lunes, 16 de septiembre de 2024

Esas horribles personas llamadas turistas, de Raquel Marcos Oliva

 17 de agosto de 2024    Raquel Marcos Oliva

Detractores de la loca idea de desplazarse por gusto ha habido siempre y, aunque en minoría, forman un pequeño grupo con las ideas muy claras. Chesterton, autor de varios y espléndidos libros de viajes, escribió sin embargo que “los viajes estrechan la mente”. “Siempre viajo a Londres”, dijo, porque solo viajaba para volver a su casa siendo exactamente el mismo que había partido. Es el efecto bumerán del viaje: uno regresa al punto de partida pero se ha cargado cosas por el camino. Chesterton advertía de que el peligro supremo se produce cuando hombres de distintos lugares se reúnen en el mismo sitio, pues la incomprensión mutua es inevitable. Uno de sus consejos era amar lo distante de la forma adecuada, esto es, desde la distancia, sin sucumbir al impulso suicida irracional de irrumpir por unos días en el entorno de los demás. ¿Puede uno amar la existencia de Venecia sin caer en la tentación de ir a Venecia? Bien sabía que los británicos son los turistas más terribles porque, como ya advertía Douglas Sutherland, “un gentleman inglés no va al extranjero salvo en tiempos de guerra”. Adam Smith advirtió de que el viajero joven siempre “regresa a casa más presuntuoso, más amoral, más disipado y más incapaz de aplicación”. Ralph Waldo Emerson llamó a los viajes “un paraíso para los tontos” y Fernando Pessoa escribió en su Libro del desasosiego: “La idea de viajar me provoca náuseas”. ¿Aún tienen ganas de salir de casa? (...)

.......................

OTRA COSA:  Un pueblo de Mallorca frena la presión humana en una cala con una barrera de piedras: “Esto era un nido de caravanas”, de Carla Rivero - Francisco Ubilla


Reconstruyendo el rastro invisible de las mujeres lesbianas y bisexuales de los años treinta en Madrid, de Luis de la Cruz

 Luis de la Cruz   18 de agosto de 2024 


Todos los que nos hemos topado en los últimos años con la referencia a la existencia del llamado Círculo Sáfico de Madrid en los años 20 y 30, y hemos intentado indagar sobre el tema, nos hemos visto perdidos entre la nada. Un páramo de información –así sean fuentes primarias o secundarias– que habla del paso silencioso de las mujeres lesbianas a través de la historia. Un camino insinuado al que incluso los biógrafos de las mujeres lesbianas y bisexuales han contribuido con sus referencias confusas a la amistad femenina.

Recientemente ha llegado a las librerías El Círculo Sáfico. Lesbianismo y bisexualidad en el Madrid de principios del siglo XX (Levanta Fuego, 2024), de la filóloga Paula Villanueva, el primer ensayo que aborda el tema en extenso.

Contábamos ya con lo investigado por Vicente Carretón –quien acuña el término Círculo Sáfico hace 20 años a propósito de la escenógrafa Victorina Durán– y con los estudios de otras investigadoras, como Eva Moreno Lago, que pone ante nuestros ojos algunos textos de la propia Durán, de Elena Fortún o de Rosa Chacel atravesados por aquellos días de secreto deseo entre mujeres.

El lesbianismo era considerado en el primer tercio del siglo XX un acto contra natura y era una conducta estigmatizada. Era parcialmente visible, en todo caso, en algunos ambientes artísticos y bohemios. Los círculos intelectuales, copados por clases medias urbanas, comienzan a ser también un poco más permeables a la diversidad sexual y es en este ambiente donde surge un Círculo Sáfico madrileño.

El Círculo Sáfico no era un club con un letrero en la puerta sino un grupo de mujeres y sus espacios de encuentro. La investigadora Eva Moreno Lago habla del “secreto a voces” como método de captar adeptos a unas tertulias clandestinas de códigos para iniciadas. Espacios de libertad que afloraban en tertulias de café como la del Teatro Español o la Granja de El Henar, pero se desarrollaban más ampliamente entre paredes privadas, como el estudio de Victorina Durán en el centro de Madrid. Pequeñas sociedades urbanas donde la homosexualidad era aceptada como plenamente normal.

Ni siquiera los oasis de modernidad femenina como el Lyceum Club, en el que desarrollaban sus actividades estas mujeres avanzadas, eran espacios libres de homofobia, lo que hizo que algunas de ellas salieran informalmente de su ámbito de influencia. Por ello mismo, eran también mujeres condenadas a la permanente contradicción personal, presionadas por la influencia aplastante de la religión y los usos sociales, que invalidaban como insana su propia naturaleza. Es por ello, y quizá también por los marcadores de su clase burguesa (y la propia legislación vigente), que apelaban al decoro y a veces eliminaban el rastro de su felicidad. Como Elena Fortún, que pidió sin éxito antes de morir que se destruyeran los manuscritos de Oculto sendero y El pensionado de Santa Casilda, sus obras de mayor presencia sáfica.

Victorina Durán, vestida de modernidad y libertad

Por el ensayo de Paula Villanueva, que mencionábamos al principio del artículo, desfilan muchos nombres, como los de Victoria Kent, Carmen Conde, Elena Fortún o Rosa Chacel, pero seguramente el más recurrente del Círculo Sáfico sea el de Victorina Durán.

 La figurinista y pintora desgrana en su autobiografía Así fue muchas de sus experiencias compartidas en los ámbitos de la sexualidad disidente, aunque decide no sacar del armario a sus amigas (es el caso de la actriz Margarita Xirgú que, parece, fue su amante).

Durán fue una de las fundadoras del Lyceum Club junto con María de Maeztu y otras mujeres de la burguesía capitalina. Cultivó el surrealismo tras graduarse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (donde fue la primera mujer en ostentar la cátedra de Indumentaria y Arte Escenográfico). Colaboró con Cipriano Rivas Cheriff en la creación del TEA (Teatro Escuela de Arte) de Madrid y llevó los aires de vanguardia a los decorados y vestuarios de los montajes de Federico García Lorca o Margarita Xirgú.

Se exilió en Buenos Aires en 1937, donde desarrollaría una carrera exitosa como directora artística de los teatros Colón y Cervantes, continuando también con su periplo pictórico. Regresó a España en la década de los ochenta, murió a los 94 años (en 1993) y dejó tras de sí un importante legado artístico por reivindicar y un epitafio elocuente: “No sé si habré dejado de amar por haber muerto o habré muerto por haber dejado de amar”.



domingo, 15 de septiembre de 2024

El “yo soy español” de Lorca en su última entrevista: más cerca del “chino bueno” que del “español malo”, de Juan Miguel Baquero

 Juan Miguel Baquero   18 de agosto de 2024

“Yo soy español integral”. La frase resuena similar a un canturreo de animación en recintos deportivos. “Canto a España y la siento hasta la médula”, añade… ¿un político populista, acaso? Pues no. Las palabras salen de boca de Federico García Lorca. Y tienen añadidos: “Pero odio al que es español por ser español nada más” y “el chino bueno está más cerca de mí que el español malo”. El poeta lanza esas sentencias en su última entrevista, apenas dos meses antes de ser asesinado por fascistas hace ahora 88 años.

La extrema derecha española ha llegado a proclamar en el Congreso que Lorca votaría a Vox. Una provocación, dicen. Porque, ¿cabe imaginar a un nacionalista intenso salivando ante un enérgico “yo soy español”? ¿O un nostálgico del franquismo firmando un sonoro “a España la siento hasta la médula”? Quizás. Pero remata Lorca: “Execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos”.

Lorca, siempre como una pieza apetecible. “Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos”, confiesa. El poeta más universal del país, asesinado por los golpistas de Francisco Franco por “rojo” y “prácticas de homosexualismo [sic]”, como prueban los documentos secretos de la policía franquista revelados por este periódico. “Yo soy español”, responde poco antes de la matanza fascista

¿Qué diría de la máquina del fango que denuncia el presidente de España, Pedro Sánchez? “En este momento dramático del mundo” el artista debe “meterse en el fango hasta la cintura” para “llorar y reír con su pueblo”, aseveró entonces. Ojo que las fake news del franquismo siguen ahí. “Pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos”, continúa el poeta a escasas fechas de su ejecución a tiros que ordena en clave el genocida Gonzalo Queipo de Llano: “Dadle café”.

“No creo en la frontera política”, aclara “el desaparecido más llorado del mundo”, como dijo Ian Gibson en una entrevista exclusiva para elDiario.es Andalucía. Un referente que el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, menciona en su investidura junto a Blas Infante, los dos perdidos en las 900 fosas comunes de su tierra. Lorca vive a 88 años de su muerte. Y reivindicado hasta por la extrema derecha.

