Tenemos una sequía larga, que no es muy fuerte año a año, pero que lleva seis años acumulados. En los últimos 12, sin llegar a sequía, ha habido un descenso de la precipitación respecto a la que teníamos históricamente. 

Nos ha llovido en los últimos años el 90% de lo normal. Por tanto no estamos como en la sequía del 92 cuando llovía el 40% de lo normal. Lo que pasa que se acumula. Este dato concreto es de Andalucía, pero las tendencias son generales, sobre todo para la mitad este y sur de la península, no tanto evidentemente en la mitad del norte y noroeste.

Es en esa acumulación donde se nota el impacto. Las tendencias de disminución de lluvias se notan más allá de la irregularidad del clima mediterráneo. Llueve menos ahora que hace 50 años. Ahora llueve un 10% menos. Tenemos datos históricos fiables. Esa tendencia de disminución de las precipitaciones va ligada también al aumento de las temperaturas. En el fondo están cumpliéndose las previsiones del cambio climático.

Los científicos nos dicen eso. El aumento de temperatura nos va a provocar algo menos de lluvia, más irregularidad en estas lluvias y nos va a dar años también muy lluviosos y con problemas de inundación, pero también bastantes más años de sequías.

Va a haber menos agua. No sabemos cuánta porque eso es más difícil de modelar. Pero la realidad lo confirma. Nos tenemos que preparar para disponer de menos recursos hídricos.

Al mismo tiempo, la evaporación va a ser mayor, con lo cual lo que va a sobrar para los ríos va a ser menos y eso sí se va a notar mucho. En Andalucía, solamente aparecen escorrentías cuando las lluvias anuales superan los 400 litros por metro cuadrado. Estos últimos años hemos estado en ese orden. 

Solamente dispondremos de agua para almacenar en los embalses o recuperar los acuíferos, cuado tengamos años de buenas precipitaciones, de más de mil litros, que son raros, uno cada 10 o cada 12 años. Por tanto tenemos que pensar que vamos a tener menos agua disponible.

¿Existe una sobreexplotación de los recursos por la agricultura?

En el caso del Guadalquivir, ya llevamos seis años de sequía y este van a ser cinco años con restricciones. Eso nos da idea de la gravedad de la sobreexplotación de recursos que tenemos. No puede ser que al segundo año de sequía ya haya que empezar a poner restricciones.

Eso es lo que nos pasó en la sequía de los años 90. En el sector urbano se ha corregido. Se ha mejorado mucho la gestión y los ciudadanos también hemos aprendido. Gastamos menos agua. En cambio el sector agrario no ha aprendido nada desde la sequía del 92-95.

El segundo año de sequía hemos empezado las restricciones y han llegado al año pasado a ser del 87%. Se dio un un 12% de la dotación normal para los regadíos ese año.

Eso es muchísimo. El año anterior había sido el 35%. Y hace cuatro años, el 80%. Llevamos ya cuatro años de una reducción cada vez más intensa y este año pues puede cambiar, puede variar, pero tal como está en este momento, no se podrá dar más que el año pasado.

La situación para la agricultura es muy grave. Se va a decidir en los próximos días en la comisión de desembalse del Guadalquivir el reparto del agua que queda. El año pasado se hizo igual para todos los regantes. Los grandes regantes tienen más superficie y más volumen de agua concedido. Por tanto, ese reparto por igual [el mismo porcentaje para todas] hace que gran parte de las explotaciones no pueden regar, ya viven mal y si les das un 15%, un 10% del agua se van a arruinar totalmente. Las grandes explotaciones pues sí lo pasan mal, pero podrán aguantarlo.

Lo que pedimos el año pasado y volvemos a pedir este año desde la Mesa Social del Agua es que haya un reparto distinto, uno que mire cómo atender a la explotaciones familiares para que puedan defenderse y no tanto la superficie (...)