sábado, 26 de marzo de 2022

Hacer y deshacer cuerpos: trabajo y capitalismo avanzado, de Fernando Broncano

Fernando Broncano R  25/1/22

Por si os interesa, publico en ElSaltoDiario este artículo que fue una entrada del blog agradeciendo a la redacción que haya acogido mis reflexiones. Lo dedico especialmente a las madres y padres que estos días han tenido que trabajar como hayan podido con los niños confinados en casa.
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La distinción entre trabajo y fuerza de trabajo resulta clave para entender nuestras sociedades. Partiendo de esta distinción, podremos entender las fuerzas sociales que transforman nuestros cuerpos en instrumentos adecuados a las necesidades del trabajo bajo el capitalismo.

Lenta ha sido está siendo la superación de la brecha cartesiana entre corporalidad y conciencia. Al largo dominio de la filosofía de la conciencia y el subjetivismo le corresponden concepciones del cuerpo determinadas por las miradas médicas, disciplinares y poco ecológicas. Desde las ciencias cognitivas se han impulsado cambios sustanciales en la concepción de la relación mente-cuerpo, como muestra la creciente influencia de las teorías encarnadas y acopladas a los nichos donde discurre la existencia. Sin este trabajo de zapa, o quizás de fontanería metafísica, muchos discursos que hacen admoniciones para la superación de las dicotomías quedarían posiblemente como simples deseos intelectuales que no germinan en el suelo de la cultura cotidiana. Estas demandas estarían vacías sin el contenido ontológico que proviene de las prácticas y del desarrollo científico y técnico. Ahora bien, las concepciones situadas, encarnadas, enactivas y ecológicas del cuerpo estarían ciegas si no se complementasen con una atención a otras prácticas que conforman la experiencia y la corporalidad en la cultura contemporánea.

Cuerpos y fuerza de trabajo

Silvia Federici se queja del hecho de haber olvidado que lo corpóreo ha sido configurado también por poderosas fuerzas sociales que transforman cuerpos en instrumentos adecuados a las necesidades del trabajo bajo el capitalismo. Su hipótesis se opone tanto al determinismo biológico como a un fácil constructivismo discursivo. La autora afirma que su enfoque contrasta con el de Foucault, a quien critica lo abstracto de su teoría de los regímenes disciplinarios que modela un “Poder” metafísico, y al que opone que “la historia del ‘cuerpo’ debe contarse entrelazando las historias de quienes fueron esclavizados, colonizados o convertidos en trabajadores asalariados o en amas de casa no remuneradas, y las historias de los niños, teniendo en cuenta que estas clasificaciones no son mutuamente excluyentes y que nuestra sujeción a ‘sistemas de dominación entrelazados’ siempre produce una nueva realidad” (Federici, 2020, pp. 15-16). La teoría de Foucault acerca de las prácticas de biopoder del Estado, creando discursos e instituciones sociales de categorización y clasificación de los cuerpos, “disciplinándolos” tanto en sentido estricto como en la sumisión a la mirada de las nuevas disciplinas científicas, es solo una parte de la historia de cómo la relación cuerpo-entorno ha dado forma y contenido a los cuerpos en la cultura y sociedad capitalista. Por debajo de las prácticas disciplinares, sostiene Federici, está el proceso civilizatorio de transformación del cuerpo en fuerza de trabajo, un proceso que cubre no solamente el espacio de la producción sino también el de la reproducción y el consumo.

En la misma línea, Greg Goldberg ilumina la significativa distinción que existe entre trabajo y fuerza de trabajo. “Trabajo” es una noción que la física y termodinámica definen como capacidad de transformación, mientras que “fuerza de trabajo” se refiere específicamente a los seres humanos. Es en la resistencia de los cuerpos al trabajo en donde Goldberg y Federici encuentran la diferencia. Solo el trabajo humano crea valor porque solo los humanos pueden resistirse a trabajar (Goldberg, 2018). Este criterio modifica en un modo negativo la idea de Marx, aún demasiado dependiente de la visión clásica según la cual el trabajo es un conjunto de capacidades que producen valores de uso. Tiene razón en su perspectiva Federici, y en su propuesta de descenso hacia lo concreto de las historias de vida, ya que es en esas particularidades en las que encontramos la diversidad bajo la que discurre un proceso único: el de la producción y reproducción de la fuerza de trabajo a escala global. A medida que varía la cultura material, los entornos técnicos de la producción y del consumo, el capitalismo debe cuidar de producir y reproducir la fuerza de trabajo, que necesariamente implica dinámicas de ajustes de los cuerpos a las nuevas modalidades de producción generadas por las transformaciones técnicas y sociales8...)

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