sábado, 9 de enero de 2021

Capitolio de Washington. Continuación: nº 22

 

Lo ocurrido ayer en el Capitolio de Washington (y de algún estado más) solo cabe describirlo con el terrible drama del Götterdämmerung, el ocaso de los dioses, el final épico de El anillo del Nibelungo de Wagner: Trump-Brunilda la walkiria se inmola ordenando prender fuego al castillo de Wotan. No es solo ira lo que suscitaban anoche esas imágenes. Había en ellas algo más profundo: los policías escapando aterrorizados de los bárbaros interiores como ayer los denominó Germán Cano en un oportuno tuit, la multitud ascendiendo al edificio simbólico del poder del imperio, Ivanka Trump tuiteando que eran los patriotas que se habían levantado. Es un intento de golpe, sí, que habla de unos Estados Unidos en una guerra consigo mismo después de haber llevado la violencia a medio planeta. El WP recordaba antesdeayer que Trump ha perdido las elecciones pero ha crecido mucho en votos, en algunos estados hasta el 30%. Ahora quiere lanzar a sus seguidores contra las instituciones, también como Brunilda, intentando anular la voluntad de la voluntad.
Qué terrible final: una policía, que en otros contextos no habría dudado en usar las armas, cediendo el paso a una multitud de supremacistas venidos de los más profundos túneles de la historia y alentados por quien había jurado proteger la ley y a los ciudadanos. El gobernador ha convocado a la Guardia Nacional, una milicia nacida en la Revolución como pueblo en armas, que ahora tiene en frente a la mitad de sus ciudadanos y ella misma probablemente estará dividida por la misma fractura. Barbara Probst Salomon escribió una vez en el NYT, no recuerdo con qué ocasión de una elección (creo recordar que la de Clinton) que Estados Unidos no había terminado su guerra civil, que la misma división seguía activa. Pase lo que pase, estas imágenes ya no se irán de los ojos de nadie. La pandemia y el asalto al Capitolio, me parece, son los signos definitivos de un mundo que anochece.
  

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