"No al pelotazo". Es una pancarta recurrente en los balcones colindantes a la Ermita del Santo, un emblemático centro comercial ubicado en el madrileño barrio de Puerta del Ángel. Algunos vecinos se lo curran y trazan letras llamativas, a todo color, sobre el blanco de unas sábanas viejas que, antes de ser desechadas, darán un último e inconformista servicio. En este complejo privado –que hoy alberga varios restaurantes, un gimnasio, un teatro y varios locales de actividades recreativas–, el Ayuntamiento de Madrid planea recalificar el terreno para levantar varias torres, algunas de hasta 28 pisos, con cerca de 600 viviendas y más de 2.000 plazas de garaje. 

Al otro lado del manzanares, donde antes se afincaba el estadio Vicente Calderón, ya se intuyen los esqueletos de varios edificios en construcción, cómo una suerte de preludio de lo que viene; como si las grúas tuvieran alma propia y pudieran saltar el río para seguir apilando ladrillos. "Esto va a suponer una transformación agresiva del barrio, es ponerlo todo patas arriba y alterar la vida en todo el entorno", se queja Ángel León, vecino de Puerta del Ángel y portavoz de la plataforma ciudadana surgida a raíz del anuncio del proyecto a finales de septiembre. 

"La zona no está preparada para esto, ya está muy congestionada. Es un pelotazo enorme que lo va a destruir todo, va a acabar con la vida del barrio para que se enriquezcan cuatro inversores", añade Pacha, otra vecina de la zona que mira, desde lo alto del parque Cuña Verde, las pistas de pádel que aprovechan la azotea de este peculiar centro comercial decorado con palmeras y ornamentado con trazas arquitectónicas que emulan el Miami de los noventa. Este proyecto es, dicen los residentes, la gota que colma el vaso de una década marcada por los cambios urbanos y la subida de precios.

Puerta del Ángel se ha convertido en uno de los barrios de la capital donde la vida más se ha encarecido. Es difícil encontrar pisos de alquiler por debajo de los mil euros; los comercios de toda la vida echan el cierre; y grupos de inversores, como Madlyn, se hacen con todo. Un artículo publicado en El Mundo en 2020 denominaba el entorno como el Brooklyn madrileño y ensalzaban su cercanía al centro de la ciudad, a solo unos minutos de La Almudena caminando por el Puente de Segovia. Precisamente su ubicación estratégica –junto al desarrollo de nuevas zonas verdes como Madrid Río o la Avenida de Portugal– ha sido determinante para acelerar el proceso de gentrificación.

"Es un barrio amplio de 47.000 personas", dice León. "La inversión de la ermita supondría multiplicar las inversiones a costa de poner patas arriba el barrio y agudizar problemas como la falta de servicios, la contaminación, el trafico y el ruido", argumenta. La densidad poblacional es ya muy elevada y el barrio, dice el portavoz vecinal, apenas tiene dotaciones suficientes: no hay ningún instituto público cerca, sólo una escuela primaria y un centro de de salud a menos de un kilómetro. 

El enclave guarda una peculiar relación con la historia de la capital, al situarse en la perspectiva urbana que Francisco de Goya pintó en 1788 desde la Pradera de San Isidro. "Es un sitio que define la imagen de Madrid", valora Norma Pérez, arquitecta y portavoz de Ecologistas en Acción, organización que ha presentado alegaciones al proyecto y que no descarta acudir a los tribunales si todo sigue adelante. Es como si las vistas más emblemáticas de Madrid se privatizaran, se redujeran al disfrute de quienes puedan pagarse un ático con vistas a la colina sobre la que descansa el Palacio Real y La Almudena.  "Se va a dar un salto importante en la edificabilidad. El plan actual está en los 0,5 metros de altura por metro cuadrado. Si esta recalificación sale adelante, se pasaría a 1,65 metros por metro cuadrado". (...)