Felipe Nieto Buchenwald , 25/04/2024
La conmemoración del 79 aniversario de la liberación del campo de concentración reafirma el “nunca más” pero evita mencionar los crímenes de Israel en Gaza
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Un año más, 79 años después, hemos vuelto al campo de concentración de Buchenwald para conmemorar la liberación de los 21.000 supervivientes el 11 de abril de 1945, que organiza el Memorial de Buchenwald (Gedenkstätte Buchenwald) en coordinación con el Comité Internacional de Buchenwald y Dora, CIBD. En este último están integrados los deportados supervivientes y sus descendientes, junto con todos los interesados en el recuerdo de las víctimas de la persecución nazifascista.
El campo de concentración está emplazado en la ladera norte de la colina del Ettersberg, lugar al que acostumbraba a desplazarse el poeta J. W. Goethe desde la cercana Weimar. Se ideó el nombre de Buchenwald (bosque de hayas, hayedo) para evitar cualquier referencia al poeta, a la ciudad en la que ejercía de consejero áulico o los lugares en los que dejó su impronta. El recinto boscoso que los primeros presos se vieron forzados a acondicionar alcanzó la extensión de 40 hectáreas y albergó, a lo largo de sus ocho interminables años de existencia, a 277.800 prisioneros, entre ellos 28.230 mujeres. Perecieron más de 56.000 por las más diversas formas de crueldad organizada.
A la memoria de los supervivientes del cautiverio vuelven recurrentemente las horas que pusieron fin a la catástrofe: la llegada de las tropas americanas a Weimar, la llamada a la insurrección y la toma de las armas por el Comité de la Resistencia interna del campo cuando el reloj de la torre de entrada quedó detenido, hasta hoy, en las 15:15 horas. A partir de esos momentos de euforia incontenible, los prisioneros, armas en la mano, se lanzaron en persecución de sus verdugos, tropas de las SS en fuga, ladera abajo. Más de cien serían capturados. Estos hechos permiten hablar de la singularidad de Buchenwald, una cierta “autoliberación”, si bien de efectos limitados. Por su parte, la acción de la justicia de entonces y en los años posteriores en Alemania dejaría mucho que desear. Según datos del archivo de Buchenwald, de los 9.000 hombres y mujeres guardianes del campo, solo 95 fueron acusados y llevados a juicio y, de ellos, 75 fueron condenados.
Los prisioneros ya libres renovaron su compromiso antifascista, actualizado a partir de ese momento y proyectado hacia el futuro mediante el llamado “Juramento de Buchenwald”. Fue leído solemnemente el 19 de abril de 1945 y se ha difundido al mundo en sus diferentes versiones nacionales. Sus palabras han resonado con fuerza en la conmemoración de estos días en Buchenwald: “El aplastamiento definitivo del nazismo es nuestra tarea. Nuestro ideal es la construcción de un mundo nuevo en paz y libertad”.
En la histórica Appellplatz (plaza de recuento de los prisioneros), con las banderas y pancartas desplegadas al viento suave de las primeras horas de la tarde, se dieron cita los numerosos asistentes venidos de puntos lejanos, más de 50 países, pueblos, etnias y culturas diferentes, acompañados por los representantes diplomáticos respectivos. Los miembros de la delegación española, que este año asume la copresidencia del CIBD, representantes de la Asociación de Buchenwald, queríamos recordar a la pequeña comunidad española, con aproximadamente 650 deportados. Sobre el suelo, junto a la placa que evoca a todas las naciones con deportados, las coronas de flores rendían el homenaje silencioso que acompañaba a los diferentes parlamentos.
(...) En este clima de emoción, a ratos difícil de contener, bajo el consenso prácticamente unánime de los discursos pronunciados, brilló por su ausencia el nombre de Palestina y la guerra real que sufren los palestinos en la Franja de Gaza. Se habló del ataque de Hamás y de sus terribles consecuencias. Parecería que la historia se hubiera detenido como ante una barrera. Nadie se sintió obligado a ir más allá, a comentar lo que ha venido después, como si los más de 30.000 muertos y la destrucción de ciudades e infraestructuras que cualquiera que lo desee puede ver en los noticiarios del día, no merecieran siquiera una consideración pública. En este punto, la explanada de Buchenwald no ofreció un mensaje completo de esperanza para el futuro.
(...) Hoy, 2024, en ese futuro que anunciaban las palabras de Semprún, las sombras vuelven a extenderse sobre Europa y sobre el mundo. La amenaza del negacionismo de los crímenes del pasado y el renacer del fascismo expreso en muchos países europeos –un peligro muy real en las próximas elecciones en Turingia, la región de Buchenwald, contra el que se conjuraron solemnemente los oradores del día de la liberación– exigen que los europeos, rearmados con principios como los que inspiraron a los prisioneros resistentes de Buchenwald, se pronuncien con firmeza contra el fascismo, a favor de la libertad, la igualdad y la democracia para los hombres y los pueblos.
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Felipe Nieto es historiador y miembro de la Associació de Buchenwald.
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