Gerardo Tecé 3/10/2023
Felipe VI, piedra filosofal de la España de bien, le pone en bandeja de plata el gobierno del país a quien quiere destruirlo
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Felipe VI recibe a Pedro Sánchez en la ronda de consultas para la propuesta de investidura, el 3 de octubre de 2023. / Casa de S.M. el Rey
Hace justo seis años, Felipe VI decidía saltarse la Constitución y meterse en política. Seguro que lo recuerdan. Mientras la policía Piolín recogía sus bártulos y en las furgonas resonaba aún el patriótico cántico del “a por ellos” –siendo el ellos ciudadanos catalanes armados con una papeleta–, el Jefe del Estado tomaba el relevo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad apareciendo en todas las televisiones. Dispuesto a dar el último palo de la carga contra los ciudadanos que se echaron a la calle y sus líderes políticos. Saltarse la ley es muy grave, declaraba solemne y visiblemente enfadado en su discurso el hijo de Juan Carlos I, y gracias al contexto supimos rápidamente que no estaba hablando de la familia sino de los indepes. Seis años han pasado desde aquellas portadas y tertulias en las que los súbditos mejor pagados del Reino declaraban que el monarca, con su contundente aparición, había conseguido defender la Constitución y que la defensa de la Carta Magna era más importante y necesaria que la neutralidad que de él se esperaba. Seis años de un relato ficticio, como demostró que ni siquiera quienes se creyeron lo de la defensa de la Constitución imaginasen a Felipe VI saliendo contra Ayuso por vulnerar su artículo 43, al condenar a miles de ancianos a morir sin derecho a recibir asistencia sanitaria. Seis años de un Felipe VI político con unas manos atadas que de cuando en cuando se desata para contentar a su público. Hoy no era el día.
Los seis años transcurridos desde el referéndum catalán hasta hoy suponen de por sí un ciclo político identificable como tal. El éxtasis españolista en respuesta al procés le dio alas a la ultraderecha que, como sabemos, acabó absorbiendo ideológicamente a un PP que, a día de hoy, no puede permitirse ni condenar el acoso contra diputados electos por parte de neonazis. Es por eso que hoy es un día especial. Hoy, 3 de octubre, justo seis años después de aquel discurso que para la derecha es como para usted el gol de Iniesta o el de Olga Carmona, Felipe VI recibe en La Zarzuela a Pedro Sánchez. El felón, el traidor, el líder de una banda de delincuentes que tiene tomado el país de manera ilegítima y que ha recibido el encargo del monarca para presentarse a una investidura cuyas posibilidades de éxito pasan por lograr el apoyo de aquellos representantes políticos a los que ese mismo rey condenó saltándose la neutralidad.
Vale la pena hacer hoy espeleología para adentrarse en la grieta de la realidad en la que vive nuestra derecha desde hace años. En la oscura cueva subterránea uno encontrará hoy insultos contra Felipe VI –Felpudo VI, lo llaman–, que ha tenido que volver a su papel de neutralidad, lo cual es interpretado en el agujero como colaboracionismo con los enemigos de España. Es apasionante porque incluso el rey de España es antiespañol por estas cavidades de vez en cuando. En la superficie, donde todo se observa con otra mirada, no nos hacemos cargo, pero ahí abajo hoy es un día histórico en el que las banderas de España ondean a media asta y sin corona. Abascal y los suyos, que se desgañitan gritando “viva el Rey” cada vez que pueden, ya que en la línea temporal no se entendería que gritaran “viva Franco”, tienen que compatibilizar el respeto al monarca que le encarga la investidura a Sánchez con las amenazas de alzamiento nacional tradicionales al inicio de cada legislatura que observan desde la oposición. Feijóo, al que Felipe VI le encargó una investidura condenada al fracaso que el PSOE respetó, declara horas después del encargo a su rival que todo esto es una maniobra para acabar con la Constitución. La confusión es absoluta. La derecha, ganadora de las elecciones, no podrá gobernar porque una estúpida regla consistente en tener que sumar mayorías parlamentarias se lo impide. Felipe VI, piedra filosofal de la España de bien, le pone en bandeja de plata el gobierno del país a quien quiere destruirlo. La confusión es grande en la grieta y será aún mayor cuando el rey, que se metió a líder de la derecha inaugurando un ciclo político, firme la amnistía de aquellos a los que públicamente condenó. Cuando eso ocurra, en la grieta deberían dejar de escarbar durante un momento y pararse a recordar lo importante que es conocer la historia para entender el presente. Que el truco de la monarquía para sobrevivir durante tantos siglos en España ha sido siempre saber detectar cuándo acaban las lindes. Incluso las que ellos inauguran.
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