Seraj Assi (Jacobin) 27/02/2024
La espantosa muerte por autoinmolación de un militar estadounidense de 25 años fue una protesta contra la miseria absoluta de Israel, respaldada por el Gobierno Biden
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A la izquierda, Aaron Bushnell en una foto en X; a la derecha, el joven momentos antes de inmolarse. / Jacobin
El domingo 25 de febrero, un joven estadounidense vestido con uniforme militar se dirigió a la puerta de la embajada israelí en Washington DC. Inició una transmisión en directo y se presentó:
“Me llamo Aaron Bushnell. Soy miembro en activo de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y no voy a seguir siendo cómplice de un genocidio. Estoy a punto de participar en un acto extremo de protesta, pero comparado con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es extremo en absoluto. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que sea normal”.
Las horribles imágenes muestran a Bushnell, de 25 años, cuando se detiene frente a la embajada, deja su teléfono, se rocía con un líquido inflamable y se prende fuego.
Sus últimas palabras: “Free Palestine”.
Cuando Bushnell se desplomó, los agentes de policía que habían estado observando el desarrollo de la tragedia corrieron hacia el lugar de los hechos. Mientras el agente de seguridad de la embajada mantenía un arma apuntando al cuerpo en llamas de Bushnell, se oyó a un agente con un extintor gritarle: “¡No necesito armas; necesito extintores!”.
Bushnell sucumbió a sus heridas y murió en un hospital local de DC poco después.
Bushnell era un militar estadounidense que dio su vida para protestar por los horrores cometidos en Gaza con la complicidad de su propio Gobierno. Sirvió en las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos durante casi cuatro años. Su perfil de LinkedIn muestra que se graduó en el entrenamiento básico “primero de vuelo y primero de clase”. Sus amigos y seres queridos lo describen como “una fuerza de alegría en nuestra comunidad”. Un post en Internet lo recuerda como “una persona increíblemente gentil, amable y compasiva”. (La cuenta de Bushnell en las redes sociales aún muestra una bandera palestina en su perfil).
La muerte de Bushnell se produce mientras el Gobierno de Joe Biden sigue armando a Israel hasta las cejas, prodigándole miles de millones de dólares al tiempo que proporciona una cobertura diplomática a sus crímenes de guerra en Gaza, vetando varias resoluciones de la ONU para un alto el fuego. Estados Unidos ha recompensado los crímenes de guerra de Israel con un crimen de guerra propio, ya que sigue matando de hambre a los palestinos al detener la financiación del OOPS, el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente. Esta interrupción de la financiación es un castigo colectivo al pueblo palestino por buscar justicia en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), mientras promete no castigar a Israel por su posible invasión inminente de Rafah, incluso si se dirige contra civiles, y a pesar de los crecientes temores de genocidio y limpieza étnica. (Estados Unidos fue uno de los pocos países que defendió a Israel en la audiencia de la CIJ sobre la ocupación israelí celebrada la semana pasada).
Mientras Bushnell ardía, el número de civiles muertos en Gaza superaba los treinta mil, casi la mitad de ellos niños. Dos millones de palestinos han sido desplazados. La mitad de la población está al borde de la inanición, ya que Israel sigue privando a la asediada Franja de Gaza de alimentos, agua y medicinas, condenando así a miles de palestinos a una muerte lenta y agónica.
Bushnell no es el primer estadounidense que se prende fuego para protestar contra el genocidio de Gaza. El pasado diciembre, un manifestante se autoinmoló frente al consulado israelí en Atlanta, Georgia, en lo que la policía describió como “probablemente un acto extremo de protesta política”. En el lugar de los hechos se encontró una bandera palestina como parte de la protesta.
La autoinmolación es un acto de protesta radical que pretende conmocionar y movilizar a la gente para que actúe, al tiempo que nos alerta sobre los horrores de la guerra. La protesta tiene una arraigada tradición en el activismo antibélico estadounidense. En 1970, un joven californiano llamado George Winne Jr. murió tras prenderse fuego en San Diego, California, para protestar contra la guerra de Vietnam. Mientras agonizaba, le pidió a su madre que escribiera al presidente Richard Nixon sobre el motivo de su acción. Su carta decía:
“Nuestro hijo George Jr. se prendió fuego en el campus de la UCSD el 10 de mayo. Antes de morir, nos dijo que había elegido la forma más dramática que se le había ocurrido para llamar la atención de la gente sobre la situación más deplorable del mundo y de este país”.
A principios de 1991, Gregory Levey, manifestante pacifista y profesor de Amherst (Massachusetts), se inmoló para protestar contra la primera guerra de Irak. Raymond Moules hizo lo mismo tres días después en Springfield, Virginia.
La táctica extrema también tiene precedentes internacionales, desde el monje budista Thich Quang Duc, que se prendió fuego en Saigón en 1963 para protestar contra la guerra de Estados Unidos contra Vietnam, hasta Mohamed Bouazizi, el vendedor ambulante tunecino que se prendió fuego en la ciudad de Sidi Bouzid en 2010 y contribuyó a desencadenar la Primavera Árabe.
Prenderse fuego no es una táctica que cualquier persona elegiría emplear a la ligera. Es una acción nacida de la desesperación, de la sensación de que ninguna otra táctica, desde escribir y llamar a funcionarios electos hasta asistir a protestas o participar en la desobediencia civil, tiene la capacidad de acelerar el fin de la corriente de horrores que hemos visto en Gaza desde octubre. La acción de Bushnell fue extrema, pero seguro que muchos de nosotros podemos identificarnos con sus sentimientos de desesperanza, rabia y angustia generados por ver la limpieza étnica en directo en nuestras plataformas de redes sociales, y ver después cómo muy pocos políticos electos se arman de valor para exigir el fin de una violencia tan espantosa.
Bushnell murió para que Gaza pudiera vivir. Murió por una Palestina libre y para recordarnos que muchos estadounidenses se oponen a la ocupación, el apartheid y el asedio de Gaza por parte de Israel, así como a la opresión del pueblo palestino durante décadas (...)
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