Gorka Castillo Sierra de Alcubierre , 28/02/2024
La decisión del ejecutivo PP-Vox de derogar la Ley de Memoria moviliza a asociaciones y académicos en la comunidad con más fosas y lugares tan emblemáticos como la trinchera donde combatió el escritor
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Mapa de la ‘Ruta Orwell’ en la Sierra de Alcubierre, en Los Monegros. / Gorka Castillo
Nunca ha sido fácil exhumar fosas de la Guerra Civil, pero más penoso será hacerlo a partir de ahora en Aragón –y también en Cantabria–, donde el Gobierno regional ha impuesto un mapa de ficción: a este lado de la raya, la convivencia y la democracia; al otro, la agitación y el sectarismo. Es la fábula que la derecha y la ultraderecha escriben sobre la Historia. “Derogamos la nefasta ley de memoria porque es una herramienta a favor de la construcción de un relato político oficial que solo busca enfrentar a los españoles en el siglo XXI”. Con sentencias como ésta del portavoz de la ultraderecha aragonesa, Santiago Morón, la justicia para miles de desaparecidos sigue siendo un espejismo. En este punto es conveniente recordar las palabras de Julián Casanova, el mayor referente internacional en los estudios sobre la contienda española: “El argumento de que es una revancha de la gente que solo quiere remover el pasado no nos sirve. Tampoco que la ley derogada fuera sectaria porque solo iba en favor de un bando. Invitamos a cualquier persona que vaya a los cementerios y que recorra las carreteras de esta zona o del Bajo Aragón para que vean qué símbolos hay y quién tiene su reconocimiento”.
Aragón es la comunidad autónoma con el mayor número de fosas sin exhumar, unas 500, según datos recogidos en 2021 por el anterior gobierno autonómico. O quizá sean 600, con uno, dos, tres y hasta veinte cuerpos, si se atiende al concienzudo cálculo realizado por la Asociación por la Recuperación e Investigación contra el Olvido (ARICO) y la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica Aragonesa (ARMHA) a lo largo de las últimas décadas. En este tiempo se han recuperado los restos de un millar de milicianos sepultados de mala manera en uno de los frentes más salvajes de la contienda española.
El novelista británico George Orwell, uno de los mejores conocedores de las encarnizadas batallas que se libraron en el frente aragonés, se preguntaba en su libro Recuerdos de la guerra de España por la historia que estudiarían los escolares de las generaciones venideras si Franco se mantenía en el poder. “Será partidista, llena de mentiras a espuertas, que no merecerá ninguna confianza. Y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente y, a efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad”. Este maniqueísmo se concreta, según Orwell, en negar acontecimientos históricos contrastados, los que nadie se atrevería a poner en duda. Gernika, Alcañiz, La Desbandá. “El objetivo es un mundo donde el jefe, o la camarilla gobernante, controle no sólo el futuro sino también el pasado”, escribe el autor de 1984.
Orwell estuvo en el frente aragonés en el duro invierno de 1937. Combatió en Huesca, en la batalla de la Sierra de Alcubierre, en los Monegros. Las miserias que vivió durante aquellos meses le perturbaron durante el resto de su vida. Sobre los sacos terreros comenzó a escribir Homenaje a Cataluña. Lo hizo como terapia para soportar el horror de una contienda que 88 años después sigue sin ser reconocida en su justa medida. En 2006, se reconstruyeron milimétricamente las huellas del escritor británico en estas tierras esteparias. Las trincheras que recorrió por el Monte Irazo, donde estuvo junto a combatientes del POUM y milicianos anarquistas; y el campamento fascista que tenía enfrente, Las Tres Huegas, mucho mejor abastecido por la carretera de Zaragoza.
Víctor Pardo fue el catalizador de esta portentosa rehabilitación. Como expresidente del Centro de Interpretación de la Guerra Civil en Aragón abierto en Robres, un pueblo de la provincia de Huesca, este periodista de largo aliento logró poner de acuerdo a varios municipios de la comarca para transformar los restos de aquel frente en un reclamo turístico que diera a conocer su historia. “Claro que la derogación de la ley influye. Si el gobierno aragonés no quiere conceder financiación va a ser muy difícil mantener en pie estos recuerdos. Y ante esto, la sociedad civil tendrá que responder. Además, hay normas de rango superior que están muy claras y tendrán que respetar. Veremos”, se cuestiona.
La Ley de Memoria Democrática aprobada por el Congreso el pasado año puede hacer muchas cosas pero hay aspectos claves, como la inclusión de estos episodios en la enseñanza reglada y la construcción positiva de su memoria, que dependerán de la voluntad de los maestros y del compromiso de los ayuntamientos afectados. Por ejemplo, en Alcañiz se ha trabajado durante los últimos años en recordar a las víctimas del bombardeo fascista que el 3 de marzo de 1938 causó cientos de muertos, pero ahora que gobierna el PP todo ha cambiado. “Lo que no podrá hacer nunca un ayuntamiento es borrar las huellas del pasado”, sentencia Pardo.
El catedrático Julián Casanova, turolense de Valdealgorfa, es uno de los 14 profesores de la Universidad de Zaragoza que el pasado año exigieron al Gobierno de Aragón que no derogara la ley regional de memoria, “aprobada por una amplia mayoría en las Cortes, y considerada un texto legal moderado y razonable que busca cerrar las heridas del pasado no mediante su negación u olvido”. No lo lograron. En el epílogo de su libro Una violencia indómita. El siglo XX europeo, Casanova indaga en los motivos de esa oposición a la verdad compartida a la que cada vez le cuesta más trabajo esconder su verdadero rostro. Según el catedrático de Historia Contemporánea, más que las desavenencias sobre la II República o la Guerra Civil, “lo que ha marcado las memorias de vencedores y vencidos fueron los cuarenta años de dictadura”. Casi medio siglo bajo el yugo de una política de exterminio sin confrontación posterior ha dejado, en opinión del investigador, “un pasado fracturado y un presente dividido”. El presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (ARMHA), Enrique Gómez, añade que la derogación de la norma regional vulnera los principios redactados por Naciones Unidas para la protección de los derechos humanos mediante la lucha contra la impunidad. “La dignidad de la persona y los derechos inviolables que le son inherentes son un fundamento de orden político y de paz social. Por lo tanto, identificar a los desaparecidos y exhumar las fosas es un acto de justicia. No abre ninguna herida entre españoles, sino que las cierra para siempre”, sentencia (...)
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