miércoles, 6 de octubre de 2021

Destruyendo la democracia | por Noam Chomsky

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PENSAMIENTO CRITICO LATINOAMERICANO JOSE MARTI

Edgar Raul Soler julio 29, 2021
"Si no se sabe lo que se está buscando, si no se tiene idea de lo que es relevante, dispuestos a cuestionarse esta idea, si no se tiene eso, explorar en internet es sólo tomar al azar hechos no verificables que no significan nada." - Noam Chomsky
Entrevista al filósofo y Lingüista Noam Chomsky,  realizada por Christopher Lydon y publicada en el nº 361 de la revista El Viejo Topo, febrero de 2018.



—Todo lo que te pedimos es que nos expliques dónde estamos en este mundo, cuando…

—Eso es fácil.


—…cuando tanta gente está al borde de algo, de algo histórico. ¿Puede hacernos un sumario?

—Bueno, un breve sumario, creo que si se le echa un vistazo a la historia después de la Segunda Guerra Mundial, algo extraordinario ha sucedido. En primer lugar, la inteligencia humana ha creado dos bombas capaces de acabar con nuestra existencia –o como mínimo con nuestra existencia organizada–, ambas después de la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas nos es familiar. De hecho, las dos lo son. La Segunda Guerra Mundial terminó con el uso de las armas nucleares. Fue inmediatamente obvio el 6 de agosto de 1945, un día que recuerdo muy bien. Fue obvio que la tecnología se iba a desarrollar hasta el punto de un definitivo desastre.

 
En 1945, el Bulletin of Atomic Scientists inauguró su famoso Reloj del Apocalipsis. Se puso en marcha cuando faltaban siete minutos para la medianoche. En 1953 ya se había movido dos minutos hacia la medianoche. Ese fue el año en que los Estados Unidos y la Unión Soviética hicieron explotar sus bombas de hidrógeno. Pero resulta que ahora comprendemos que al término de la Segunda Guerra Mundial entramos en una nueva era geológica. La llamamos Antropoceno, la era en que los humanos producen un impacto severo, de hecho casi desastroso, sobre el medio ambiente. El reloj volvió a cambiar en 2015 y, de nuevo, en 2016. Inmediatamente después de la elección de Trump, a finales de enero del año pasado, el reloj se volvió a adelantar, faltando solo dos minutos y medio para la medianoche, lo más cerca que ha estado desde 1954. Así que hay dos amenazas existenciales –que pueden, en el caso de que haya una guerra nuclear, exterminarnos; y, en el caso de catástrofe medioambiental, crear un impacto severo sobre nuestra forma de vida– y quizás más.


Ocurrió un tercer acontecimiento. Empezando alrededor de los años setenta, la inteligencia humana se dedicó a eliminar, o por lo menos a debilitar, a las principales barreras contra estas amenazas. Lo llaman neoliberalismo. Hubo una transición en la época que algunos denominaron estado de bienestar, los cincuenta y los sesenta, con un gran periodo de crecimiento, de crecimiento igualitario, progreso en la justicia social y así…


La socialdemocracia…

La social democracia, sí. A veces se le llama “la edad de oro del capitalismo moderno”. Esto cambió en los setenta, cuando se estableció la era del neoliberalismo en la que vivimos desde entonces. Si te preguntas qué clase de era es, pues su principio fundamental es desactivar los mecanismos de solidaridad social y soporte mutuo, y el compromiso popular en la determinación de las políticas.

No se llama así. Se le llama “libertad”, pero “libertad” implica subordinación a las decisiones de un poder concentrado, no responsable, privado. Eso es lo que significa. Las instituciones gubernamentales –u otros tipos de asociaciones que posibilitan la participación de la gente en la toma de decisiones– son sistemáticamente debilitadas. Margaret Thatcher lo dijo muy educadamente: “la sociedad no existe, solo existen individuos”.


De hecho, estaba parafraseando, seguramente de forma inconsciente, a Marx quien, en su condena de la represión en Francia, dijo “la represión está transformando a la sociedad en un saco de patatas, solo individuos, una masa amorfa que no puede actuar conjuntamente”. Era una condena. Para Thatcher, es un ideal –y eso es el neoliberalismo. Destruimos, o como mínimo desacreditamos los mecanismos de gobierno a través de los cuales la gente, al menos en principio, puede participar en la medida en que esa sociedad sea democrática. Así que debilitadlos, desacreditad a los sindicatos, a otras formas de asociaciones, dejadlos como un saco de patatas y, mientras tanto, transferid la toma de decisiones a poderes privados y no responsables; todo con la retórica de la libertad.

¿Qué conlleva esto? La única barrera que nos protege de estas destructivas amenazas es una sociedad comprometida, una sociedad informada y comprometida que actúe conjuntamente para desarrollar los medios que permitan hacer frente a estas amenazas y responder a ellas. Esta ha sido sistemáticamente debilitada, deliberadamente. Quiero decir, en los setenta hablábamos de esto. Hubo un gran debate entre la élite sobre el peligro de que hubiera demasiada democracia y la necesidad de lo que llamaron “moderación” en la democracia, para que la gente fuera más pasiva y apática, para que no moleste demasiado; eso es lo que hacen los programas neoliberales. Lo mezclas todo y ¿qué sale? Una tormenta perfecta (...)

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