Última entrevista a Lorca

El ruido de sables acecha a la democracia de la II República cuando el ilustrador Lluís Bagaría (Barcelona, 1882 – La Habana, Cuba, 1940) conversa con su amigo Lorca (Fuentevaqueros, 1898 - Víznar, Granada; 1936). Es el 10 de junio de 1936. Aquella cita, más que una pura entrevista periodística, es un encuentro entre compañeros. Sus protagonistas no eran conscientes, pero esa cómplice 'interviú' genera las últimas declaraciones en vida del poeta, publicadas por el periódico El Sol.

La charla –íntegra al final del texto– está centrada, en teoría, entre una “reivindicación intelectual del toreo” y “las diferencias del cante gitano y el flamenco”. Con otro vértice, “el arte por el arte y el arte por el pueblo”. Es el planteamiento de Lluís Bagaría, aunque pronto deriva en temas dispares. Y con una confabulación picante entre los interlocutores, salpicada de ironía.

Lorca ya había vivido su propio itinerario americano, del jaleo en Buenos Aires (Argentina) al descubrimiento sexual neoyorquino. En España bulle la creación artística antifascista. Y aquel parloteo deja frases muy llamativas. Pregunta el ilustrador: “¿No crees, Federico, que la patria no es nada, que las fronteras están llamadas a desaparecer? ¿Por qué un español malo tiene que ser más hermano nuestro que un chino bueno?”. La respuesta suma tintes antológicos.

“Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política”, responde el poeta.

Llueven más preguntas y respuestas aquel junio del 36. Las pistolas de los golpistas están calientes y el ilustrador y el poeta conversan sobre felicidad, “salvajismo” y “plumas de ángel”, de ranas y toros, cante gitano, flamenco y la resurrección de la carne… hasta la conquista de Granada como “un momento malísimo” que desprecia “una civilización admirable”.

Porque “yo soy español integral”, pero… ¿qué diría Federico García Lorca ante el resurgir del fascismo y los discursos de odio? “¿Qué papel corresponde al arte?”, cuestiona Lluís Bagaría. “En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas”, incide, vigente, el discurso del autor de Bodas de Sangre .

Última entrevista de Federico García Lorca (diario El Sol, junio de 1936) (...)

CTXT. El coste ecológico de la guerra en el sur del Líbano, de Marta Maroto · Beirut

 Marta Maroto Beirut (Líbano) , 19/08/2024

Israel arroja de manera sistemática bombas de fósforo blanco en el Líbano, armas incendiarias que generan grandes fuegos y contaminan la tierra. El objetivo es hacer inhabitable la región sur del país

Olivar quemado por bombas de fósforo blanco en Aita Al Chaab, pueblo fronterizo en el sur del Líbano. Imagen tomada en noviembre de 2023.  / Jihad Jneid


En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

En paralelo a la guerra de desgaste entre la milicia libanesa Hezbolá e Israel en el límite entre ambos territorios, hay otra batalla tóxica que libran las llamas: miles de hectáreas han sido devoradas por incendios, provocados o resultado de los misiles, en una zona donde la mayor parte de la población vive de la agricultura. En el perímetro que rodea la parte libanesa de la frontera, Israel juega con los límites ambiguos del Derecho Internacional arrojando de manera indiscriminada bombas incendiarias de fósforo blanco. El objetivo: hacer inhabitable el sur del Líbano. 

“Es el momento de que el Líbano arda”, lanzaba el ultraderechista Ben-Gvir, ministro israelí de Seguridad Nacional, a principios de junio. Sus amenazas llegaban mientras mil hectáreas de bosque en el norte de Israel, según autoridades locales, sucumbían bajo fuego provocado por misiles de Hezbolá. La milicia había advertido de que contestaría con la misma estrategia que Israel llevaba utilizando desde el comienzo de la guerra en octubre: la de tierra quemada. 

Las cifras, sin embargo, no son exactas en una guerra que sigue aumentando intensidad y con muchas zonas todavía inaccesibles. Según los últimos datos de junio del Consejo Nacional de Investigación Científica (CNIC), el organismo público de estadística libanés, la superficie quemada en el sur del Líbano es de 1.700 hectáreas, entre reservas naturales y cultivos agrícolas. Sin embargo, el medio israelí Haaretz, basándose en imágenes aéreas, aumenta hasta las 6.000. Del lado israelí esta misma fuente habla de en torno a las 15.000 hectáreas dañadas. 

