25 de marzo de 2024
Por la calle de Alcalá sonríe descarada la Dama, que luce guapamente su falda almidoná. A su lado va y viene el Vagabundo, parpusa de medio lado, lanzando dentelladas a quien osa acercarse a su dueña y señora, dicen unos, su alumna sumisa, dicen otros, y chillando con voz aguda a éste le meto en la cárcel y a este otro lo trituro. Por encima de ambos, en su nube de moderación, de eso presume, el gran jefe de la manada llegado de Galicia, que con sonrisa beatífica azuza a sus huestes. Dale, dale, no te quedes corto, Miguel Ángel. Desde tu teléfono privado, no faltaría más. En derredor, zascandileando como moscas glotonas, varios consejeros delegados de tóxicos panfletos digitales esperando la lluvia de euros: “Eche, padrone, eche, no se lo gaste en leche”, “eche, padrino, eche, no se lo gaste en vino” corean las criaturas al Vagabundo, que de ese maná depende su futuro. Incluso su presente.
Convendría hacer algunas precisiones en el caso de Isabel Díaz Ayuso. Fue el 13 de marzo cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, en sede oficial y rodeada de banderas patrias -¡cómo les gustan los lábaros y los gallardetes a estos patriotas de hojalata! – salió desaforada la susodicha en defensa de su novio, acusó a funcionarios públicos de acoso salvaje y nos informó a todos los ciudadanos de que no había ningún delito, que no existían tramas ni sociedades pantallas y que era Hacienda quien debía a su pobre Alberto la friolera de 600.000 euros. Entró la presidenta de hoz y coz con mentira sobre mentira, como ya se ha demostrado fehacientemente, porque el delito, como ustedes ya saben, ha sido reconocido por el propio interesado, Alberto González Amador. ¡Qué abogada defensora tan ridícula, lanza en ristre a favor de un señor que ya ha admitido por escrito el fraude! Pero es que, además, hay pruebas bastante consistentes de que él y su pareja, porque ella vive en ese piso, o quizá en esos dos pisos, arriba y abajo, han trampeado con los permisos municipales tras sacudir varias collejas a los funcionarios que se atrevieron a exigir los papeles necesarios, como hacen con usted o conmigo. Ya saben: ustedes no saben con quién están hablando.
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