Hanno Hauenstein (Jacobin) 13/04/2024
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La célebre filósofa Nancy Fraser (Baltimore, 1947) iba a impartir la cátedra Albertus Magnus de la Universidad de Colonia el próximo mes de mayo. Pero a finales de la semana pasada fue abruptamente “desinvitada” por el rector de la universidad, Joybrato Mukherjee, por haber firmado una carta de solidaridad propalestina el pasado otoño. En esta entrevista con Hanno Hauenstein, Fraser habla por primera vez desde su exclusión.
La Universidad de Colonia la excluyó de la cátedra Albertus Magnus. ¿En qué consistía?
La cátedra implicaba una visita de varios días y conferencias públicas bajo los auspicios de un programa supuestamente dedicado al intercambio abierto. Decidí dar conferencias de mi actual proyecto sobre las tres caras del trabajo en la sociedad capitalista, un tema que no tenía nada que ver –al menos no directamente– con Israel o Palestina. Me había adelantado y había trabajado duro para escribir estas conferencias (y, por cierto, también compré un billete de avión muy caro).
¿Puede explicarme cómo fue la “desinvitación”?
Hace unos días recibí un correo electrónico de un profesor de Colonia, Andreas Speer, que organiza estos actos. Me dijo que acababa de recibir noticias del rector de la universidad, preocupado por el hecho de que yo hubiera firmado la declaración “Philosophy for Palestine” en noviembre, y que quería que aclarara mi postura. Pensé, ¡qué descaro! ¿Qué le importa a él mi opinión sobre Oriente Medio? Soy un agente libre, puedo firmar lo que quiera.
Pero tampoco quería ser demasiado conflictiva. Así que le contesté que había muchas opiniones diferentes sobre Palestina e Israel y que había mucho dolor en todos los bandos, incluido el dolor que yo misma había experimentado como judía. Pero hay algo en lo que no puede haber desacuerdo. Cité una frase de una declaración que el rector de la universidad había publicado en el sitio web de la universidad, sobre la importancia de un debate abierto y respetuoso. Así que le dije al señor Speer: por favor, asegúrele al rector que puede contar conmigo cuando se trate de un debate abierto y respetuoso.
Pensé que con eso bastaría para poner fin al asunto. Pero apenas uno o dos días después recibí un correo electrónico directo del rector diciéndome que no tenía más remedio que retirar la invitación. Escribió explícitamente, palabra por palabra, que quedaba cancelada por haber firmado esta carta y no haberla desmentido en nuestra comunicación posterior.
¿Cuál fue el principal punto de discordia? ¿El uso de las palabras apartheid y genocidio? ¿O el boicot a las instituciones israelíes, al que la carta invita a participar a los lectores?
La verdad es que no lo sé, porque no he recibido más explicaciones. El rector me ofreció una charla por teléfono o vídeo en la que me explicaría mejor sus puntos de vista. No he respondido a eso. Se trata de un asunto público. Creo que todos tenemos que dejar constancia. Así que dependerá de él aclararlo. También hay una declaración en el sitio web de la Universidad. A mí esto me parece una cortina de humo. Es una clara violación de la propia política declarada de la Universidad, así como de los propios valores que invocan con el nombre de Albertus Magnus.
Esos valores son precisamente la libertad académica, la libertad de opinión, la libertad de expresión y el debate abierto. Cualquiera que sea la complicada racionalización que se esté dando sobre por qué este procedimiento supuestamente no viola esos valores, me suena a hueco. Esto también envía una señal muy fuerte a toda la gente de la universidad y a los académicos de todo el mundo: si te atreves a expresar ciertas opiniones sobre determinados temas políticos, no serás bienvenido aquí [en Alemania]. Tiene un efecto amedrentador sobre la libertad de expresión de la gente.
Cuando dice que esto es una violación de las políticas de la Universidad, ¿prevé emprender acciones legales?
Lo he pensado. No es mi prioridad, aunque tampoco lo descarto. Pero, ante todo, quiero convencer a la gente de que este es un caso verdaderamente escandaloso de algo que, según muchos, es una tendencia mucho más amplia en la Alemania actual. Las personas que ocupan puestos de poder en las universidades e instituciones artísticas alemanas, así como los miembros del gobierno federal alemán que puedan estar instándoles en este sentido, deberían pensárselo dos veces. Están violando claramente normas académicas muy extendidas –y, francamente, constitucionales– sobre la libertad política y la libertad de expresión. Esto perjudicará considerablemente a la academia alemana.
