17 de agosto de 2024 Raquel Marcos Oliva
Detractores de la loca idea de desplazarse por gusto ha habido siempre y, aunque en minoría, forman un pequeño grupo con las ideas muy claras. Chesterton, autor de varios y espléndidos libros de viajes, escribió sin embargo que “los viajes estrechan la mente”. “Siempre viajo a Londres”, dijo, porque solo viajaba para volver a su casa siendo exactamente el mismo que había partido. Es el efecto bumerán del viaje: uno regresa al punto de partida pero se ha cargado cosas por el camino. Chesterton advertía de que el peligro supremo se produce cuando hombres de distintos lugares se reúnen en el mismo sitio, pues la incomprensión mutua es inevitable. Uno de sus consejos era amar lo distante de la forma adecuada, esto es, desde la distancia, sin sucumbir al impulso suicida irracional de irrumpir por unos días en el entorno de los demás. ¿Puede uno amar la existencia de Venecia sin caer en la tentación de ir a Venecia? Bien sabía que los británicos son los turistas más terribles porque, como ya advertía Douglas Sutherland, “un gentleman inglés no va al extranjero salvo en tiempos de guerra”. Adam Smith advirtió de que el viajero joven siempre “regresa a casa más presuntuoso, más amoral, más disipado y más incapaz de aplicación”. Ralph Waldo Emerson llamó a los viajes “un paraíso para los tontos” y Fernando Pessoa escribió en su Libro del desasosiego: “La idea de viajar me provoca náuseas”. ¿Aún tienen ganas de salir de casa? (...)
.......................
No hay comentarios:
Publicar un comentario