domingo, 20 de marzo de 2022

Varios tipos de análisis me han llevado a intentar pensar en el conflicto de esta guerra, de Fernando Broncano

 Fernando Broncano R  12/3/22

Como en otros momentos históricos de tensión al borde de lo irreversible (pienso en el procès catalán), es difícil sopesar con equilibrio las razones de las partes a pesar de tomar parte o partido. Varios tipos de análisis me han llevado a intentar pensar en el conflicto de esta guerra que ya es guerra civil europea:
Ignacio Sánchez Cuenca y John Mearsheimer consideran que la política de la OTAN de reformar el ejército de Ucrania tras el 2014, suministrándole nuevas armas y entrenamiento, ha colmado el vaso de la percepción rusa sobre un cierto expansionismo hacia los estados del Este, que ahora siente como una agresión no solo a su territorio sino a su identidad. El expansionismo, pues, habría sido la principal fuerza desencadenante.
Anatol Lieven, un analista que pasó toda la transición de la Unión Soviética y más en Moscú como corresponsal del Times, y que conoce personalmente a buena parte de la oligarquía rusa, critica que se hable de oligarquía sin conocer lo que es el aparato de poder. Putin, afirma, fue elevado al poder como primus inter pares por un conjunto pequeño de altos oficiales de la KGB que habían sufrido la transición en sus carnes y que desarrollaron a la vez un resentimiento profundo y una no menor conciencia de ser la armadura del estado. En el hundimiento de la URSS, estos coroneles tuvieron que compatibilizar su puesto con trabajos tan humillantes como el de taxistas nocturnos (caso de Putin) y decidieron, como en Lo que el viento se llevó, que nunca volverían a pasar por aquello. Putin ascendió y los restos de la URSS fueron apropiados por un pequeño grupo de gente que se enriqueció rápidamente: oligarcas económicos. Pero las cosas cambiaron: Putin adquirió más poder del previsto y encarceló o doblegó a los multimillonarios dejándoles en un puesto subalterno y rodeándose de una pequeña y poderosa élite de ex-KGB, se alejó igual de la cúpula del ejército (ahora está castigando a los generales incompetentes) y creó un núcleo muy pequeño de gente enriquecida pero a quienes la riqueza les importa menos que la reconstrucción del poder y la dignidad de Rusia. No atienden mucho a la gente de economía ni a los militares, algo muy parecido a lo que hacía Stalin: la política y la nación está por encima. No les importa tampoco llegar hasta donde sea necesario. Desprecian a todos como cobardes y corrompidos.
Étienne Balibar, en una entrevista traducida en CTXT, afirma que esta guerra es europea, que es cierto que sin Ucrania Rusia no será una potencia euroasiática, pero que Rusia es y deberá seguir siendo un estado europeo. A pesar de ello, él cree que defender a Ucrania es ahora necesario y no descarta la opción militar.
En todos estos análisis del poliedro en que se ha convertido el mundo en menos de un mes, independientemente de las culpas, lo que ha producido la sorpresa ha sido la resistencia ucraniana, que no puede ser entendida solo en términos de estado sino también de reacción popular. Es lo que ha generado lo que está ocurriendo. Los mercados subieron el día de la invasión aceptando que el ejército ruso tomaría en dos días Kiev. Ahora todo es distinto. Los errores del ejército ruso recuerdan mucho a los primeros momentos de la II Guerra Mundial, cuando un ejército mal preparado, purgado por Stalin, fue derrotado en Finlandia en una guerra que recuerda mucho la de ahora. Rusia ganó terreno, pero perdió el prestigio militar que tenía. No sabemos qué ocurrirá ahora.
En fin, cuanto más observo y pienso, menos seguro estoy de nada, excepto de algo que afirmó Albert Camus en su recepción del premio Nobel:
"[…] cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida —en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión—, esa generación ha debido, en sí misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. (Albert Camus, Discurso en la recepción del Premio Nobel 1957)

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