Revista CTXT 30/12/23
Querida comunidad de CTXT:
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Sí, como Spider-Man. Les parecerá exagerado, pero es lo que pensé cuando supe que tenía que escribirles esta carta de fin de año 2023. “A ver qué les cuento a los jefes y jefazas”, eso también lo pensé, amados líderes y lideresas de CTXT. Porque la existencia de esta carta y de todas las cartas que son cada uno de los artículos, crónicas y escritos que publicamos, depende de ustedes. Incluso esas piezas que no les hacen ni fu ni fa, incluso aquellas con las que están en desacuerdo, porque así es como fue concebida y nació esta revista. Y eso les hace grandes. Mucho. Sabiéndolo, como el mismísimo Peter Parker, me lanzo al vacío.
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada. Caminábamos derechos al cielo y nos perdíamos por el camino opuesto”.
Seguro que estas palabras, que no son mías –ya me gustaría–, les suenan, porque es uno de esos comienzos famosos que, una vez leídos, nunca se olvidan. Incluso les parecerán actuales. Pues no lo son: Charles Dickens tiene la culpa de este principio de Historia de dos ciudades, una novela histórica sobre la Revolución Francesa publicada por entregas –una serie: está todo inventado– en 1859. Por supuesto, Dickens no vivió la Revolución que lo cambió todo. ¿Cómo hablarán de nuestra época dentro de cincuenta, cien años? Supongo que para entonces quedará algún nostálgico interesado en este pasado nuestro, alguien que lo considere crucial para desentrañar el significado histórico de estas primeras décadas del siglo XXI. Y le fascinarán algunos de los acontecimientos de nuestro presente; esas cosas que intentamos contar, a veces incluso explicar, en CTXT. Quién sabe si ese autor o autora que aún no ha nacido, escriba una obra que cuente algunos de los acontecimientos de este 2023: las consecuencias desconocidas de una pandemia global, las guerras terribles, los genocidios o la crisis climática; por ejemplo. O quizá le interese el relato sobre la eclosión del huevo de dinosaurio de la inteligencia artificial o la fuerza imparable del feminismo. Puede incluso que se atreva a entrar en un olvidado archivo polvoriento o aséptico como una sala de cirugía –a saber cómo serán las hemerotecas digitales dentro de un siglo– para consultar la opinión de aquellos que vivieron entonces –ahora– y logre toparse con esta revista, encontrando un dato fundamental que le aclare el tema de su estudio, novela, ensayo o lo que quiera que se publique en el futuro. O no. Quizá no le interesen lo más mínimo nuestras palabras ni esta época, por insulsa, aborregada y poco fiable; que nuestras opiniones y conocimientos le parezcan irrelevantes o vetustos, y que somos incapaces de revelar ni aportar nada de provecho. Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es lo que opinaba sobre esto de rebuscar en las entretelas del tiempo el enorme Dickens, el hombre que de niño fue vendido por su padre a una fábrica de betún y que conocía muy bien todas las miserias y todas las fortunas, porque nos lo cuenta a renglón seguido y en el mismo párrafo:
“En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”.
Desde la altura del tiempo, el sabio Dickens nos avisa: todas las épocas, todos los años, se parecen. También los teñidos por el miedo, la amenaza, la incertidumbre. No nos queda más remedio que aceptar que nuestro presente no es excepcional, a pesar de que la actualidad de este agonizante año 23 haya resultado inquietante, cuando no aterradora. (No la voy a desgranar aquí, porque, como leen CTXT, la conocen muy bien). No sé lo que harán ustedes al respecto para superar la desazón y la rabia que provoca tanto desastre, pero yo, cuando amenaza la negra pena y el pesimismo, consciente de la soledad de quien no tiene ni dios ni amo, rezo el padrenuestro de Dickens, ese párrafo que han leído más arriba. Y digo rezo, porque los que nos dedicamos al viejísimo oficio de contar historias, adoramos a infinidad de dioses y diosas a las que nos aferramos cuando vienen mal dadas, como todos los creyentes. Eso de orar a dioses laicos me lo enseñó mi amigo José Luis Cuerda que, como buen manchego, rezaba a su único y verdadero dios: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. A muchos les parecerá casi una blasfemia (ese delito), pero para nosotros, que adoramos las palabras y a quienes las crean, repetir esas frases verdaderas, bellas, humanas y sencillas nos sirve para recordar que estamos vivos. Palabras celebrando la vida, que dan sentido a lo que, hasta ese momento, no lo tenía; que están ahí para espantar la desesperanza y la soledad funesta de una realidad cada vez más fragmentada, señalando el camino en la selva rugiente de textos, mensajes, informaciones, bulos, clickbaits, en las cataratas de imágenes salidas de miles de pantallas cada vez más rotas y descontextualizadas.
Ante ese vértigo, les presento a un amigo que sabe dar la vuelta a la fragmentación y a la ruptura para crear algo nuevo. Se llama Chris Marker. Este amigo, como Dickens y Cuerda, también habla después de muerto y está más vivo que nunca. El gran revolucionario, maestro del montaje cinematográfico, poeta de los movimientos sociales, activista comprometido contra todas las injusticias, contra todas las guerras. Y para quien no lo conozca, un señor estupendo que podría haber sido suscriptor de CTXT: uno de los nuestros. Ya ven que no puedo evitar recomendarles películas o cineastas; un vicio que conocen bien porque en CTXT llevamos haciéndolo desde el 2015, y seguimos. Pues eso, que de vez en cuando invoco a Marker como se invoca a los fantasmas queridos para escuchar su voz y ver sus imágenes que laten de humanidad y de inteligencia, que recuerdan una y otra vez que estamos vivos y el futuro, como el pasado, siempre es hoy. Pues eso es lo que quisiéramos ser para ustedes: palabras que reconstruyen lo roto, que proponen ideas y dan voz a quien no la tiene, esas voces humanas y verdaderas que nos dicen que no estamos solos. Saber que están ahí, al otro lado, también nos acompaña y nos da esperanza; ustedes son ese futuro que es presente. “¿Habrá alguna vez una última carta?”, preguntaba Marker al final de una de sus obras maestras, Sans Soleil (Sin sol). En CTXT esperamos que reciban con nuestro remite todas las cartas que les hagan falta, en el mejor y el peor de los tiempos. Más vivos que nunca. Feliz año 2024.
Pilar Ruiz
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