miércoles, 12 de mayo de 2021

Se va el último héroe trágico, de Jorge Armesto

   ELSALTODIARIO


No se ama a los héroes, nos incomodan. Se les puede admirar, envidiar a veces, pero es difícil amarles. El héroe es aquel que se mantiene entero cuando los demás se descomponen, es la personificación de la unidad en un mundo que está en constante escisión. El héroe es íntegro, y la palabra significa recto, pero también indiviso, completo. Cuando todo se desintegra, el héroe permanece intacto. En lo incierto es lo único incuestionable.

El héroe es el que se sostiene, el que combate, pero no necesariamente el que vence. Y eso es porque no hace cualquier cosa por sobrevivir. El que lo hace todo, lo que sea, por sobrevivir, tiene otros nombres, elegidos entre el campo semántico de los reptiles. Sin embargo, aún despojado de victoria, solo el héroe pelea por la autocreación honrada de su identidad y es capaz de conservar, hasta el final, en el éxito o en el fracaso, la dignidad de la grandeza humana.

En la historia de la democracia española ¿quién ha efectuado renuncias como la de Pablo Iglesias? ¿Quién se ha inmolado como se ha inmolado él?

Si algo no le podrán negar a Pablo Iglesias sus enemigos es la grandeza. Sus gestos excesivos incomodan a los demás, precisamente, por su exceso, por ser inalcanzables para los que sí hacen lo que sea por sobrevivir. En la historia de la democracia española ¿quién ha efectuado renuncias como la de Pablo Iglesias? ¿Quién se ha inmolado como se ha inmolado él? Dejar la Vicepresidencia del Gobierno para lanzarse a una batalla imposible nos hace pensar en esos personajes trágicos del cine o de la literatura: el anciano guerrero que sale de su retiro para luchar por una causa justa una última vez; aquel otro que se aposta solo en el desfiladero para dar tiempo a que huya la columna de heridos; el mercenario aguerrido que expía su pasado sanguinario en un postrero gesto de suicidio altruista.

“La moral despierta el héroe que hay en mí”, decía Kant. Bien, pues son precisamente estos gestos excesivos del héroe los que lo vuelven imposible de amar, los que nos incomodan. ¿Podría haber hecho yo lo que hizo Pablo Iglesias? ¿Podría haber soportado todo el peso que él ha soportado? ¿Podría haber renunciado a lo que él renunció? No albergo dudas: yo, no. Y eso hace que la línea moral que él traza esté a años luz de la mía. ¿Cómo amar entonces a alguien así? ¿A alguien cuyas acciones se nos muestran como imposibles de imitar? (...)

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