Parte de los bosques del norte de Israel han sido reforestados con coníferas europeas que arden más rápido, explica a CTXT Abbas Baalbaki, investigador en la Universidad Americana de Beirut y miembro de la organización Green Southerners (‘Sureños verdes’) quien se muestra escéptico con los números. Con una tecnología de extinción más avanzada que los servicios de emergencia libaneses, los expertos destacan la intencionalidad y el uso de armas pesadas por parte de Israel en una estrategia que sus propios cargos militares reconocen: se trata de “crear una distancia segura que no permita a Hezbolá utilizar el terreno”, decía a medios hebreos un reservista del Ejército israelí. 

Aunque llegado un acuerdo de tregua sobre la Franja de Gaza, requisito que el grupo chiíta considera indispensable para el cese de las hostilidades, Israel insiste en que no parará los ataques en el frente con el Líbano hasta que Hezbolá no se retire de la frontera. Con en torno a 100.000 colonos evacuados desde el comienzo de la guerra, el empeño del Gobierno hebreo es convertir el sur del Líbano en una barrera, un perímetro de seguridad donde los milicianos de Hezbolá no tengan presencia. 

Parte de esta estrategia tiene que ver con destruir la tierra a través del uso de armas incendiarias como el fósforo blanco. Una munición que arrasa y contamina los cultivos de olivos, tabaco, cítricos, plátanos y menta en torno. Plantaciones de las que dependen los pueblos que salpican la geografía verde y montañosa de la región sur del país. Es lo que el investigador Ahmad Baydoun denomina como “violencia a largo plazo o lenta: infringir el mayor daño posible para dificultar que la gente regrese”, convirtiendo el sur del Líbano en un “vertedero tóxico”, sostiene. 

“Las bombas de fósforo blanco no persiguen un objetivo militar: no pueden destruir bases o matar combatientes”, añade Baalbaki. “Su utilización forma parte de una inversión a largo plazo, Israel está usando la estrategia de la destrucción de los ecosistemas para mermar la capacidad de la gente de resistir, rompiendo su conexión con la tierra”, sostiene.

En esta guerra contra el medio ambiente, Israel no solo emplea bombas incendiarias. También lanza bengalas –cuyo uso militar es iluminar– a plena luz del día en áreas remotas para provocar fuegos, ataca a los equipos de defensa civil que se desplazan para extinguir las llamas y planifica bombardos con los que aumentar la superficie quemada y complicar los esfuerzos de extinción. A mediados de junio se hizo viral un vídeo en el que se ve al Ejército israelí, desde su lado del muro fronterizo sensorizado, lanzando bolas de fuego con una catapulta de madera. 

“Mata los árboles incluso donde no han caído las bombas”, señala Mohammed Husseini, líder del sindicato de agricultores mayoritario en el sur del Líbano, quien lamenta la terrible situación financiera del país y la falta de ayudas estatales para el sector. Desde el comienzo de la guerra hasta finales de junio Israel ha arrojado 371 bombas incendiarias, entre ellas 175 cabezas fosfóricas, de acuerdo al CNIC. Los daños pueden ser mayores, pues muchos cultivos han quedado abandonados por su cercanía al límite con Israel y no es seguro para sus dueños siquiera acercarse. Solo en el primer mes de conflicto se destruyeron 40.000 olivos, según el Ministerio de Agricultura libanés.

La Ley Internacional y el fósforo blanco

Su olor recuerda al del ajo, y cuando estalla en el cielo crea la forma de una medusa con mil tentáculos blancos. Su picadura es muy peligrosa: mientras no sean privadas de oxígeno, las bombas de fósforo blanco pueden encenderse una y otra vez hasta liberar toda la carga química, por lo que su retirada es muy complicada.

El fósforo blanco está tipificado como arma incendiaria –y no química–, lo que lo hace apto para el uso militar, concebido para iluminar en la noche o crear pantallas de humo denso que permitan esconder operaciones como la retirada de tropas. La legislación internacional prohíbe el daño ambiental deliberado, y en eso se basa la queja que el Estado libanés ha interpuesto en las Naciones Unidas, que también denuncia los ataques intencionados con esta munición en zonas civiles. 