Teniendo en cuenta solo la historia más reciente de indignación pública y cancelaciones en Alemania, parece que está en buena compañía. Fueron los casos de Masha Gessen, Ghassan Hage, Judith Butler y varios otros. Muchos de ellos, como usted, son judíos. ¿Le preocupa eso?
No por mí misma. Estoy en Nueva York y cuento con un enorme apoyo, incluida una carta muy contundente de la presidenta de mi propia universidad –la New School–, Donna Shalala, que comienza con una gran frase: “¡Albertus Magnus se habría horrorizado!”.
Señala que es especialmente preocupante que una institución alemana cancele a un miembro del profesorado de la New School, que no solo rescató a académicos alemanes que huían del fascismo como individuos, sino que también creó un espacio para continuar el cuerpo de teoría crítica que había sido aniquilado en Alemania. La New School ha contribuido a ese cuerpo de pensamiento, y yo también. Así que esto es un insulto tanto a mí como a la New School. Pero, lo que es más importante, es una violación de las normas de libertad académica.
¿Cree que se trata de una tendencia?
Sí, y estoy muy preocupada. Creo que es una fiebre que se está apoderando de Alemania y, en menor medida, de Austria. Es algo muy perjudicial. También creo que es muy importante que los alemanes comprendan algo de la complejidad y amplitud del judaísmo, su historia, su perspectiva. En cierto modo están suscribiendo esta idea de una promesa incondicional de lealtad a Israel, de que esa es la responsabilidad alemana: el apoyo incondicional al Estado de Israel.
Teniendo en cuenta lo que Israel está haciendo actualmente, esto es una traición a lo que yo llamaría los aspectos más importantes y de mayor peso del judaísmo como historia, como perspectiva y como cuerpo de pensamiento. Me refiero al judaísmo de Maimónides y de [Baruch] Spinoza, de Sigmund Freud, Heinrich Heine y Ernst Bloch.
¿Puede especificar a qué se refiere?
Esta [otra] tradición del judaísmo está reduciendo el judaísmo no solo al nacionalismo, sino a un ultranacionalismo del tipo que está pisoteando y básicamente destruyendo la Franja de Gaza. Por cierto, ¡acabo de firmar otra carta! No me arrepiento. Una carta contra el “escolasticidio” israelí, es decir, la destrucción de escuelas y universidades en Gaza.
Más de cien profesores han sido asesinados allí. Nueve rectores de universidades han sido asesinados. Los nombres de las personas que les he mencionado antes son solo algunos, hay muchos más. Piensen en Albert Einstein, a quien se le ofreció la presidencia del Estado de Israel y la rechazó. Se trata de personas cuyo judaísmo les llevó a defender los derechos universales, no una estrecha identidad tribal.
Algunos de sus críticos sostienen que en realidad no se le ha cancelado, sino que simplemente se le ha rechazado una especie de homenaje.
Hay alemanes que tienen la tentación de decir que se trata de un premio honorífico. Muchos alemanes, incluso periodistas, han sido intimidados para que acepten una visión muy distorsionada de lo que realmente significa la libertad académica. El argumento de que se puede simplemente retirar algo porque es solo un premio y no genuinamente académico es una tontería.
La cuestión es que es una cátedra visitante, un nombramiento académico. Junto con todos los demás titulares anteriores de esta cátedra, fui seleccionada por mi trabajo. La idea de que lo que hago de otro modo es motivo de “desinvitación” ya dice que se está violando la autonomía académica. De eso no hay duda. Quiero decirles a estas personas que, en efecto, tienen la responsabilidad de pensar profundamente sobre los judíos. Es solo que están pensando de manera equivocada. Hay otra forma de pensar sobre esto.
Críticos como Masha Gessen han argumentado que la interpretación específica de Alemania de la “Staatsräson” [razón de Estado] hacia Israel en los últimos años ha ayudado a extremistas de derecha como Alternativa por Alemania (AfD). ¿Está de acuerdo? (...)
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