viernes, 22 de octubre de 2021

Inteligencia artificial al servicio de tus jefes. Introd. de Fernando Broncano

 Fernando Broncano R

Disculpad que insista sobre el tema. Sé que muchos de quienes me leéis estáis ya en la jubilación o etapas finales del trabajo, pero las cuestiones de la inteligencia artificial son cada vez más perentorias y no van solo por las líneas que le gusta a la gente de filosofía pero a vuestros hijos y nietos sí les va a afectar este tsunami. Una de las principales aplicaciones, muchas de ellas ya en marcha, van a estar orientadas al control del trabajo y del acceso a los puestos de trabajo. Está mal que lo diga yo, pero en esto de la inteligencia artificial necesitamos menos filósofos y más sindicalistas. Y, bueno, que la gente de filosofía comience a pensar más en cómo funcionan de hecho estos sistemas en la vida real.
Tengo ya un considerable número de textos de ética de la inteligencia artificial, y el entorno laboral parece ser que no es un problema ético (o se toca superficialmente).


La industria que desarrolla inteligencia artificial para entornos laborales crece y se desarrolla a grandes pasos. Principalmente se utiliza para contratar, organizar, vigilar empleados y predecir rendimiento. Mientras la automatización de la producción y el trabajo de plataformas se han debatido y politizado, es necesario analizar cómo las tecnologías de datos y la gestión algorítmica afectan al resto de trabajadoras

“Sonó el teléfono y se despertó. Emmanuel respiró hondo y redujo la negritud de su voz a 1,5 puntos en una escala del 1 al 10. ‘Buenos días, ¿cómo está? Sí, sí, llamé hace poco para preguntar por el estado de mi solicitud de empleo. Vale, de acuerdo, muy bien. Me alegro mucho. Ahí estaré. Que tenga usted un muy buen día’”. Este es el comienzo del relato “Los cinco de Finkelstein”, uno de los que componen Friday Black, el libro de cuentos publicado por Nana Kwame Adjei-Brenyah en 2018. En esta historia, la negritud de las personas es un factor que aparece reflejado en una escala que puede ver todo el mundo y que está asociado a la peligrosidad y la delincuencia en un Estados Unidos distópico que no suena tan lejano. Emmanuel debe controlar el nivel de su negritud constantemente a través de su ropa, de su tono de voz, o de su actitud a la hora de hablar, como acabamos de leer. A pesar de que el protagonista presenta un grado de negritud bajo cuando acude a la entrevista de trabajo en una tienda de un centro comercial, en la empresa le informan de que finalmente no le van a contratar porque ya han cumplido el cupo de inclusión de minorías estipulado.

En otro futuro no muy lejano, en un dos mil veintipico en el que todo lo digital está mediado por Google, incluido el acceso al trabajo, Olga y Mateo deciden escribir una carta a modo de solicitud de empleo para tratar de hackear, mediante el uso del lenguaje filosófico y literario, apelando a la ‘humanidad’ de la máquina, a las inteligencias artificiales supeditadas a Google que median entre las personas y el mundo laboral. Esta carta es, en realidad el cuerpo de la novela Quédate este día y esta noche conmigo, publicada por Belén Gopegui en 2017.

Estos dos ejemplos de ficción no están tan lejos de la realidad que plantean los sistemas basados en aprendizaje automático aplicados a distintas esferas del mundo laboral, que van desde la selección de perfiles para la contratación hasta el control y la organización de la plantilla. Desde 2017 Facebook ha permitido a las empresas dirigir anuncios de ofertas de empleo a determinados perfiles permitiendo elegir entre variables como la edad, el género o la etnia. Existen modelos predictivos dedicados a ‘cazar talentos’, como el del software Entelo, que calculan la probabilidad de que alguien abandone su puesto de trabajo actual en base a una nueva oferta o cómo podría encajar en la compañía con base en su actividad en redes sociales. A través de encuestas o examinando el tipo de lenguaje y expresión en las comunicaciones internas, hay programas que elaboran perfiles emocionales de los empleados. Como el protagonista del relato de Kwame Adjei-Brenyah, hay teleoperadoras que tienen que controlar su tono de voz y su expresión, ya que a través de un sistema de reconocimiento de voz, un algoritmo contratado por su empresa evalúa estos y otros parámetros. Son solo algunos de los ejemplos que se recogen en The datafication of workplace (La datificación del entorno laboral), un exhaustivo informe publicado en 2019 por Lina Dencik, catedrática en la Universidad de Cardiff y cofundadora del grupo de investigación Data Justice Lab. (...)

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