Últimamente,
Pablo Casado se ha convertido en un
funambulista político que camina peligrosamente por el alambre. Su estrategia
para llegar al poder a toda costa le lleva a ejercicios imposibles, como decir
una cosa y su contraria en menos de veinticuatro horas. Así, un día conspira en
Bruselas para que a
Pedro Sánchez le vaya mal (echando por
tierra la imagen del país) y al siguiente le toca ir a la
Plaza de Toros de Pontevedra
–en plena campaña electoral a las gallegas− para vender que el
PP es un partido de
Estado que siempre arrima el hombro, hasta
en las circunstancias más duras como es una pandemia.
Casado primero echa el borrón y luego tiene que limpiar la mancha.
Casado quiere estar en misa (o sea intrigando con los partidos xenófobos
europeos) y repicando, es decir, aparentando ser un estadista de talla.
Ayer mismo, y tras el escándalo que se ha montado al airearse sus
intrigas con la derecha xenófoba europea, se vio obligado a reivindicar
el PP como “un partido de Estado” que apoya a España en Bruselas en todo
momento. Por supuesto, nada dijo del infame informe que ordenó elaborar
a
Dolors Montserrat para que todo el mundo en el viejo continente, desde
París a
Varsovia,
sepa quién es Pedro Sánchez. El texto ha llegado a los grupos
conservadores europeos, a los gobiernos más xenófobos y populistas, e
incluso al comisario de Justicia, el belga
Didier Reynders. En ese libelo redactado con la pluma del peor antipatriota, el Partido Popular llega a poner en cuestión el
Estado de Derecho
en España (colocando nuestra democracia a la altura de las dictaduras
bananeras) e incluso acusa al Ejecutivo Sánchez de querer encubrir las
cifras oficiales de la pandemia, que colocan a nuestro país entre los
que sufren “un mayor número de muertes en términos relativos”.
La maniobra
fue una conspiración en toda regla en el momento más sensible para España,
justo cuando se estaban negociando los fondos de Bruselas para la recuperación económica
y cuando el presidente del Gobierno español estaba tratando de colocar a
Nadia Calviño al frente de la
Presidencia del Eurogrupo. Sin embargo,
a Casado esta vez le ha salido el tiro por la culata. El ‘informe Montserrat’,
que cuestiona la democracia en nuestro país, es tan tóxico y perjudicial para
los intereses de España que hasta líderes independentistas piensan utilizarlo
ya para quejarse en Europa de la persecución totalitaria a la que están siendo
sometidos por parte del Estado español. “¿Cómo vas a pedir que se juzgue a
Carles Puigdemont si estás poniendo en
cuestión el Estado de Derecho en España?”, se preguntan fuentes comunitarias
citadas por diarios españoles de tirada nacional: “¿Y se lo envías al comisario
de Justicia belga que debe ayudarte con la reforma de la euroorden?”, insisten
extrañadas las citadas fuentes (...)
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OTRA COSA:
Sapolsky, neurólogo. Compórtate
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