Gonzalo Cortizo 17 de marzo de 2024
La idea de una segunda pastera para Galicia se fraguó en abril de 2020 y su principal impulsor fue Alberto Núñez Feijóo. En aquellos días la Xunta buscaba ideas para optar a la chequera que Europa ofrecía bajo el paraguas de los fondos europeos para la reconstrucción postcovid. Como tantas otras veces durante los gobiernos de Feijóo, la Xunta creó una mesa de expertos para escuchar propuestas y en esa mesa Inditex sentó a su director general de finanzas, Ignacio Fernández. Fue entonces cuando el directivo de la empresa que fundó Amancio Ortega pronunció la palabra mágica: lyocell, una fibra vegetal que se produce transformando la madera y que las principales marcas de ropa utilizan para fabricar prendas a las que poder colgar etiquetas en las que se lean palabras como “verde” o “sostenible”. Al equipo de Feijóo la idea le sonó como música del cielo.
Inditex asegura que su propuesta fue desinteresada y que su suministro de lyocell está garantizado por otras vías, sin necesidad de que Galicia produzca esa materia prima. La compañía mantiene una decidida apuesta por el uso de fibras vegetales como eje de su producción. Solo en 2019 fabricaron 13 millones de prendas tejidas con este tipo de materiales. Las fibras que valora el mercado son aquellas con un sello de garantía que certifique que no se han obtenido de bosques primarios o amenazados. En este punto, el eucalipto gallego se presenta como la solución perfecta. Los planes de Altri pasan por producir 200.000 toneladas de esa fibra al año. Pero no solo eso; también 400.000 toneladas de la celulosa de toda la vida.
Para la puesta en marcha de su proyecto, la portuguesa Altri ha creado una nueva empresa llamada Greenfiber, en cuyo accionariado está la española Greenalia. Esta segunda compañía fichó en 2020 a la exconselleira de Medioabiente de Feijóo, Beatriz Mato, para ocupar una de las butacas de su consejo de administración.
Proyecto terrorífico
Manoel Santos, portavoz de Greenpeace en Galicia, califica el proyecto como “terrorífico”. En conversación con elDiario.es asegura que la instalación de la factoría “va a agravar el problema el eucalipto, el mayor atentado a la biodiversidad de la historia de Galicia”. Su razonamiento es sencillo: “A mayor competencia, mayor precio y más eucalipto”. Greenpeace alerta también de que la factoría supone una “amenaza potencial para el Río Ulla”. Además se ponen en riesgo especies vegetales en peligro de extinción como la santolina de Melide (Santolina melidensis), la magarza de Barazón (Leucanthemum gallaecicum) o la herba de namorar de Merino (Armeria merinoi).
Además de lo anterior, Greenpeace pone el acento en otro de los puntos oscuros del plan industrial: su voraz necesidad de agua. El proyecto de captación presentado por la compañía habla de una necesidad de 46 millones de litros al día. La empresa quiere garantías de que ese grifo estará abierto por lo menos durante los próximos 75 años y así lo así solicitado a la demarcación hidrográfica Galicia-Costa, que depende de la Xunta de Galicia. El portavoz ecologista se pregunta: “¿Acaso no han oído hablar del cambio climático y de las incertezas sobre las reservas de agua de las que dispondremos en un periodo mucho menor a esos tres cuartos de siglo?”. En este punto el ejemplo de Ence vuelve a aportar elementos para el análisis; la factoría lleva varios veranos obligándose a parar su producción por los bajos niveles de agua en el río Lérez, de donde toma su suministro (...)
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