La acción individual organizada tiene poder para incidir sobre las decisiones económicas y políticas, pero también se enfrenta a grandes límites.
Varias personas disfrazadas y con carteles, durante una manifestación en apoyo a Palestina, a 29 de noviembre de 2023. — Ilies Amar / EUROPA PRESS
"Este es el lugar malo", exclama Eleanor Shellstrop en The Good Place (2016), una serie que reflexiona sobre la compleja relación de nuestras acciones y sus consecuencias éticas y sociales. Qué y cómo consumimos tiene un impacto sobre el mundo, pero la ciudadanía no siempre cuenta con la información suficiente para presionar las políticas de su interés por la vía económica.
El ministro de Consumo, Pablo Bustinduy, envió este miércoles una carta a varias empresas para que eviten que sus actividades económicas con Israel "contribuyan al genocidio en Palestina". Esta clase de comportamientos por parte de los consumidores es habitual en múltiples causas.
Entre ellas, el movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) presiona a gobiernos, empresas e instituciones para poner fin a la complicidad internacional con Israel. "Actuar políticamente a través del consumo nos permite presionar en las estructuras económicas y financieras del genocidio", explica a Público María, activista de la organización en Madrid.
"Lo que se busca es ir a las raíces de la red que mantienen el apartheid. Se trata de un entramado de empresas que construyen el muro, gestionan los checkpoints y permiten la expulsión diaria del pueblo palestino de su territorio", añade.
Las protestas universitarias contra el genocidio palestino
El movimiento BDS distingue dos niveles de boicot. El más alto reclama a empresas, gobiernos e instituciones poner fin a sus vínculos con Israel. Es en este plano donde se enmarcan las actuales protestas estudiantiles que exigen a las universidades cortar sus relaciones con entidades sionistas.
"Exigimos la ruptura de relaciones por parte de la Unión Europea y del Gobierno español con la entidad sionista y todos sus colaboradores imperialistas", han reclamado este jueves en una rueda de prensa varias organizaciones propalestinas que acampan en la Universidad Complutense de Madrid.
"Israel se sostiene como una potencia militarizada por el apoyo internacional que recibe de EEUU, Reino Unido, Canadá y la UE", han criticado los campistas. "Exigimos un boicot activo. Aislar a Israel como también se aisló a la Sudáfrica del apartheid cuando se entendió que era insostenible el mantenimiento de un régimen racista", han reclamado.
El boicot a nivel individual
El segundo nivel del boicot tiene que ver con un plano más local, es decir, con las decisiones individuales sobre el consumo de determinadas marcas o productos. "Esta negación puede ser a productos israelíes que en realidad vienen de territorio palestino, como los dátiles, o retirar el apoyo económico a las empresas que favorecen el desarrollo del apartheid", apunta a este medio la activista de BDS.
"La ventaja del consumo ético es que lo podemos hacer todas", valora María. "Ante la impotencia que nos genera la masacre del pueblo palestino, tenemos un mínimo que sí podemos hacer: no darle dinero a quienes ejercen el genocidio".
Sin embargo, esta estrategia se enfrenta a algunos límites para ser efectiva de verdad. "No vale que una sola persona decida dejar de consumir cierta marca. Tiene que ser un boicot organizado", señala la activista. Además, "la lista de empresas que tienen relaciones con Israel es eterna". Por este motivo, el movimiento BDS propone campañas estratégicas que se centren en empresas específicas.
Otra gran limitación tiene que ver con uno de los aforismos más típicos de las redes sociales, y que con humor recuerdan los fans de la serie The Good Place: "no existe consumo ético bajo el capitalismo". En esta línea María también critica el "sistema económico capitalista y neoliberal, que se organiza en gran medida a través de estas empresas que pedimos boicotear".
Los campistas señalan a algunos bancos como cómplices del apoyo al genocidio palestino, pero estos "están en el centro de la financiación de las universidades públicas", lamenta la miembro de BDS en declaraciones a este diario. "Es muy difícil pedirles que rompan esos lazos porque supone buscar una fuente alternativa para una gran cantidad de dinero".
A pesar de los límites que debe superar, el boicot tiene el suficiente poder para alcanzar logros. Entre ellos, BDS destaca que la telefónica Orange ha suspendido su colaboración con Israel. "El consumo político organizado, con una conciencia interseccional —feminista, ecologista y anticapitalista— está cosechando éxitos y es una herramienta que tenemos en los territorios más alejados para intentar parar el genocidio", concluye la activista.
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