Sat Sanlucar · insurgente.org SERGE HALIMI. ¡Ahora mismo! 18/04/2020
Una vez que esta tragedia haya quedado atrás, ¿todo volverá a ser como
antes? Cada una de las crisis de los últimos treinta años alimentó la
esperanza irracional de una toma de conciencia, un regreso a la razón,
un freno. En el imaginario aparecía, primero, el confinamiento y, luego,
la transformación de una dinámica sociopolítica de la que, al fin,
todos habrían podido ver las limitaciones y peligros (1). Se suponía que
la estampida bursátil de 1987 iba a
contener la oleada de privatizaciones y que las crisis financieras de
1997 y de 2007-2008 iban a hacer trastabillar la globalización feliz.
Pero no fue el caso.
A su
vez, los atentados del 11 de septiembre de 2001 suscitaron reflexiones
críticas sobre el “hubris” estadounidense, así como afligidos
interrogantes del tipo: “¿Por qué nos odian?”. Esto tampoco duró. Lo
cierto es que, incluso cuando el movimiento de las ideas toma la
dirección correcta, nunca resulta suficiente para poder detener las
máquinas infernales. Siempre se necesita de la participación de los
individuos. Y cuando esto sucede, más vale no depender de los
gobernantes responsables de la catástrofe, incluso si estos pirómanos se
ponen melindrosos, hacen los sacrificios necesarios y afirman haber
cambiado. Sobre todo, cuando su propia vida –al igual que la nuestra–
corre peligro.
La mayoría de nosotros no hemos conocido de manera directa ni la guerra, ni golpes militares, ni toques de queda. Ahora bien, a finales de marzo, cerca de tres mil millones de habitantes estaban ya en cuarentena, muchos de ellos en condiciones extremadamente difíciles –no son escritores que se dedican a observar las camelias en flor en sus casas de campo–. Pase lo que pase en las próximas semanas, la crisis del coronavirus habrá constituido la primera angustia global de nuestras vidas: eso no se olvida. Los responsables políticos están obligados a tenerlo en cuenta, al menos en parte...
La mayoría de nosotros no hemos conocido de manera directa ni la guerra, ni golpes militares, ni toques de queda. Ahora bien, a finales de marzo, cerca de tres mil millones de habitantes estaban ya en cuarentena, muchos de ellos en condiciones extremadamente difíciles –no son escritores que se dedican a observar las camelias en flor en sus casas de campo–. Pase lo que pase en las próximas semanas, la crisis del coronavirus habrá constituido la primera angustia global de nuestras vidas: eso no se olvida. Los responsables políticos están obligados a tenerlo en cuenta, al menos en parte...
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OTRA COSA: A la mierda los miserables y sus miserias. Que no haya paz para los malditos, de Marisa Peña
OTRA COSA: A la mierda los miserables y sus miserias. Que no haya paz para los malditos, de Marisa Peña
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