lunes, 2 de octubre de 2023

CTXT .“La literatura debe ser confrontación con la realidad”. Por Esther Peñas

 Esther Peñas 29/08/2023

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Un distinguido escritor en decadencia, que siente el agudo dolor de haber sido arrumbado por la industria editorial y por la memoria de sus lectores, recibe una carta de un admirador, junto con un manuscrito. A partir de ese momento, la relación (epistolar y no) que se establece entre ambos oscila entre la perversidad de Qué fue de baby Jane y la angustia palpable en Misery. Un tercer personaje se une a esta trama que delimita el contorno de la ambición literaria: la Sra. M., secretaria del que fuera ilustre escritor Sr. Roguera. El resultado, Caníbal sin dientes (Altamarea), de Santiago Mazarrasa (Santander, 1988).

El escritor cántabro Santiago Mazarrasa en una imagen cedida.


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¿Un caníbal desdentado es más peligroso que con la dentadura intacta?

Un hambre sin dientes es un hambre insaciable, desesperada e interminable. Sin duda, es más peligroso el caníbal que no puede alimentarse que aquel que, cuando tiene hambre, puede morder y, al menos por el momento, saciarse. 

Que a un escritor le deprima la industria y el mundillo editorial, ¿habla bien de él?

Habla bien de cualquiera el que le deprima formar parte de máquinas y maquinarias que no puede manejar, ya sea motor, engranaje o desecho. Dicho esto, no habla bien de un escritor que se convierta en vocero universal de frustraciones de origen exclusivamente biográfico, muchas de las cuales se dirigen sólo contra aquel que dijo “No”.

¿Cómo se conjuga la vocación de escribir con la ambición?

La escritura es un proceso esencialmente solitario, pero también un ejercicio de carencias que han de suplir los lectores. Quien escribe, desea al lector. Si este deseo traspasa los límites de una relación literaria, entonces ambiciona al público, que no es lector, sino su imagen hipertrofiada. Por decirlo de otro modo: existe la ambición literaria, que ya resumió André Bretón, creo, cuando afirmó que publicaba para encontrar “espíritus afines”. Pero también existe la ambición mediática, que se resume en la multiplicación de imágenes de uno mismo sobre la superficie de una pantalla. El equilibrio entre ambas, si lo hay, no es sencillo.

El que “la vida esté aferrada a un secreto”, ¿de qué modo la condiciona?

El secreto es la condición de posibilidad de la existencia, tanto como lo son el espacio y el tiempo; ya sea en la forma de incógnita por resolver, como el futuro, o de enigma por comprender, como el pasado. En este sentido, la escritura se entiende como un acto, inútil, por cierto, de desentrañamiento. A pesar de los esfuerzos se encontrará siempre a una distancia abismal de su objeto: la distancia que hay entre el signo que dice “casa” y la casa que veo. Este modo de entender la escritura, y el secreto, no responde a un postulado cultural, académico o mercantil, ni a una necesidad, digamos, artística, sino a una condición inevitable de la vida. 

¿Qué hay tras el deseo de publicar una primera novela?

Una amalgama de aspiraciones infantiles, imposiciones biológicas, impulsos inevitables y una carencia esencial: un espíritu afín. Como es imposible escapar del mundo, es inevitable que ese deseo venga acompañado de deberes que nada tienen que ver con la escritura. 

¿Es más importante publicar un primer libro o que este se distribuya? 

Supongo que si publicas un libro que no lee nadie, ese libro no existe. Existe, claro, la obra, el resultado de un enorme esfuerzo. Ahí, por cierto, es donde está el mérito. Lo demás, la visibilidad, la distribución, importan porque ponen el libro al alcance de lectores y hacen girar la rueda. 

Hace unas décadas, sobre todo la generación de los 50 y de los 70, los maestros ejercían como tal como los aspirantes, los discípulos. ¿Qué papel cumple el maestro en la escritura?

Un maestro ayuda a navegar el caos. Que la escritura sea un ejercicio solitario tiene un defecto importante: a menudo no escuchas más que tu propia voz y, a menudo, te metes en jardines de los que no sabes salir. Era más fácil ser discípulo cuando el mundo era más pequeño y tu casa tenía menos ventanas hacia el exterior. No había donde elegir y tu escritura encontraba el camino que habían abierto delante tuyo y era un camino recorrido y claro. Ahora, sospecho, es mucho más difícil, especialmente cuando todo el mundo quiere ser maestro de algo porque ser discípulo es humillante.

La literatura es una larga réplica…, ¿a qué?

La literatura debe ser confrontación con la realidad, que a veces es impostada, a veces impuesta, a veces precaria y a veces excesiva. En ningún caso puede existir una literatura de la caricia o una literatura de la aceptación, que no sería más que propaganda, como no puede haber pensamiento si no es un pensamiento contra algo (...)

 

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