Carolina S. Pedrazzi (Jacobin) 17/12/2023
El ejército israelí prohibió a los agricultores palestinos acceder a sus tierras y colonos están quemando sus cosechas. Jacobin habló con cultivadores sobre las medidas de Israel para destruir sus medios de subsistencia
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El 30 de octubre, el agricultor Omar Ghoneym condujo desde al-Jader hasta sus tierras en la zona sur de Belén. De camino, recibió una noticia insólita: la mayor parte de los árboles de su propiedad (principalmente olivos) habían sido arrancados y destruidos por los colonos israelíes. Lo que vio al llegar le destrozó. No sólo había perdido toda su cosecha, sino que incluso la centenaria dar (دار, casa rural tradicional), que solía dominar la colina, había sido destrozada piedra a piedra por las excavadoras israelíes.
Mahmoud Abdullah, otro agricultor, tiene hectáreas de vides justo al lado de los árboles de Omar. No se le había permitido recoger los frutos desde el 7 de octubre. Y en la mañana del 30 de octubre ya no quedaba nada que cosechar, porque sus vides habían sido aplastadas contra el suelo. Los colonos destrozaron todo en las colinas palestinas que rodean su colonia, Efrat.
Los agricultores palestinos conocen su tierra al milímetro cuadrado. Para ellos, no existen las “plantas silvestres”: cada brote de su tierra es una expresión de la vida palestina, como flora autóctona. Recogen las cosechas, cuidan sus árboles y pasean por sus viñas con el mismo amor y responsabilidad con que protegen a sus seres queridos. Sus familias cuidaron de estos árboles durante generaciones; los olivos alimentaron y protegieron a sus cuidadores durante el mismo tiempo.
Esta guerra no sólo tiene lugar en Gaza. Tras los ataques del 7 de octubre, Cisjordania vivió las semanas más mortíferas desde la Segunda Intifada. Hasta el 28 de noviembre, más de 140 palestinos murieron en Cisjordania, 2.040 personas fueron detenidas y pueblos y ciudades están sometidos a un bloqueo que impide a los residentes viajar.
Los agricultores palestinos lo pasaron especialmente mal, ya que la mayoría tiene tierras, cultivos y cosechas en la llamada Zona C. Ésta es la mayor de las tres zonas en las que se dividió Cisjordania desde los acuerdos de Oslo de la década de 1990, que estipulaban que la Autoridad Palestina debía administrar las zonas A y B, mientras que la zona C debía “devolverse progresivamente a los palestinos”. En realidad, la Zona C, que comprende casi el 70 por ciento del territorio de Cisjordania, permaneció bajo el control militar absoluto del ejército israelí (Fuerzas de Defensa de Israel, IDF) y los asentamientos israelíes no han dejado de expandirse allí en las últimas tres décadas.
A los agricultores no se les ha permitido llegar a estos territorios durante el último mes y las IDF les informaron que si intentan alcanzar sus olivares serán asesinados. Algunos agricultores compartieron fotos de los panfletos que los colonos dejaron en sus olivares, en los que se lee: “¡Habéis llegado a la frontera! La entrada está prohibida y es peligrosa, y cualquiera que se acerque verá árboles ardiendo”.
Cuando se le pregunta qué estuvo haciendo, dada la prohibición de atender sus viñas, Mahmoud dice que pasó los días sólo viendo las noticias y rezando por la gente de Gaza. “A estas alturas, la cosecha ya se echó a perder. Lo único que podemos hacer es esperar que termine la guerra. ¿Cómo podemos ocuparnos de nuestros propios problemas aquí mientras Gaza está ardiendo?”
Los ataques contra los agricultores alcanzaron su punto álgido el 28 de octubre, cuando un soldado israelí fuera de servicio disparó a Bilal Saleh, agricultor del sur de Nablús, delante de sus cuatro hijos, matándolo en el acto. El soldado fue detenido pero, como demuestran los antecedentes de ataques de colonos y/o soldados contra civiles palestinos, los autores israelíes suelen ser puestos prematuramente en libertad, protegidos por la impunidad.
Otros campesinos, como Na’em Abu Eram y su familia, del sur de Hebrón, fueron agredidos y gravemente heridos por palizas. Mientras el padre de Na’em, de setenta y dos años, pastoreaba sus ovejas, fue agredido por colonos, por lo que debió ser hospitalizado. Uno de los hermanos de Na’em estuvo grabando en video todos los ataques que vienen sufriendo durante los últimos quince años y comparte los vídeos con ONG de derechos humanos como B’Tselem. Hace dos semanas, un colono le confiscó el teléfono y le rompió los dedos al hacerlo.
Abdullah Salem Abu Aram tiene sesenta y dos años y, tras jubilarse como maestro de escuela, decidió dedicar toda su vida a cultivar sus tierras en la aldea de Qawawis, en las colinas de Hebrón Sur. Pertenecen a su familia desde 1958 y, en 1981, su padre plantó cientos de olivos en los casi treinta acres de tierra que poseen.
“La Ocupación nos impidió arar, podar y recoger nuestros frutos, expulsándonos de la tierra antes y después de la guerra. Los colonos siempre nos golpearon y amenazaron con matarnos. Llaman al ejército, que nos expulsa de nuestra tierra con falsos pretextos”. Continúa: “Ahora no podemos volver a recoger la cosecha porque tememos por nuestras vidas y no sabemos qué hacer. La cosecha quedará destruida porque no podremos recogerla. Constituye el 80% de los ingresos de mi familia, pero ahora mismo ni siquiera pienso en esto, ya que lo que está ocurriendo en Gaza ocupa todos nuestros pensamientos”.
La mayoría de los civiles palestinos –especialmente los agricultores– no posee armas. En cambio, los colonos –todos ellos con formación y equipamiento militar– recibieron recientemente miles de pistolas y fusiles distribuidos por el propio ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir.
Escribimos a la unidad del portavoz de las IDF y le pedimos que comentara el reciente aumento de la violencia de colonos y soldados en Cisjordania, solicitando que tuvieran en cuenta específicamente el asesinato de Bilal Saleh y los ataques que afectan a los granjeros. En su respuesta, no mencionaron ninguno de los dos temas, pero subrayaron que su misión en el territorio de “Judea y Samaria” –nombre bíblico de Cisjordania– es garantizar la seguridad de sus residentes e impedir cualquier atentado terrorista.
(...) Pero ese comentario simplemente no refleja la realidad: los arrestos nocturnos se han saldado con la detención de miles de activistas por la paz o de palestinos de a pie que han sido acusados de colaboración con el terrorismo simplemente por darle un me gusta a publicaciones de Facebook (...)
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