domingo, 4 de junio de 2023

El Salto. Sudamérica en la fractura del mundo

Pablo Gandolfo   30 ABR 2023

 Estados Unidos se prepara para la guerra contra China en todo el mundo. La planificación bélica incluye a Sudamérica.

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Esa estrategia tiene dos espacios donde la obsecuencia debe ser total: Europa y América Latina. En Europa, todo marchaba según lo planeado, la guerra en Ucrania obró como fuerza centrípeta, la OTAN se muestra revigorizada, las burguesías europeas no se desalinearon a pesar de que el capital estadounidense utiliza el conflicto para ganar competitividad respecto a ellas, y la posibilidad de que esa marcha se rompa no pasa por las élites sino por la reacción de los pueblos, a medida que las burguesías trasladan la factura —creciente— hacia sus propias clases trabajadoras. 

Sin embargo, en las últimas semanas aparecieron síntomas de resquebrajamiento de ese orden. Un pueblo con larga tradición de revueltas —el francés— se levantó contra una reforma jubilatoria. Cuál será la jubilación que los franceses tengan es un tema sobre el cual también influye —y mucho— cómo se resuelva el conflicto en Ucrania.

Como venimos desarrollando en artículos anteriores en El Salto, hoy menos que nunca, podemos leer el acontecer como fragmentos inconexos, sin vinculación. Pero, hoy más que nunca, los medios de comunicación hegemónicos tienden a presentarnos la información de ese modo. Está en curso una batalla por el reordenamiento del mundo, y cada movimiento afecta a todos los demás. No solo a los países, también a las clases sociales dentro de ellos, y a las fracciones de clase. Las relaciones de fuerza entre clases sociales dentro de un país tienen un correlato en su política exterior. Y viceversa. 

“Europa debe reducir su dependencia de Estados Unidos y evitar verse arrastrada a una confrontación entre China y Estados Unidos por Taiwán”, dijo Macron 

El cambio de relaciones de fuerza en la sociedad francesa producto de ese levantamiento es uno de los motores detrás de las declaraciones de Emmanuel Macron durante su viaje de vuelta desde China, las más disonantes hacia el alineamiento automático con Estados Unidos que un alto funcionario europeo haya realizado en más de un año de conflicto. Macron dijo que “Europa debe reducir su dependencia de Estados Unidos y evitar verse arrastrada a una confrontación entre China y Estados Unidos por Taiwán”. Agregó que de no hacerlo “el gran riesgo” es “quedar atrapada en crisis que no son las nuestras, lo que le impide construir su autonomía estratégica”. Y sacó una conclusión lapidaria: “Si las tensiones entre las dos superpotencias aumentan… no tendremos el tiempo ni los recursos para financiar nuestra autonomía estratégica y nos convertiremos en vasallos”.

Uno de los tres periodistas a los cuales Macron concedió la entrevista era del medio Politico. Al final de la nota aclara que el contenido fue revisado y pulido por los asesores de Macron. Y termina diciendo que “algunas partes de la entrevista en las que el presidente habló aún más francamente sobre Taiwán y la autonomía estratégica de Europa fueron eliminadas por el Elíseo”. El presidente francés fue aún más crudo en la realidad que en la versión lavada que nos llega.

La guerra llega al cono sur

En América Latina, el imperativo geoestratégico estadounidense aún no se expresa con la claridad que lo hace al otro lado del Atlántico, pero ya clarea en el horizonte. En el subcontinente las piezas decisivas son Brasil y Argentina. Centroamérica carece de fuerza para marcar el rumbo, y el margen de maniobra de México, dado los nudos de dependencia respecto a la economía estadounidense, son limitados. Además, el país azteca busca beneficiarse —¿ingenuamente?— de la nueva geoeconomía que pretende construir Washington con el near, friend y ally-shoring [cadenas de suministro], acortando las cadenas de valor, y utilizando al país como plataforma cercana para mano de obra barata, en reemplazo del Sudeste Asiático y China. El near-shoring tiene una faceta comercial pero tiene otra militar, que es prepararse para una guerra de una escala diferente a las que conocimos en las últimas décadas.   

“¿Por qué todos los países necesitan hacer su comercio respaldado por el dólar? ¿Por qué no podemos comerciar con nuestras propias monedas? ¿Quién decidió que fuera el dólar?”, dijo Lula en China

En Beijing —parece que la capital china insufla de valentía a los mandatarios occidentales— Lula abordó un tema muy sensible para Estados Unidos y se sumó a la pléyade de iniciativas tendientes a comerciar por fuera del dólar: “¿Por qué todos los países necesitan hacer su comercio respaldado por el dólar? ¿Por qué no podemos comerciar con nuestras propias monedas? ¿Quién decidió que fuera el dólar?”. Lo hizo en una circunstancia cargada de simbolismos, mientras Dilma Rousseff asumía como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) de los BRICS, que pretende ser la contracara del FMI.

Lula también se refirió a la situación de Argentina: “No le corresponde a un banco asfixiar la economía de una nación como lo está haciendo ahora el FMI con Argentina, como lo hizo con Brasil durante tanto tiempo y como lo hizo con los países del tercer mundo. Ningún gobernante puede trabajar con un cuchillo en la garganta porque tenga deudas“. También denunció que el FMI toma a los países como rehenes: “Cuando el Fondo Monetario Internacional o cualquier otra institución presta a un país del tercer mundo, la gente se siente en el derecho de mandar, de administrar las cuentas de esas naciones, como si fueran sus rehenes”. Y encomió a Dilma Rousseff a que el NBD “preste dinero con miras a ayudar a los países en desarrollo y no sofocarlos”.

Las palabras de Lula encierran un diagnóstico. La deuda externa y el Fondo Monetario Internacional son los instrumentos principales para lograr un sometimiento pleno de Buenos Aires a los de Estados Unidos (...) 

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