En casi una veintena de municipios al menos 173 personas han sido afectadas por fósforo blanco, incluidas varias que fueron hospitalizadas con síntomas de asfixia, según el Ministerio de Salud Pública libanés. El químico arde a 800 grados de temperatura, lo que en contacto con la piel provoca heridas mortales y rompe incluso los huesos. Es por eso que su lanzamiento en núcleos de población está prohibido por el Derecho Internacional y puede suponer un crimen de guerra, según el Protocolo III de la Convención sobre armas convencionales, del que Israel no es signatario.

Israel hace uso de las definiciones difusas y los límites de la Ley Internacional. “(Los ataques que) no distinguen entre civiles y objetivos militares son indiscriminados y están, por lo tanto, prohibidos”, subraya un informe de Amnistía Internacional en el que ofrece “evidencia del uso ilegal de fósforo blanco”. En diciembre, el Ejército israelí contestaba a un artículo en el Washington Post que demostraba la procedencia estadounidense de las armas empleadas: “Las principales bombas de humo que utiliza el Ejército de Defensa Israelí (IDF) no contienen fósforo blanco. Al igual que muchos ejércitos occidentales, el IDF tiene también bombas de humo que contienen fósforo blanco”. En estas declaraciones, Israel añadió también que ese tipo de munición era empleada “para crear pantallas de humo, y no para ataques ni ignición”. 

Human Rights Watch se ha sumado también a las denuncias. La organización ha documentado el uso de munición incendiaria en zonas civiles en el sur del Líbano y en la guerra genocida de Gaza, así como en conflictos previos en el enclave palestino. Por ejemplo, tras la Operación Plomo Fundido en 2009 contra la Franja, el abuso de estas bombas en áreas densamente pobladas provocó la condena internacional, y el Ejército israelí anunció que restringiría el uso y buscaría fórmulas menos dañinas.

El Líbano también tiene una larga experiencia con el químico, que lleva utilizándose desde la invasión israelí en 1982. “Es horrible, estamos recibiendo pedazos de personas. No habíamos tenido esto nunca”, reportaba una doctora al New York Times en junio de aquel año, cuando se registraron los primeros casos de pacientes con heridas provocadas por armas de fósforo. Son inciertos sus efectos a largo plazo.

Con pocos estudios al respecto, aún no existe ningún protocolo que asegure poder combatirlo, y con una guerra en curso en la que siguen reportándose lanzamientos de bombas fosfóricas e incendios las perspectivas no alumbran esperanza. Se conocen multitud de casos en los que la contaminación del fósforo blanco provocó enfermedades respiratorias y malformaciones en recién nacidos. Ese es el caso de la ciudad de Fallujah, al oeste de la capital iraquí, donde hace veinte años las tropas de invasión estadounidenses arrojaron gran cantidad de fósforo blanco. 

Más allá de esta sustancia, la contaminación que deja la guerra a su paso es mortal: el experto Baalbaki cuenta que en los años siguientes al conflicto de 2006 perdió por cáncer a al menos cinco familiares en localidades del sur debido a las altas concentraciones de metales pesados tras un mes de ofensiva israelí. 

“Qué podemos hacer, todos estamos sufriendo, todavía no puedo calcular las pérdidas porque si me acerco a la frontera a comprobar el estado de mis tierras quizá no regrese a casa”, explica Tanus Majluf, agricultor en Rmeish, pueblo sobre la Línea Azul. “Resistiremos, en la última guerra perdimos muchas hectáreas de cultivo, convertidas ahora en campos de minas antipersona. En esta, al menos muchos de nosotros hemos podido salvar parte de la cosecha”, continúa, enhebrando hojas de tabaco de la única parcela que se ha librado, por ahora, de la guerra.

..................

OTRA COSA:  Paseo semanal por CTXT, por Diego Delgado: Sainetes y retornos 

sábado, 14 de septiembre de 2024

El fantasma de Chicago 1968, la convención que los demócratas quieren olvidar, de María Ramírez

 María Ramírez    17 de agosto de 2024


La pegajosa tarde del 28 agosto de 1968, un joven a pecho descubierto que protestaba contra la guerra de Vietnam en Grant Park, en el centro de Chicago, trepó por un asta donde ondeaba la bandera de Estados Unidos para bajarla hacia la mitad. Era uno de los miles de jóvenes concentrados allí. Una mayoría de los delegados de la Convención del Partido Demócrata, reunida en la ciudad, acababa de votar en contra de una propuesta de paz para Vietnam (...)

MÁS EN  Convención Nacional Demócrata de 1968