Beni Saf", asegura por teléfono desde Málaga, donde se encuentra junto a su esposa procedente de Australia, su país de acogida desde hace 58 años. "Las condiciones de vida de los campos eran más que duras. Era la brutalidad. Lo peor que se puede esperar de la humanidad. Los trataban como en los campos de exterminio nazi", dice con un pulcro español que desgrana con lentitud

Su padre fue obligado a trabajar en el ferrocarril Transahariano y más tarde en las minas de carbón de Kenadsa, que explotaba el Gobierno colaboracionista francés para nutrir la industria militar de Hitler. "Los refugiados españoles triplicaron la producción aquellos años", asegura su hijo, de nombre también Vicente. De allí logró escapar junto con varios compañeros, sin saber que las tropas aliadas acababan de liberar el Magreb. Era el año 1943. Y Vicente Ruiz Gutiérrez, miliciano libertario de la CNT, se vio forzado a vagar sin papeles de ciudad en ciudad para poder sobrevivir.

Nacido en Guadalcázar (Córdoba) en 1912, creció en Málaga hasta que el golpe militar de Franco partió por la mitad su vida y la de millones de españoles. Vicente Ruiz formó parte del batallón juvenil libertario que defendió la ciudad andaluza frente al asedio de los sublevados. Fue comisario político y uno de los líderes que organizaron el proyecto colectivista agrario que animaba los ideales anarquistas de principios del siglo XX. En febrero de 1937, engrosó la columna de civiles de la Desbandá que escapó de Málaga camino de Almería entre intensos bombardeos de la armada franquista. Meses después acabó luchando en Madrid, antes de que el frente republicano se derrumbara y se replegara a Valencia.

A finales de los cuarenta, entró en territorio marroquí. "Cruzó de forma clandestina, como la mayoría de los refugiados. No tenían libertad de movimientos ni permiso de residencia. Era la pescadilla que se mordía la cola. Sin permiso de trabajo, no te daban permiso de residencia y sin permiso de residencia no te daban el de trabajo". Su madre salió de España a finales de los años cuarenta y se unió al combatiente anarquista exiliado para establecerse en Marruecos (...)