viernes, 25 de marzo de 2022

“Odio el fascismo, el antifascismo es una obligación de todo ciudadano” Entrevista a Jordi Borràs, por Antoni Bassas

 ARA   5/03/2022

Entrevista a Jordi Borràs, por Antoni Bassas

Jordi Borràs y Abelló (Barcelona, 1981) tiene el aire resuelto de los combatientes antifascistas que hemos visto mil veces en blanco y negro en los libros de historia, con aquella barbilla ligeramente levantada, la mirada aguda y pícara, aquella gestualidad resuelta y la expresión sonriente, como si se estuviera subiendo a un tren en dirección al frente. Ya hace años que se ha convertido en uno de los principales fotoperiodistas de nuestro país y en una referencia internacional del antifascismo. Para confirmarlo, ha estado tres años escribiendo Tots els colors del negre (Ara Llibres), una monografía cuidadosamente editada sobre la extrema derecha en la Europa del siglo XXI en forma de páginas vividas, incluidas las amenazas que todavía recibe porque ha perdido el anonimato y le obligan a seguir consejos como por ejemplo el de no meterse nunca en un lugar del que no pueda escapar. Borràs estudió dibujo en la escuela Massana y dice que llegó a la fotografía más por azar que por cálculo. Hoy es el documentalista de la extrema derecha por imperativo ético.

¿Hay nazis en Ucrania?

— En Ucrania hay neonazis y neofascistas, pero los encontraremos en los lados de la trinchera. Es verdad que en el ejército de Ucrania hay una unidad militar de extrema derecha, el batallón Azov, pero esto no tiene que permitir decir a una cierta izquierda estropeada que es una guerra de fascistas y antifascistas. Es una guerra imperialista. Fascistas y antifascistas hay en los dos bandos. En el ucraniano incluso hay anarquistas. Cuando Putin habla de desnazificar Ucrania se aprovecha de una memoria histórica compartida por los rusos, sobre todo los más mayores, de cuando resistieron y expulsaron a los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Y la extrema derecha española, ¿con quién va?

— En Vox de Catalunya hay gente que no ha escondido nunca las simpatías por Putin. Abascal no, porque viene del PP y es otanista. En Francia, Marine Le Pen acaba de eliminar más de un millón de folletos electorales donde salía dándole la mano a Putin. Viktor Orbán, húngaro pro-Putin, ahora no quiere saber nada de él. Y el italiano Salvini se hizo fotos con la camiseta de Putin. A mí lo que me hace sufrir son los llamamientos a combatientes internacionales para ayudar a Ucrania. Cuidado, porque los servicios secretos europeos han detectado grupos neonazis que irán a Ucrania a aprender a usar armas de fuego y pueden acabar montando grupos armados ultraderechistas en los respectivos países, como los combatientes que se marcharon a Siria.

(...) ¿A usted qué lo mueve? ¿Esto suyo es personal o profesional?

— Buena pregunta. No estoy afiliado a ningún partido y considero que todos, de una manera u otra, hacemos política. Hay una máxima del feminismo que dice que aquello personal es político. Seguramente, todo va empezar en casa, soy nieto de un combatiente republicano en la batalla del Ebro. A mí me mueven motivaciones personales, una escala de valores e ideología, y entender el antifascismo como una consecuencia de ser demócrata, como una obligación de todo ciudadano.

Entonces, ¿a los fascistas les aplica el derecho a la libertad de expresión?

— Es que esto es una trampa, es la paradoja de la tolerancia de Karl Popper, que dice que los intolerantes pueden utilizar tu tolerancia para eliminar tus libertades. Es lo que estamos viendo en esta nueva ola de la derecha radical populista en Hungría y en Polonia, hasta tal punto que en Polonia hablar públicamente de los polacos que colaboraron con el Holocausto es un delito penal. Para mí hay un límite: cuestionar los derechos fundamentales, y el fascismo y la derecha radical los cuestionan y, por lo tanto, aquí tenemos un problema. De hecho, este libro es la demostración de un fracaso colectivo (...)


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