Green European Journal 13 NOV 2023
Su libro ‘El capital en el Antropoceno’, publicado en Japón en el año 2020, ha cosechado un éxito sin precedentes.
Kohei Saito, un filósofo japonés marxista que se volcó en la ecología a raíz de la catástrofe de Fukushima, ha captado gran atención internacional con su obra sobre el comunismo del decrecimiento. En esta entrevista concedida al Green European Journal, Saito explica qué es lo que el socialismo y el ecologismo pueden aprender el uno del otro y por qué el Japón estancado en lo económico y asolado por una pandemia resultó ser un territorio fértil para las ideas decrecentistas.
El capital en el Antropoceno, publicado en Japón en el año 2020, ha cosechado un éxito sin precedentes. Está previsto que Slow Down: The Degrowth Manifesto se publique en inglés a principios de 2024.
¿Cómo llegaste a interesarte por Marx y después por el comunismo del decrecimiento?
Descubrí las obras de Marx y Engels a los 18, cuando empecé mis estudios en la Universidad de Tokio, a través de grupos de estudiantes que luchaban por proteger a los trabajadores jóvenes. Al principio me interesé más por la explotación de la clase obrera y después cada vez más por la desigualdad en general, a raíz de que la crisis de 2008 agravara la situación en Japón. Marx había advertido precisamente de estos problemas, que no harían sino cobrar mayor importancia en el futuro. Entonces decidí trasladarme a Alemania para seguir estudiando a Marx.
En el año 2011, después del terremoto de Japón y la catástrofe nuclear de Fukushima, me di cuenta de que el capitalismo no se limita únicamente a la explotación de los seres humanos, sino que también engloba esas tecnologías descomunales que han sido creadas en busca de beneficios y que, en última instancia, trajeron consigo un verdadero desastre para la vida de muchas personas en Japón.
Entonces, ¿llegaste al mundo de la ecología a través de la cuestión nuclear en lugar de la climática?
Al principio me mostraba más optimista sobre el desarrollo de la tecnología, pero a raíz de Fukushima empecé a reflexionar sobre la tecnología y el capitalismo y perdí parte de ese optimismo. También empecé a interesarme más por la cuestión del cambio climático en el año 2014, después de haber leído el libro de Naomi Klein Esto lo cambia todo (Paidós, 2015). A pesar de todo, seguía siendo optimista. Pensaba que algunas medidas políticas socialistas, con una mayor planificación y trabajo garantizado, podría lograr la igualdad y, a la vez, una mayor sostenibilidad. Fue entonces cuando empecé a leer más y me tropecé con las obras de Jason Hickel, Giorgos Kallis y el enfoque del decrecimiento en general.
No cabía duda de que había cierta tensión entre Marx y el decrecimiento y en torno a Marx y la crisis climática, así que empecé a leer sus obras más tardías. Llegué a reinterpretar sus ideas, en particular sus estudios sobre las sociedades precapitalistas. Me di cuenta de que Marx se había interesado por esas sociedades precapitalistas porque son Estados esencialmente estables no orientadas hacia el crecimiento. Y, a pesar de ello, consiguieron garantizar la sostenibilidad y la calidad de vida para toda la población. Así es como llegué a la tesis del comunismo del decrecimiento.
¿Cómo compaginas decrecimiento con comunismo? ¿No quiere el comunismo más y el decrecentismo menos?
Esa es la tensión que hay en la tradición marxista y ecologista. La corriente política socialista apuesta por el desarrollo tecnológico para conseguir más para todos: es necesario que haya más desarrollo, más progreso, más eficacia. El ecologismo recalca que existe un consumo excesivo y una sobreproducción, por lo que aboga por una desaceleración a fin de proteger la naturaleza.
No obstante, acabé dándome cuenta de que a Marx le interesaban ambas cuestiones: proteger la vida de todas las personas y proteger la naturaleza. No hace falta tener más en un sentido tan capitalista. Cuando Marx habla de abundancia, no se refiere a que tengamos jets privados o mansiones. Lo que quiere decir es que podríamos vivir de forma abundante, vivir una buena vida, teniendo asistencia médica y transporte universal, con vivienda, agua, electricidad y unos recursos básicos garantizados sin mediación del dinero.
Ese tipo de abundancia puede constituir la nueva base para el socialismo o el comunismo porque está basada en la igualdad. Pero si queremos tener más en el sentido actual de la palabra, el resultado será una catástrofe ecológica. El camino intermedio pasa por redefinir abundancia y, en la línea de Hickel, yo la denomino abundancia radical. Es un tipo de abundancia muy diferente en la que compartimos cosas, nos ayudamos mutuamente y tenemos sensación de seguridad.
(...) Esto nos permitirá reducir la producción y el consumo, pero también disponer de más tiempo libre, aumentar nuestro bienestar y garantizar cierto espacio para el desarrollo del sur global. Una vez hecho esto, debemos plantearnos maneras de reducir nuestro consumo material, sobre todo en los países del norte global. El exceso de confianza en la tecnología nos impide ver que nuestro modo de vida no es sostenible (...)
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario