jueves, 7 de diciembre de 2023

CTXT . Los patriotas, de Gerardo Tecé

 Gerardo Tecé 27/11/2023

No es la primera vez que asistimos a cómo tipos que portan más banderas de España en su cuerpo que pegatinas un coche de Fórmula 1 deciden ir contra España. Suele pasar en asuntos de importancia

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Pedro Sánchez, durante su visita al Paso de Rafah, entre Gaza y Egipto. / Moncloa (Borja Puig de la Bellacasa)


El pasado 12 de octubre, entre desfiles militares y gritos contra el presidente del Gobierno, se hizo viral en redes un vídeo grabado en una tienda de Madrid especializada en ropa y complementos para los muy españoles. Uno entraba en la tienda y era recibido, como no podía ser de otro modo, por el himno nacional. Tras recomponerse la piel erizada de la emoción, uno acudía a las estanterías del establecimiento y allí podía encontrar camisas, polos, camisetas, sudaderas, pantalones, zapatillas, zapatos, bolsos o cinturones convenientemente tuneados con los gloriosos colores rojigualdas. El dueño del negocio, rodeado de clientes que, por ser festivo no tenían ese día clases en el ESADE, explicaba a cámara que no puede uno ser patriota si no lo demuestra con su vestimenta. Y él, como buen español y emprendedor, le había aportado a la sociedad una enorme capacidad para imprimir banderitas allá donde había un centímetro cuadrado de tejido disponible. Los clientes, mirando a cámara, se declaraban emocionados por tal derroche de españolidad y dispuestos a dejarse un buen pellizco en todas esas prendas fabricadas en China, porque una cosa es ser patriota y otra, que se lo pregunten al dueño, no saber de margen de beneficios.

El Noviembre Nacional arrancó con la defensa de España y acaba con la defensa del Israel que ataca a España. El patriotismo es una caja de sorpresas. Tras viajar Pedro Sánchez a Israel y decirle a Netanyahu que, visto desde fuera, asesinar a miles de niños y civiles palestinos no parecería la forma más ortodoxa ni efectiva de lucha contra el terrorismo, el Estado sionista ha declarado a España amigo del terrorismo. Toma ya. Tracatrá. Que si venga aquí el embajador que le vamos a decir un par de cosas, que si hay que ver cuánto se odia a los israelíes, que si la abuela fuma y mientras fuma y lanza misiles no le gusta que le molesten. Una acusación, la de la connivencia española con el terrorismo, que no puede sorprenderle a nadie viniendo de quien juega a hacer diana en hospitales repletos de heridos. Como tampoco sorprende que los patriotas españoles, colocados en la tesitura de elegir entre defender a la España en la que no gobiernan o a un país extranjero que ataca a esa España, siempre elijan lo segundo. El patriotismo español, como la fruta, es cosa de temporada.

No es la primera ni será la última vez que asistimos a cómo tipos que portan más banderas de España en su cuerpo que pegatinas un coche de Fórmula 1 deciden ir contra España. Suele pasar en asuntos de importancia y los ejemplos recientes son variados. Si España echa un pulso en Europa para que la excepción ibérica nos permita abaratar el coste de la luz, los patriotas se sitúan del lado de los países que se oponen a que España gane el pulso. Si España se convierte en ejemplo internacional de vacunación contra la covid, los patriotas hablan de desastre de gestión. Si el Parlamento español ejerce su soberanía aprobando leyes que suben los sueldos y pensiones de los españoles, los patriotas no sólo votan en contra, sino que se van a Bruselas a pedir que se impongan sanciones a España. Si el nazi holandés gana unas elecciones asegurando ante los ciudadanos de los Países Bajos que los vagos españoles son adictos a la siesta y ens roban, ahí están los patriotas españoles para felicitar los primeros al nazi sin importarles demasiado las banderitas que adornan sus cuerpos. Si un millonario se lleva el dinero fuera y deja de contribuir a la patria, los patriotas aplauden argumentando que la redistribución de la riqueza y la intervención del Estado son cosas de comunistas y que un buen español no quiere saber nada de intervención ni de comunismo –exceptuando los sueldos públicos vitalicios de las expresidentas liberales y los productos made in China–.

Uno a veces se pregunta qué es ser patriota, si tenemos en cuenta el comportamiento de los patriotas. Descartado que el patriotismo consista en defender a tu país de ataques injustos, descartado también que el patriotismo tenga nada que ver con contribuir al bienestar de los ciudadanos, sólo nos quedan la ropa y los complementos. Es decir, ser patriota es cuestión de pulseras con bandera. Un acto homeopático similar al uso de la Power Balance a la que Machado hubiera citado en sus textos para definir de qué va este asunto. Quizá, tras la sobredosis de banderas vacías que cuelgan de muñecas, polos, balcones, plazas y avenidas, la única conclusión certera sea que el patriotismo, es decir, el amor por tu tierra, consista en hacer lo posible por evitar que quienes se llaman patriotas gobiernen la patria.

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